viernes, 15 de febrero de 2008

LLanto brujo: iniciación y honras fúnebres de un sacerdote de la Regla Konga en Cuba, por José Millet


Cuba


Una identità in movimento

Llanto brujo: recuperación de la memoria de los musundis de Cuba. Introducción

José Millet


El texto que sigue, lo escribí a manera de presentación del libro Llanto brujo, publicado en México dos meses después de haberlo escrito en Santiago de Cuba bajo la urgencia dictada por el Tatandi de los Musundi, Aldo Durades Román. Hace apenas una semana, mi participación en el II Festival Cultural con los pueblos de África, organizado por el Mnisterio de Relaciones Exteriores de la República Bolivariana de Venezuela, una feliz coincidencia me ha puesto en contacto en Caracas con angolanos radicados en Cabinda, Angola, donde tuve el privilegio de estar hace exactamente ya veinte años, experiencia compartida con los hermanos Joel James y Rogelio Meneses, hace poco fallecidos, con quienes realizaba estudios acerca de las religiones de base africana en Santiago de Cuba y más particularmente con la de ascendencia bantú.

En Caracas también conocí al Sr. Malaki Ma Kongo, cuyo libro me dsipongo a leer para aumentar mis conocmientos sobre el tema e intercambiar con él desde muchos puntos de vista. El libro es una rareza bibliográfica y de una importancia excepcional por el esfuerzo por recuperar la meomoria de la comunidad de los Kongos en Cuba, por la cual nuestros pueblos a ambos lados del Atlántico deberán sentirse sumamente agradecidos. Mantengo al pie de la letra lo escrito en mayo del 2005 y que ofrezco a continuación en los términos en que queda esclarecido en este párrafo.

El libro Dilú Dizanga Nkisi:nwao Nkandia bilongo ( traducido al español caribeño: Llanto Brujo: iniciación y despedida de un Ngangulero) resume el conocimiento de Aldo Durades Román adquirido durante su fructífera vida como Tatandi del Cabildo de los Musundi, instalado hace muchos años en La Habana por algunos Tata Nganga salidos del Cabildo Congo Kunalumbo, de Sagua La Grande, el más antiguo de Cuba. Aldo nació el primero de junio de 1937 en el poblado de Zamora, del municipio habanero de Marianao y, siendo muy niño, se vinculó a un famoso gangulero del gajo de los Musundi, que luego se convertiría en su Padrino de prenda, hito que marcaría una vida consagrada casi enteramente a la indagación, el conocimiento y el ejercicio de todo lo concerniente a esta religión traída por los africanos procedentes de la zona denominada bantú del África Central y vuelta a pensar y recreada por sus descendientes afrocubanos.

Inició su carrera como babalocha (santero) en el ilé-ocha (casa-termplo) de Tellita, Omó Obatalá, perteneciente a la rama Latuán, radicada en la calle Carlos III esquina a calle Estrella, La Habana. Su familia de sangre se trasladó a Camaguey donde continuó con la mencionada rama yorubá y luego a la ciudad de Guantánamo, donde desarrolló y consolidó su carrera como santero con la misma rama Latuán vinculado al ilé-ocha de Wilfredo Iznaga, Ogún Chelá, de Esteban Montalvo, Ogú Yemí Yemí (oriundo de Camaguey), de Carolina Varona, Oní Yemayá (también de Camaguey) y de la misma Tellita, quien se incorporó al equipo. Se trasladó a Santiago de Cuba, donde se vinculó a mucha gente de la santería, el Palo monte y a grupos culturales, en Palma, Contramestre, Bayamo, Holguín, Moa, Las Tunas, Trinidad, Santa Clara, Remedios, Matanzas, Cárdenas, Perico, Jovellanos, Pinar del Río y de la capital del país nuevamente. En cada uno de estos sitios se relacionó con espiritistas, mayomberos y santeros.

Aldo es asimismo Plaza del juego abakuá Bongó Orí Erí Fá Fá y vidente.

Me parece indispensable hacer una breve presentación de quiénes son los Musundi, por cuanto existe muy poca información y, menos aun, conocimiento acerca de ellos en el mundo académico, no así entre estos religiosos. El Dr. Jesús Guanche, en su libro inédito intitulado Africanía y etnicidad en Cuba: los componentes étnicos africanos y sus múltiples denominaciones, los designa con la voz sundi, basundi o nsundi que incluye en la denominación metaétnica congo, condicionada según él por la denotación topográfica e hidrográfica, entre los cuales se han podido identificar en nuestro país a muchos africanos de este origen. Considerados como los primeros habitantes del Congo, la República Democrática del Congo y Angola, algunos autores los incluyen, según este eminente investigador cubano, como parte de los kongo por su cercana vinculación espacial e histórica, "aunque cerca de 200 mil personas se consideran propiamente sundi". Se considera que hablan una variante dialectal del kikongo denominada Kinsundi. La desembocadura del río Congo formó el habitat que le ha impreso una marca especial a los musundi, la cual los distingue de otros conglomerados humanos en tanto los convirtió en pueblos pescadores, cazadores y dedicados a la cría de animales. En nuestro país se les conoce también con los siguientes etnónimos: basundi, congo basundie, congo musundi (congo musundi, congo sundí), congo muzombo (congo musumbo), congo sersundi, musundi (Musundi) sunda y sundi, y con esta última voz aparecen en Venezuela y en México, de acuerdo con las autoridades de sus respectivos países Acosta Saignes y Aguirre Beltrán, citados por Guanche en su obra antes referida.

El conocimiento volcado en el presente libro por el Tatandi Aldo le fue transmitido por sus padrinos de religión, el Tata José Batalla y la Yayi María La Conga, descendientes directos de africanos, y por otros muchos oficiantes entre quienes compartía experiencias e ideas, como con el Tata Nkise Inocente Armando Calvo Martiato (28 diciembre de 1919+4 febrero de 1994), de Poey, Yamba de Biokoko Efó, con Cheo Zarabanda, del Palmar de Marianao, el Tata Nkise Armando Palmer, de la Loma de Regla, el Tata Nkise Amador Saporta Castillo (30-04-1933+11-10,1987), de Párraga, de la casa de los Zarabanda Kinbiyaya Briyumba Kongo Rompe Monte Guindavela y ahijado de Martiato Zayas, de Guanabacoa, el Tata Nkise Gerardo Pedroso Lage, alias El Pico, de Párraga, Siete Rayos Punta de Loma Briyumba Congo, santero y obonékue del juego abakuá Betongó Naró, el Tata Nkise Juan Pedroso Riva (28-08-1924), alias Juancito, de Párraga, de la casa Kalunga Munan Sambe, descendiente de Martica y de Félix Herrera, del pueblo La Navaja, Unión de Reyes, con el Tata Nkise Hernández Armenteros (nacido en Santa Clara el 19-02-1918, vive desde hace muchos años en La Jata, Guanabacoa, donde fue declarado hijo adoptivo de la ciudad, alias Enriquito, ahijado de Panchito Machado, el fundamento de Enriquito se llama Zarabanda Briyumba Congo Siete Mundos Vence Batallas y con el Tata Nkise Francisco Ubencelao Machado Betancourt, alias Panchito Mascahierro, muerto el 17 de enero de 1998, cuya casa fundada en 1950 se llama Zarabanda Mascahierro Escupe Sangre Desbarata Compone Levanta Peso Ngó Batalla Briyumba Congo Hierbe Hierbe, ahijado de Salvador Acuis, del central Orozco.

Entre otros oficiantes con quienes Aldo el Musundi también ha intercambiado, están la Yayi Nkise Eneida Duarte Abadía, nacida el 20-08-1927, quien vive en La Curva de Párraga, nieta de nganga de Emilio O Farril, su fundamento se llama Yaya Nkise Zarabanda Briyumba Congo Vira Mundos Rompepiedra Nkita Malakita, ahijada de Carmelo Briyumba Congo, de El Moro (Mantilla), Tata Nkise Manuel Martínez Navarro, alias Manolo Escaparate, de Poey, nacido el 29-11-1942, quien ha sido un estrecho colaborador de los Musundi y cuya nganga se llama Siete Rayos Ntango Isa Lindero Batalla Briyumba Congo Ngó Gajo Punta de Loma y Gajo Musundi, quien es además santero, babalawo y nasacó del juego abakuá Muñanga Efó, Roberto Font Izquierdo (7-07-1949+24-09-1995), alias El Tuto, fungió en muchas ocasiones como bakoyula en las ceremonias de esta Rama Musundi, el Tata Nkise del nsó kalwanga Mama Choya Musi Congo Beberiko Kulumbé Nfindo congo Gajo Musundi, santero, obonékue de Bekurandió y yamba de la casa abakuá Bakunkere, la Yayi Nkise Herminia Torres Herrera, alias La Beba, nacida en La Habana el 7 de de abril de 1932, Yayi Nkise Malongo Tiembla Tierra Nyombo Lundu niari lekole Gajo Musundi, santera mayor y espiritista, estrecha colaboradora del cabildo de Musundi.

También el Tatandi Aldo compartió experiencias y conocimientos con el Tata Nkise José Oriol Bustamante, nacido en marzo de 1918, cuya casa Siete RayosVititi Congo Saca Empeño, estaba ubicada en Guanabacoa y quien era también plaza de un juego abakuá y también con el Tata Nkise Emilio O Farrill Escoto, uno de los mejores Tata Nkise de todos los tiempos, nacido en 1903 y cuya casa Zarabanda Briyumba Congo Nkita Malankita era descendiente del cabildo Kunalumbo, de Sagua La Grande, los Tata Nkise El Chino Vira Montana, de Puerta Cerrada, Centro Habana, cuyo fundamento era Siete Rayos Vira Montaña Vititi Congo Saca Empeño, Betongó Naroko en abakuá, Robertón el de El Hueco, Párraga, cuyo fundamento era de los Masca Hierro, plaza en el juego abakuá Betongó Naroko, Isidro El Tiña, de Poey, Zarabanda Criyumba Congo Gajo Musundi, José Ramón Iglesia, de la calle Unión en Mantilla, Siete Rayos Kayumbo Inyombo Gajo Musundi…

Mario Pedroso Lage, nacido en El Hueco, en Párraga, Tata Nkise Lucero Takisito Briyumba Congo Ngó, fue también Yamba del juego abakuá Betongó Naroko, cuyo hermano sanguíneo mayor, el orihaté Amilana, otros familiares y ecobios solicitaron al Tatandi la realización del llanto u honras fúnebres que tuvieron lugar en la casa de la difunta madre Tambi, en el propio El Hueco de Párraga hace aproximadamente un año. En este evento participaron Tatas de diversas casas de Malongo, familiares, amigos y ecobios y fue el último de esta naturaleza hecho por los miembros del Cabildo Musundi.

Todos aquellos destacados ganguleros mencionados más arriba dedicaron su existencia a la conservación de las tradiciones, la lengua, la música, los cantos, las costumbres y las prácticas más ancestrales que nos legaron los hijos de África traídos a Cuba en condición de esclavitud y sus descendientes directos. El conocimiento de que disponemos en este libro es también el resultado del ejercicio de la profesión de oficiante principal de la Religión Konga desenvuelto durante más de cuatro décadas a lo largo y ancho de Cuba. En los países donde Aldo ha vivido, como España, Suecia, Suiza, República Popular de Angola, Nicaragua, Italia, Francia, Inglaterra, Moscú, Guadalupe, Martinica, Curazao, Granada, Suriname, República Dominicana y más recientemente México, ha dejado también numerosos ahijados (no es exagerado afirmar que se cuentan por varias decenas de miles los que Aldo tiene en su país natal y fuera de él).

Pero esta obra es asimismo el fruto de la consagración en el estudio, la investigación y el análisis de las tradiciones religiosas de los Musundi, tal como las recibió de los integrantes del mencionado Cabildo bantú de Sagua La Grande, con que posee un vínculo el Cabildo que preside el Tatandi Aldo desde hace más de cuarenta años. Es lo que le permitió realizar en Sagua la primera ceremonia dedicada a rendir homenaje a los primeros africanos de este origen etno-cultural que fueron llevados e introducidos en este territorio de la antigua provincia de Las Villas. Porque Aldo además de ser oficiante principal de esta religiones es un investigador nato con un grueso expediente de estudio de la cultura afrocubana en general, tal como se manifiesta no sólo en La Habana, sino en todo el país y con largo período de estancia en Santiago de Cuba, la capital del Oriente. En esta última ciudad ha establecido un convenio de colaboración con el Centro de la Música y con la Casa del Caribe, institución de carácter científico que le otorgó la categoría de Investigador Adjunto y de la cual es representante en México y en cuantos países tenga delegación su empresa Mulemba Show Caribe Hispano, a fin de hacer la promoción del Festival del Caribe y fomentar el intercambio intelectual, artístico y cultural con la Isla.

Llanto brujo comenzó a ser escrito en España hace tres lustros en compañía de la esposa de su autor, la periodista Susana Reyes, quien ha trabajado en la obra desde 1989 en su condición de periodista y también de Yayandi del Cabildo Musundi. En octubre del año 2000 lo leyó Miguel Angel Botalín Pampín, destacada figura de la cultura nacional, ex director de las revistas Santiago y de Revolución y cultura y, finalmente, le fue presentado en la sede del mencionado Cabildo al investigador Orlando Vergés Martínez en el mes de febrero del año 2002, quien se entusiasmó a tal punto que pidió a su autor presentarlo a la Casa del Caribe, de la cual es Sub-Director, para su publicación en Santiago de Cuba. En abril del año en curso revisé la obra y, apercibido de su importancia, decidí retomar la decisión de Vergés para su materialización inmediata por muchas razones que paso a exponer sucintamente a continuación. En primer lugar porque me percaté inmediatamente de su valor excepcional que lo hará pasar a los anales científicos tanto de Cuba como de la región como una de las obras más importantes escritas sobre el tema. En efecto, la obra presenta por primera vez los elementos principales que se ponen en escena en los momentos más importantes de la vida de un miembro de la Religión bantú: el momento en que es consagrado o iniciado en ella y el otro en que se le rinden las honras fúnebres para despedir su mfumbe o muerto.

Se nombran, enumeran y describen los materiales empleados en los ritos principales que se ejecutan en cada uno de ambos eventos, así como los rezos, cantos, invocaciones y las acciones principales que deben conducirse según las normas o reglas heredadas de nuestros antepasados.

Subrayo que es la primera ocasión en que los iniciados y oficiantes de la denominada Regla Conga o Regla de Palo Mayombe tienen en sus manos un libro en que se les ofrecen estos valiosos materiales que han sido rescatados de la memoria colectiva por el Tatandi de los Musundi como su mejor regalo para la preservación de tan valioso usufructo espiritual del pueblo cubano y de América, para el bien de la Humanidad, surgida precisamente en África. En él tienen una guía segura fundamentada en una sabia experiencia y en el conocimiento de la lengua y el pensamiento religioso de los congos. Constituye asimismo una valiosa fuente de información para los estudiosos de la cultura y ¿por qué no? también para los docentes que están en la obligación de vencer los prejuicios antirreligiosos acumulados durantes siglos de colonialismo y neocolonialismo, que con mérito se ha esforzado por liquidar la Revolución cubana encabezada por Fidel Castro, y llevar a los alumnos el ánimo por el reconocimiento y valoración de esta herencia que nos honra.

Llanto brujo es acompañado de dibujos o trazados rituales ilustrativos de algunos importantes pasajes de los ritos y ceremonias descritas en ella. Aumenta su valor por la inclusión de un disco o fonograma grabado sobre la base de los rezos y cantos auténticos que Aldo conoce por cuanto les fueron transmitidos por sus ancestros de los Musundi y que él ejecuta desde que comenzó su vinculación a esta religión bantú siendo un adolescente hasta el presente. Esta es una producción musical independiente suya en la que participaron experimentados intérpretes y cantantes santiagueros bajo la dirección artística del propio Tatandi que aporta su voz como guía. Al final se ha colocado un pequeño glosario que con los restantes elementos mencionados contribuyen a un mejor manejo de los materiales principales que se ha tenido el cuidado de poner al alcance del público cubano y de otros países en los que han entrado y arraigado muchas de las prácticas religiosas que constituyen hoy en día un objeto de regocijo para nosotros los cubanos, en razón de que no hay otro país en el hemisferio occidental en que se hayan preservado como en Cuba y detrás de las cuales hay un tesoro de sabiduría, de pensamiento filosófico profundo y un río encantador de belleza y armonía.

Una vieja amistad me ata a Aldo, en cuya prenda tomé sombra a raíz de la muerte de mi padrino en esta religión, el Tata Nkise Vicente Portuondo Martín, de la familia religiosa de los Brama con Brama, del Tata Nkise matancero Reynerio Pérez, establecido en Santiago de Cuba a principios del siglo XX. Mi participación en la confección del Llanto por un brujo se ha limitado a escuchar, tratar de transcribir y redactar en un lenguaje sencillo lo que el Tatandi de los Musundi me ha dictado durante un tiempo en que hemos concentrado nuestros esfuerzos para poner a disposición de nuestro pueblo este rico legado cultural que debería ser propuesto a la UNESCO, y de hecho lo estoy haciendo aquí en mi condición de investigador y escritor, para engrosar su listado de Patrimonio Intangible de la Humanidad.

José Millet
Santiago de Cuba, mayo 25, 2004
Coro, noviembre 30, 2007






José Millet
Profesor Investigador Auxiliar Lic. José Millet
Director del Centro de Investigaciones Socioculturales
Instituto de Cultura del Estado Falcón
Edificio Sta Rosa, Coro City, Estado Falcón, República Bolivariana de Venezuela
Teléfono celular: 0416/2615089 y tlf. fijo: 0268/4608164
Email: milletjb2004@yahoo.com




Página enviada por José Millet
(30 de noviembre del 2007)



Cuba. Una identità in movimento

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El rostro de Santiago Apóstol en Cuba, por José Millet

[Portada interior del libro]

EL ROSTRO DE SANTIAGO APÓSTOL EN CUBA

Prólogo, selección y notas de José Millet

CASA DEL CARIBE

Santiago de Cuba

[Logotipo de la Fundación]

Fundación Eugenio Granell

Bajo el patrocinio del Consorcio y Ayuntamiento de Santiago de Compostela


[Créditos]

Agradecimientos: (Oficiantes)

Don Chino (+)

Cunino (+)

Roberto Salazar [Mozo+

Vicente Portuondo M.

Eugenio Montero

Ismael (Foco el Tivolí)

Isacc Besse Pozo

Rafael Bejerano

Esmeraldo Cos Donatié

Angela Despaigne

Agradecimientos:

Casa del Caribe, Casa de las Tradiciones del Tivolí

Oficina del Conservador de la Ciudad (Santiago de Cuba)

Taller Cultural

Obispado y Catedral de Santiago de Cuba

Museo Emilio Bacardí

Museo del Carnaval

Fotografía:

Arnoldo Martínez Rojas

Arq. Ricardo Meriño

Máster Natalie Goltemboth

Reinter Peter-Ackermann

Tipeado en ordenador:

Lic. Juan O. Ferrer

Isabel Matos


A la memoria de tres santiagueros

que siempre vivieron orgullosos

de serlo: Cunino, Mozo y Don Chino


ÍNDICE

Son de Negros en Cuba (Federico García Lorca)

De cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra

PARTE I

El sembrador de símbolos Arq. Omar López

Santiago en la intimidad Dra. Olga Portuondo

Carnaval Lic. Joel James

Religión Lic. José Millet

PARTE II

Santiago en la historia, la memoria y la creación artística

2.1 Carta de Diego Velázquez al Rey de España

2.2 Hernán Cortés a la conquista de un imperio

Fray Bartolomé de las Casas

Bernal Díaz del Castillo

2.3 Visión de un creole del Santiago colonial (Hippolyte Pirón)

Ante la tumba del médico de Napoleón

La Catedral

Las fiestas en Santiago del Prado

2.4 Santiago visto por un folklorista (Ramón Martínez Martínez)

La Catedral

Emilio Bacardí

Las Fiestas

Los Mamarrachos

2.5 Visión de un pintor inglés (Walter Goodman)

El Apóstol de alcoba

La ópera de los mendigos

2.6 Para una definición de la ciudad (Waldo Leyva)

2.7 En el reino de Santiago (Alejo Carpentier)

Santiago en el camino del palenque

Santiago en la Ciénaga (Luis Felipe Rodríguez)

2.9 De cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra (Raúl Pomares)


De cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra

Las vidas no siempre fueron ríos que van a dar a la mar. Hay caminos que llevan a un destino: al encuentro entre los hombres. Este es el de Santiago, que une varias civilizaciones, venciendo el tiempo y acortando el espacio entre las culturas. Como el que llevó al personaje Juan, a través del mapa de aquella Europa salida del Medioevo, a unas Indias recién descubiertas que se ofrecían -en la visión temeraria del occidental- como tierra 4de promisión, henchida de riquezas y parpadeante de hechizo. Pero otra fue la realidad que encontró este personaje del relato "El camino de Santiago", del cubano Alejo Carpentier, a su llegada al Nuevo Mundo. Había allí algo más que magia: había tierra de naturaleza paradisíaca, de verdor hiriente, donde convivían indios, negros esclavizados, con amos europeos crueles y sanguinarios, frente a los cuales la gente se rebeló y se hizo a la vida en libertad en asentamientos en ocasiones imbatibles, que aquí llamamos palenques

Hubo un antes en que los invasores europeos debieron conocer el medio, dominar sus fuerzas y someter a sus habitantes para levantar los elementos materiales que se avenían con su civilización. Eso es lo que hicieron en Cuba, bajo el signo de la cruz y valiéndose también de la espada. Aquellos varones que se aplicaron a la conquista eran portadores de un sistema de valores forjado en el Medioevo y que pugnaba por abrirse paso, hasta imponerse, finalmente como lo hizo. De ahí se explica que, alimentada por la ambición y la gloria, su conducta haya desdicho y quebrado los principios de un catolicismo beligerante en nombre del cual surgió España encima de la cabeza de los heréticos moros y de todo tipo de heterodoxia.

Esta contradicción e inconsecuencia entre religión y praxis histórica es aplicable a aquellos acontecimientos, en medio de los cuales nacía el capitalismo, respirando lodo y sangre por los poros, según la metáfora de Marx. La vemos en la relación Velázquez/Cortés, marcada por el engaño y la traición, aunque esto último haya parecido exagerado.

Del puerto bautizado con el nombre del santo patrón de España salió el intrépido Cortés a conquistar el Imperio azteca, empresa en la que otros habían fracasado y en la que halló su celebridad. El mismo enclave donde, hace poco más de un siglo, con el hundimiento de las naves del Almirante Cervera, culminó el dominio español en América y emergió, después del desembarco de los marines, el Imperio norteamericano en un mundo así desequilibrado. Seis décadas más tarde, los ojos de esta ciudad fueron "fieles" testigos de la entrada triunfal de un ejército barbado de campesinos y trabajadores que, en una guerra irregular y corta, había dado al traste con una tiranía apoyada en un descomunal aparato burocrático-represivo y en el hombro de este último joven imperio, que aún hoy no ha aceptado su derrota.

Desde su fundación, Santiago de Cuba estuvo marcada con el signo de la oposición opresión/rebeldía; del afán guerrero e impositivo del conquistador y de la resistencia del oprimido frente a todo tipo de sujeción y vasallaje. Esa es la interpretación verídica que nos hace el texto dramático De cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra, del actor Raúl Pomares, quien contrapone a los personajes Ño Pompa (el pueblo) y a Santiago Apóstol (la cultura del amo español) en un proceso dialéctico que le permite desmitificar la historia y extraer de ella otra "lectura". Finalmente, asistimos a la transformación de valores del segundo de los personajes: corre el año 1868, "Santiago queda solo enfrentado a su imagen. Sube al pedestal y toma la espada", del Apóstol ecuestre, se nos dice en la acotación escénica. Ese "Adiós, Apóstol! Santiago se va, del escueto y punzante final, marca su incorporación a la insurrección que ese ano los cubanos han iniciado contra el dominio de España en la Isla.

El santo patrón convertido en opuesto -desalienado- suma su arma característica al cambio radical de aquellos a quienes había contribuido a dominar en su condición de héroe de lo hispánico y símbolo de la fe intransigente, como se autodefine al principio de la obra. Una vez más Prometeo (Ogún) ha sabido arrancarle el fuego a los dioses y con él se lanzará a su siempre renovada empresa libertadora y edificadora del hombre aspirado que, en nuestro caso, es el etnos nacional. Y este gesto de profundo alcance histórico-cultural es el rostro definitivo de Santiago que me he propuesto subrayar en esta selección de ensayos y textos recuperados de nuestra historia: el de una ciudad como símbolo de lo cubano y el de un pueblo -el santiaguero- como símbolo de rebeldía asentada firmemente en el fondo de una espiritualidad tradicional y, al mismo tiempo, tan flexible y creativa que le ha permitido siempre integrar dentro de sí los elementos de las culturas más distantes y disímiles, sin debilitarse ni desdibujarse en sus originales esencias.

Cortés parte de la villa a conquistar un imperio. En sus insignias refulge la imagen del Santo Patrón. La espada de Santiago se une al machete de Ogún y el personaje con el nombre del santo se suma a la comparsa carnavalesca que cierra el montaje de la obra teatral. Atención: he dicho el carnaval, que en esta ciudad tuvo un nombre distintivo: los mamarrachos. De su seno brotó un tipo de representación callejera de marcada espontaneidad y alto valor comunicativo que hoy conocemos como teatro de relaciones. Este formato expresivo es el que ha servido al Cabildo Teatral Santiago, grupo de actores profesionales, para montar el texto que hemos comentado aquí en extenso. Uno de sus asesores principales lo fue durante años el historiador y ensayista Joel James, cuyo aporte a la presente entrega describe el complejo entretejido existente entre las representaciones litúrgicas oficiales, durante la colonia, y la conformación de un pensamiento en el pueblo, definidamente propio y original, que se ha expresado con un alto sentido de independencia. Estamos en presencia de un consistente estudio sociológico e histórico de las fiestas de Santiago Apóstol de la ciudad.

La historiadora de la ciudad, doctora Olga Portuondo, nos presenta en su estudio "Santiago en la intimidad del santiaguero" un rostro del santo patrón inusual y raras veces visto: el de un foco generador de espíritu que distingue al nativo local del resto de los habitantes de la Isla. Con un riguroso y exhaustivo empleo de las fuentes escritas, esta investigadora ha sabido demostrar una vez más su cualificada autoridad para escribir sobre la historia de esta ciudad de Santiago de Cuba, llena de vericuetos, de personajes y héroes de su cultura, como el de este Apóstol que le dio nombre, que le cobija hasta el presente.

Para no sobrecargar este prólogo, remito al lector a las notas elaboradas por mí para introducir los textos aquí incluidos. He querido salvar para la memoria, el nombre de ese incansable trabajador de la cultura que fue el santiaguero Ramón Martínez Martínez, quien supo escudriñar en las expresiones y las tradiciones de su ciudad natal aquellos batientes que dibujaron el perfil de una espiritualidad definitiva. Siendo un joven con la cabeza retumbante de filosofías europeas, a finales de la década de los sesenta -recién asentado en Santiago de Cuba- me estremecieron los artículos que leí en su invaluable Oriente folklórico: en ellos aprendí más de cubanía que en los libros que me indicaban leer en la universidad, como aprendí más historia de Cuba en el Museo Emilio Bacardí que en los textos con los que había tenido que bregar en los niveles de enseñanza precedentes. Por aquel insigne intelectual supe que cubano se le decía durante la colonia" y "hasta hace poco" al santiaguero, como siempre se le denominó Cuba a esta ciudad de Santiago, que me acogió como un hijo y a quien he querido rendir sentido homenaje con el presente libro.

Por ahí comencé a conocer su historia y a adentrarme en la cultura local con un maestro indiscutible que confieso nunca hallé en el aula: el pueblo, el Ño Pompa ingenioso y cálido, franco, espontáneo, afable, cariñoso y capacitado para enfrentar las tareas más difíciles de la historia: las que impone la vida cotidiana, más aun en situaciones extremas de peligro y carencias. Ese es el cálido santiaguero, armado de una espada-machete de Apóstol-Ogún que se llama capacidad de resistencia y espíritu de lucha que ¿no es acaso uno de los frutos de ese "sembrador de símbolos" bajo cuya advocación surgimos a la historia, quiere decir, a la vida? ¿acaso no es ese el sentido de la heroicidad entendida como vocación inclaudicable por la libertad?

Este es el destino al que me refería: al encuentro de dos ciudades -Compostela y Cuba- y de dos pueblos hermanados por ese camino que recorrimos en la meta siempre ascendente de una humanidad más solidaria y amable.

Una vez más tengo que agradecer a tantos que este empeño haya podido llegar a término y, de modo especial, a la amiga Natalia Fernández Segarra, directora de la Fundación Eugenio Granell, que acogió la idea del libro y nos alentó para que lo concluyéramos del mejor modo. Espero que tenga la acogida que un abrazo entre hermanos merece.

Otros destellos del rostro de Santiago podrán ser apreciados en las imágenes e iconografía que nos comenta en sus palabras el arquitecto Omar López, Conservador de la Ciudad. Fueron tomadas por el profesor Arnoldo Martínez Rojas, el arquitecto Ricardo Meriño y el alemán Reinter Peters-Acherman, este último bajo nuestras indicaciones. Justamente, éste y mi amiga la alemana Natalie Goltenboth, cuya tesis doctoral asesoro, le hicieron las últimas fotos a oficiantes religiosos raigalmente vinculados al culto a Santiago y que fallecieron hace poco: al santero Mayor "Cunino", al akpwon Mozo y al espiritista muertero Don Chino, humildes santiagueros a quienes tenemos el honor de dedicarles este libro en sentida manifestación de cariño y aprecio eternos.

Jose Millet

Santiago de Cuba, marzo, 1999


Santiago de Cuba visto por Federico García Lorca

Sí, Lorca estuvo en Santiago de Cuba. Fue a principios de los años treinta, luego de su estancia en La Habana, donde suponemos haya escrito el memorable poema dedicado al sabio cubano Don Fernando Ortiz, padre de la Antropología en el Caribe. Según mi entrañable profesor de crítica literaria Ricardo Repilado, su estancia aquí duró escasos días, a lo sumo 2 ó 3. La doctora Amparo Barrero ha aportado “las pruebas decisivas” de la estancia del genial granadino en Santiago de Cuba, en la primavera de 1930. Según algunos testigos, en los últimos días de abril Lorca ofreció una charla en los salones de la Escuela Normal con el título “Mecánica de la nueva poesía” y, según otros, leyó poemas suyos entre los que recuerdan aquel que ellos titulan “Iré a Santiago” —el que reproducimos aquí con su verdadero título— muy probablemente escrito a su llegada a La Habana en aquella memorable ocasión. Estas últimas pruebas fueron dadas a conocer por la doctora Barrero en su artículo “Otros testimonios de la visita de Lorca a Santiago de Cuba”, revista El Caserón, Delegación provincial de la UNEAC, No. 3, junio de 1987, pp. 40-45, para mayor información consúltese “El viaje de Lorca a Santiago de Cuba”, Revista de la Biblioteca Nacional, No. 1, enero-abril 1979; Jesús Sabourín, Revista de la Universidad de Oriente, marzo de 1962; Juan Marinello, “El poeta llegó a Santiago”, revista Bohemia, 31 de mayo de 1968. El poema ha sido tomado de libro Lorca por Lorca. Me informan que recientemente apareció el ticket del tren Habana-Santiago y se encuentra en el Museo de Fuentevaqueros, como constancia del viaje del poeta a esta villa, cuyo pueblo le inspiró el memorable poema que colocamos en el pórtico de nuestro libro como reconocimiento a ese artista que tanta vida dejó en todos. Con él podemos repetir "Siempre dije que yo iría a Santiago/ en un coche de agua negra" y, digo yo, y aquí quedó.

Son de negros en Cuba

a Don Fernando Ortiz

Cuando llegue la luna llena,

iré a Santiago de Cuba,

iré a Santiago

en un coche de aguas negras.

Iré a Santiago.

Cantarán los techos de palmera.

Iré a Santiago.

Cuando la palma quiere ser cigüeña.

Iré a Santiago.

Y cuando quiere ser medusa el plátano.

Iré a Santiago.

Con la rubia cabeza de Fonseca.

Iré a Santiago.

Y con el rosa de Romeo y Julieta.

Iré a Santiago.

Mar de papel y plata de monedas.

Iré a Santiago.

¡Oh Cuba! ¡Oh ritmos de semillas secas!

Iré a Santiago.

¡Oh cintura caliente y gota de madera!

Iré a Santiago.

!Arpa de troncos vivos, caimán, flor de tabaco!

Iré a Santiago.

Siempre dije que yo iría a Santiago

en un coche de agua negra.

Iré a Santiago.

Brisa y alcohol en las ruedas.

Iré a Santiago.

Mi coral en la tiniebla.

Iré a Santiago.

El mar ahogado en la arena.

Iré a Santiago.

Calor blanco. Fruta muerta.

Iré a Santiago.

¡Oh bovino frescor de cañavera!

Iré a Santiago.

¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro!

Iré a Santiago.[1]

Federico García Lorca

PARTE I.- EL SEMBRADOR DE SÍMBOLOS

SANTIAGO EN LA INTIMIDAD DEL SANTIAGUERO

Olga Portuondo Zúñiga

A la memoria de un santiaguero llamado Santiago

La relación entre el apóstol Santiago (el Mayor) y Santiago de Cuba remonta casi el medio milenio de su fundación; y hasta el día de hoy, la ciudad está orgullosa de su nombre y de su patronazgo. La tradición engarza las cuentas de una historia común, sin que ello implique una plena identificación espiritual inicial, ni la inexistencia de escollos a salvar para que la comunidad asumiera como honra y nobleza su cualidad santiaguera.

Santiago apóstol encarna a España y une América bajo el imperio ultramarino y la catolicidad. Santiago de Cuba, será la segunda ciudad en América bautizada con este nombre, Santiago de los Caballeros en La Española, le precedió en el Caribe. Este patronímico, que ostentan muchas ciudades, representa en la identidad del Nuevo Mundo el sello indiscutible de la unidad espiritual hispana, que surgió con la llegada del conquistador peninsular, y la búsqueda perpetua por la reafirmación singular de esta herencia.

Santiago apóstol, conquistador y colonizador español

Cuando Diego Velázquez llegó a la bahía protegida del sudeste de la isla Fernandina para radicar allí una villa, que además fungiera como capital de su tenencia de gobierno, parece que ya su puerto se reconocía con el nombre de Santiago; lo cierto es, que así también denominaría en 1515 al núcleo de población que fundó, inspirado en la orden de este nombre a la que pertenecía Su Majestad católica Fernando I, también por la popularidad que el patrono español adquiriría durante la larga y dura empresa de la Reconquista. El propio Diego Velázquez, había sido bautizado con una de las maneras de designarlo y sentía especial devoción por el santo, tal y como haría saber en su testamento.1

Santiago Matamoros fue la representación religiosa preferida de los primeros ocupantes del Nuevo Mundo, porque la conquista de América, para los ojos de los castellanos, era la continuación de aquella otra lucha contra los herejes de la península: Santiago el guerrero, el del blanco corcel y arma en ristre para el combate por la cristiandad.

Esta imagen deja su impronta a inicios de la conquista de Cuba, y la mejor manera de corroborarlo es mediante el estudio de composición de los primeros escudos de armas concedidos por la corona a la Isla y a la ciudad-capital de Santiago de Cuba.2 Justamente, ellos también expresan la otra cara de la presencia hispana en el Nuevo Mundo, el carácter fundacional y colonizador asumidos por el apóstol, la huella primigenia de la cultura peninsular. Así lo quiso ver el pintor santiaguero Juan Emilio Giró en los comienzos del siglo XX, mientras recreaba una escena de los primeros momentos de la colonización en la capital de la isla de Fernandina (Cuba) que hoy se expone en el Museo Emilio Bacardí.

La Real Cédula de 28 de abril de 1522 otorgó a Santiago de Cuba el título de Ciudad y la condición de sede del obispado de la isla de Cuba.3

Santiago fue también patrono del pueblo erigido en la inmediatez del cerro de Cardenillo (cercano a Santiago de Cuba) y que tuvo por nombre Santiago del Prado. Allí se levantó una modesta parroquia en 1599 convertida en núcleo fundacional para la explotación del cobre. Varias veces sería reconstruida por los esclavos. El castellano Francisco Sánchez de Moya, administrador de las minas en nombre de la corona, colocó en el altar mayor una imagen de Santiago apóstol cuyas características nos permite conocer el inventario que realizara el administrador saliente en 1620, al hacer entrega del Real de Minas al asentista Juan de Eguiluz:

[...] y en el dicho altar una imagen de bulto de Santiago El mayor

advocación de esta Santa Yglesia que dize trajo de españa con

Yntento de colocarla en la ssanta Yglesia que hiciese con su capa

de terciopelo a fallistada con sombrero de plata con el articulo

de fe que compuso en la casa de el [...]4

El inventario incluye "un portapas de plata que tiene un Santiago a Caballo" y la imagen del altar mayor parece haberse conservado en la misma parroquia hasta los inicios del siglo XX, según relaciones guardadas en los archivos del arzobispado santiaguero.

A pesar de lo dicho, la devoción a Santiago Apóstol no cobró fuerza en el poblado mestizo de Santiago del Prado, en cambio sí calorizó el culto mariano a la virgen de la Caridad del Cobre entre indios, negros y blancos al punto de instalarse su imagen en una ermita del cerro desde donde ganaría prestigio entre los cobreros hasta convertirse en su patrona. Culto y santuario devinieron expresión de identidad criolla, proyectada más allá de sus fronteras, con el devenir de los siglos se convertiría en patrona de todos los cubanos. La aparición mítica de la imagen de varillas de la Caridad sobre las aguas de la bahía de Nipe, queda imbricada a la gestación de la cultura popular criolla de sus devotos.5

Entre las muchas leyendas tejidas en torno al culto de la virgen cobrera se halla aquella que involucra a su segundo ermitaño Melchor de los Remedios. Su sucesor, el presbítero Julián Joseph Bravo le atribuyó la capacidad de profetizar. La población de Santiago de Cuba quedó aterrorizada y sin querer regresar a sus casas después del ataque de filibusteros ingleses en 1662, comandados por Cristopher Myngs, Inspirado por la advocación mariana de la Caridad, el ermitaño infundió confianza en los santiagueros al declarar ante el propio obispo: "no tema que la Ciudad de Cuba sólo resta ser tomada de Cuervos, y será muy amenazada del enemigo, pero no mas tomada".6 Así tuvieron garantías para volver a sus hogares. Con este y otros muchos ejemplos, es posible demostrar la devoción ferviente de la comunidad santiaguera por la advocación mariana de la Caridad casi desde los mismos comienzos de su culto.

La colonización española, tuvo como reacción las agresiones constantes de las otras naciones europeas sobre sus emplazamientos en el Caribe; sus pobladores tendrán que enfrentarse a corsarios, piratas y filibusteros. Se convocaba a la unidad para combatir con el grito que llamaba al santo patrón. En temprana fecha de 1604, el obispo fray Juan de las Cabezas Altamirano era prendido como rehén por el capitán francés Ferrer o Girón para exigir su rescate. Armados con sus instrumentos de trabajo, los pobladores españoles, indios y negros de la región oriental de la isla de Cuba vencieron y lograron libertar al obispo, luego que el alcalde bayamés Gregorio Ramos los llamara a la lucha: "El dicho alcalde dio el Santiago y salió a ellos se dio la batalla y mataron al capitan [...]"7

Silvestre de Balboa en su Espejo de Paciencia, inspirado en estos hechos, pone en boca de los pobladores el grito de guerra: ¡Santiago, cierra España!,8 heredado de las luchas contra los moros, y cuyo significado, al plasmarse en el primer poema épico de la isla de Cuba, vale para poner en evidencia la identificación de intereses, en aquellos primeros siglos, entre la Corona y su Imperio Ultramarino.

Por Real Cédula de 1607, Santiago de Cuba se convertía en centro del recién creado Departamento Oriental y La Habana pasaba a ser la capital designada para la isla de Cuba. Muchos de sus gobernadores y capitanes a guerra fueron caballeros de la Orden de Santiago, como otros americanos notables de los siglos XVII y XVIII: Pedro de Fonseca Betancourt, Pedro de la Roca y Borjas, Pedro Bayona Villanueva, José Canales, Alonso de Arcos y Moreno, Sebastián Kindelán, según conocemos. Es de suponer que esta sea una de las razones por la cual, en los papeles de inventario de ornamentos de comienzos del siglo XIX del archivo del Museo Archidiocesano de la catedral santiaguera, aparezcan cinco cruces de oro insignias de la orden de Santiago.9

Pero la devoción a Santiago apóstol era algo que no calaba hondo en el espíritu criollo, precisamente por el lastre que implicaba representar el puro ideal bélico hispano y porque encarnaba la imposición del conquistador y la sumisión debida.

En los comienzos del siglo XVII, el Cabildo eclesiástico de Santiago de Cuba se empeñó en fomentar el culto al santo Ecce Homo del que se difundieron numerosos milagros y leyendas. Entre éstas, se cuenta la historia del desembarco en 1678 de corsarios franceses en las arenas de la playa de Juraguá con el propósito de ocupar a Santiago de Cuba y la acción del loco Juan Perdomo quien, sirvióles de guía y gritó ¡Santiago, España!, para provocar la confusión de los agresores que lucharon entre sí, lo que salvó a la ciudad de ser ocupada. Considerado como un hecho milagroso, gracias a la intervención del Ecce Homo, creció su fama de benevolente protectorado cuando ya en 1652 había motivado la colocación de un cuadro del Cristo Señor Nuestro a la Columna (Ecce Homo), traído desde Cartagena de Indias y obra de un artista llamado Francisco Antonio, en la puerta del sagrario del altar mayor de la Catedral.10 Ganó tal popularidad que su fiesta, el último miércoles del mes de agosto, fue organizada por ambos Cabildos durante más de un siglo.

Y es que Santiago apóstol, con toda la carga del belicoso dominador hispano, sufría el progresivo distanciamiento de los criollos, a pesar de ser también exponente del espíritu fundacional que recreó el propio obispo Diego Evelino de Compostela, (17 de noviembre de 1687-29 de agosto de 1704) quien hizo honor a la tradición de su nombre durante los años de su apostolado y hasta su muerte, con la creación de nuevas parroquias en el territorio habanero entre las primeras, la de Santiago de las Vegas en 1688; y aunque nunca visitó la capital de su diócesis, también ordenó erigirlas en pueblos de la región oriental. Buenos ejemplos son las de San Pablo de Jiguaní y San Luis del Caney, entre otras.

Santiago: binomio de sumisión colonial y jolgorio popular.

La fiesta del patrono de la ciudad se conmemoraba cada 25 de julio, parece que desde sus propios comienzos, auspiciada por el Cabildo secular. De manera que, la ceremonia oficial tenía su punto climático en la procesión iniciada la víspera en horas de la tarde y al frente de la cual marchaba una imagen de Santiago apóstol junto al Pendón de Castilla portado por el alférez real y detrás todas las autoridades civiles. Salía del Ayuntamiento y se dirigía hasta la catedral donde era recibida por una representación del Cabildo eclesiástico. Luego de la ceremonia religiosa, la imagen permanecía en el templo hasta el día siguiente en que regresaba al Ayuntamiento en horas de la tarde-noche del 25 de julio. Se adornaba e iluminaban las casas del vecindario. Mientras se hallaba expuesta en la iglesia mayor, todos los citadinos iniciaban la diversión de los mamarrachos con comparsas donde se combinaba el baile y la música popular. Así se fueron creando en torno al patrono, imperceptiblemente, dos tradiciones, naturalmente imbricadas: una oficial, que cada año propiciaba la demostración de fidelidad de la ciudad a su metrópoli y la otra popular que alegremente manifestaba el orgullo de ser criollo santiaguero del Caribe.

De inmemorial costumbre, según razón, era la convocatoria anual, cada 25 de julio, de todas las compañías de milicias de la jurisdicción para participar en los actos del día de Santiago apóstol, santo patrón, también concurrían las formadas por los llamados cobreros esclavos y libres del pueblo de las minas. Estos últimos aprovecharían la coyuntura en 1731 para sublevarse y acimarronarse, con caja y bandera, sin asistir a la fiesta, en acto de rebeldía contra los desmanes del gobernador departamental Pedro Ignacio Jiménez, por haber lesionado sus derechos naturales.11 Fue ésta una de las primeras oportunidades en que los días de las fiestas dedicadas al apóstol Santiago se escogían para manifestar la rebeldía insurrecta de los oprimidos frente a los intentos de acentuar el despotismo colonial.

El Cabildo catedralicio no era el organizador de estos actos conmemorativos del día del patrón de la ciudad, se limitaba únicamente a secundar a las autoridades civiles bajo las órdenes del gobernador departamental y vicepatrono de la Iglesia, según las leyes del Patronato Regio: el apóstol Santiago era patrono del obispado y, como desde finales del siglo XVI los prelados se mantuvieron, la mayor parte del tiempo, sin ocupar la silla al conservar la residencia en La Habana --capital efectiva desde mediados del siglo XVI-- su estado vacante otorgaba preeminencia a los prebendados presididos por su deán en la Catedral. Para ellos la festividad religiosa de Santiago apóstol era una más entre otras como la de: Nuestra Señora de los Dolores, la Purísima Concepción, Nuestra Señora del Carmen, Santa Teresa de Jesús, Santa Ana, Nuestra Señora de la Candelaria, San Bartolomé, San Juan Crisóstomo, San José, San Agustín, San Juan Nepomuceno, San Antonio de Padua, San Fernando, San Juan Bautista, San Pedro, San Mateo, San Andrés, Santo Tomás, San Francisco, San Bartolomé, Nuestra Señora de Africa, etc. Predominaban la carrera del Corpus Christi, la fiesta del Santo Ecce Homo, el día de la invención de la Santa Cruz, la del Santísimo Corazón de Jesús y se atendía con especial preferencia la de su patrona Nuestra Señora de la Asunción.12

A la ciudad solía llamársele Cuba y el nombre genérico con que se identificaban sus habitantes era el de cubanos, por entonces, casi nunca se les distinguía como santiagueros. El gobierno de la ciudad era el encargado de organizar las fiestas al patrono como exponente de la autoridad colonial y acto de sumisión de los citadinos. Y hasta en oportunidades, los funcionarios metropolitanos escogían señaladamente, la víspera del día de Santiago para presentarse ante el Cabildo.13

Así las cosas, el siglo XVIII santiaguero se halla mejor ilustrado respecto a la festividad del patrono, a través de las Actas Capitulares seculares y eclesiásticas que aún se conservan, las que permiten arrojar mayor luz sobre la celebración: en 1738, los capitulares acordaban dar $50 de los propios, que debían invertirse en cera, para las fiestas del Santo Patrono. Pocos años después, se conminaba al mayordomo de propios a asistir con $20 a las personas que el 25 de julio "[...] se dedicaran a concurrir a la danza que en dicho día se hizo en obsequio y celebración de dicho Santo [...]". Al portero correspondía, en esta fecha, poner la iluminación en las casas del consistorio y el gobierno, según la cantidad que se asignara.14

En el último cuarto del siglo XVIII, las actas del cabildo secular se referirán a las dificultades financieras por las que atravesaba la ciudad, razón principal esgrimida por los antiguos contribuyentes de las profesiones de escribanos, procuradores, alguaciles u otros maestros para eludir sus responsabilidades en el pago de la iluminación de las fiestas durante las noches de vísperas y del día del patrono. El Consistorio, que seguía organizándolas, mediante bando, desde muchos días antes, exigía el cumplimiento de aquella obligación. Por entonces, era ya tradicional la carrera entre su sede y la del Cabildo Eclesiástico con la imagen de Santiago apóstol encabezándola, mas parece haber perdido su lucidez si nos atenemos a los comentarios del diputado Estaban de Palacios que se quejaba de que la ceremonia en la Catedral "se celebra con muy poca decencia y solemnidad por falta de interés de erogación por estrechez de la renta de propios" y no había quien quisiera hacerse cargo del sermón. El propio Cabildo secular terminó por suprimir la distribución de refrescos a sus ministros.15

De una u otra manera, el culto al patrono no echó las raíces necesarias ni creó la simpatía suficiente para formar la devoción religiosa popular, aunque el 25 de julio la ciudad celebraba con júbilo la identidad con su patrono.

Ya al nacer durante la víspera del día del santo patrono en 1725, Santiago Hechavarría y Elguezúa estaba comprometido con su tradición mediante bautizo. Era uno de los miembros de la más prominente familia patricia santiaguera. En el correr de los años; aquel niño que estudiara en el seminario de San Basilio el Magno de Santiago de Cuba y, más tarde, en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana; se convertiría en el primer obispo nacido en la isla de Cuba que ejercería en su propia tierra.

En la visita pastoral de 1774 a su ciudad natal, para ser investido con su jerarquía por el Cabildo, procuró acentuar la influencia jacobea en el territorio de la diócesis. Llegaría a Santiago de Cuba, en los días próximos a la fiesta patronal y convendría con el cabildo la celebración de un acto en correspondencia con su autoridad, tal y como lo establecían las Leyes de Indias. No podía el Cabildo recibirlo con palio, pero éste decidió tocar a coro desde las 4:30 a.m. y comenzar los oficios religiosos desde las 5:30 a.m. ya que el obispo haría su presentación a las 7:00 a.m. Francisco Mozo de la Torre, deán de la catedral, convocó a todo el clero, invitó a la nobleza y ordenó que el sacristán mayor, el coadyutor y el mayordomo de fábrica prepararan las condiciones para recibir a Su Ilustrísima ante la iglesia de Santo Tomás con alfombra, cojín, mesa, cruz y sillas donde debían sentarse los prelados, mientras el obispo tomaba los pontificales. En la puerta del perdón se dispuso colocar también alfombra, incensario, naveta y el recipiente para el agua bendita.

El día 8 de julio la procesión de notables se dirigió a lo último de la ciudad donde todo estaba ya preparado. Vestido el deán con su capa magna y seis capellanes de coro con capas y cetros recibieron a su obispo. El primero, le dio la cruz a besar mientras el obispo se ponía de rodillas. Un repique de campanas sonó en las iglesias y duró hasta que el ilustre visitante llegó a su casa. La procesión comenzó la carrera cantando, mientras en Santo Tomás el obispo vestía los pontificales ayudado por el chantre y el tesorero que sirvieron como diáconos. Marchaba el deán cantando, a cuatro pasos de Su Ilustrísima, hasta la puerta del perdón y en este punto se bendijo a los presentes, luego continuaron su recorrido hasta el altar mayor de la catedral para celebrar Te Deum.

Postrado en el altar, el criollo Santiago Joseph Hechavarría oró, luego besó el suelo y se sentó para que comenzara el besamanos: primero el deán, después prelados y miembros del ayuntamiento. Tras el concierto, concluyó la ceremonia con la lectura de las indulgencias por el magistral y, ya el obispo en casa, se repartieron refrescos.16

El Santiago apóstol que quería destacar el nuevo obispo no era el guerrero ecuestre sino el peregrino, el que encarnaba la cultura hispana vista desde su condición de patricio, para lo cual recomendó: evangelizar a los negros, no fomentar disputas eclesiásticas en el púlpito, luchar contra el vicio del contrabando. La obra más importante del obispo criollo fue la fundación del seminario San Carlos y San Ambrosio, la reorganización del seminario santiaguero de San Basilio el Magno y la creación de estatutos para ambos en los que se percibía la retirada del escolasticismo y la formación ilustrada con aliento patriótico americano. Profundamente devoto por su extracción familiar y regional a la virgen de la Caridad --peregrino desde y hacia el santuario de El Cobre--, Santiago Hechavarría propugnaba aires de renovación inspirados en sus tradiciones criollas.

Santiago: el arraigo de sus festividades y vigorización simbólica de su españolidad.

En el devenir de los siglos, la catedral de Santiago de Cuba sufrió embates de los corsario, de los piratas, de los filibusteros y de los terremotos. Varias veces sería reconstruida. Por ejemplo, en 1586 era devastada por corsarios franceses, en 1662 saqueada durante la ocupación de los filibusteros ingleses procedentes de Jamaica. También en 1678 un terremoto se ensañó con el inmueble que hubo de tener una prolongada y paupérrima labor de reconstrucción.

El obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, quien fuera deán de la catedral durante muchos años, ofrece una descripción bastante detallada de la catedral en 1756. Durante su estancia ejecutó en ella numerosas acciones constructivas, como la de su altar mayor. En el segundo cuerpo de dicho altar, se situaría un Santiago peregrino --posiblemente la imagen de bulto que hoy se halla en uno de los zócalos de la sacristía--, considerado como del siglo XVII, que Morell donó y envió a la sede de su obispado poco después: "En el segundo se ha de situar la de Santiago Patrón de la Ciudad, en traje de Peregrino. Actualmente la están dando colores, y estofando en esta para remitirla en primera ocasión a aquella. Su importe que son ciento y cinquenta pesos de mi quenta."17 El obispo criollo no da cuenta de ningún otro icono o cuadro, aunque debió existir en precario.

Poco duraron aquellas fábricas, pues las paredes y torres sufrieron sensiblemente por el terremoto de 1766. En la década de los años 70 la envergadura de las funciones religiosas se vio afectada por el aspecto ruinoso del edificio y la disminución de las rentas decimales, luego de la división del gobierno eclesiástico y la formación de la diócesis habanera en 1787. No fue hasta los inicios del siguiente siglo que se dio impulso a la reconstrucción de una Iglesia acorde con su nuevo rango, particularmente luego de su designación como archidiócesis bajo los auspicios de Joaquín de Osés Alzúa y Cooparacio. De manera que hay dificultades para encontrar detallado inventario de su ornamentación, a pesar de contar con algunas relaciones y con las actas de su cabildo eclesiástico.

Baste señalar que, si bien encontramos imágenes de algunas vírgenes y santos, en las listas no aparecen mencionados icono ni cuadro de Santiago apóstol, excepto las medallas de la orden de Santiago. Ello no implica que estuviera ausente su imagen, es posible que sobreviviera algún cuadro. Hay que tener presente que muchos de sus muebles y ornamentas fueron trasladados a la parroquia de San Francisco o la nueva iglesia del Carmen para cumplir con los oficios, mientras duraba su erección. Queda la incógnita de cuál sería el icono empleado en la carrera del santo antes de 1828.

Mientras tanto, la festividad de los mamarrachos en el día del patrono Santiago tomaba mayores dimensiones entre los estratos menos favorecidos de la sociedad citadina. Una de las razones de este auge, era la creciente importancia del núcleo poblacional, por el que se preocuparon gobernadores como Juan Bautista Vaillant, Juan Nepomuceno Quintana y Sebastián Kindelán en los finales del siglo XVIII. Es natural que aquellas devociones puramente agrarias como la de San Isidro, San Antonio de Padua o San Juan Crisóstomo cedieran su puesto a la representación propiamente urbana de Santiago apóstol.

Ante el paso arrollador de la revolución haitiana en el Caribe y por el estado de rebeldía de los cobreros desde 1781 a causa de los intentos por esclavizarlos y violar sus intereses, el gobernador Juan Bautista Vaillant optó por suspender los mamarrachos durante los días de San Juan, San Pedro, Santiago y Santa Ana en varios de los años del 90, pero teniendo sumo cuidado de no exaltar los ánimos por este motivo:

Considerando Yo la prudencia con que en una costumbre inveterada, aun siendo abusiva debía procederse, ya en una ocasion o año tomé por pretexto para su suspensión, la grave enfermedad, y fallecimiento del Yllmo. Sor. anterior Diocesano, ya en otras, que fueron en los últimos, la presente constitución de la guerra actual [...]18

Desde los finales de la segunda década del siglo XIX, la catedral recuperó su papel de centro religioso de la ciudad santiaguera y se magnificó el acto gubernamental anual de trasladar la víspera una imagen del patrono junto al pendón de Castilla, para rendir honores a estos símbolos de la dominación hispana. Luego de suspenderse en 1808 el paso tradicional del Real Pendón, en 1815 se restablecía, según Real Decreto, y al año siguiente se procedía a bendecir uno nuevo debido a la inutilidad del anterior.

Se dice que los comerciantes catalanes se interesaron por levantar una estatua de Fernando VII después de su proclamación para honrar su obra en la ciudad. No fue sino hasta julio de 1828 que se materializó esta aspiración, durante el gobierno de Francisco Illas.

Se escogería el 24 de julio de 1828 para colocar sobre una columna en medio de la plaza, la estatua ecuestre del rey "para eterna memoria y en señal del acendrado amor y fidelidad que siempre le han consagrado sus habitantes", argumentaba el propio gobernador departamental, al Cabildo eclesiástico.19 La ceremonia de colocación se organizó con gran pompa y propaganda. En El Noticioso y Miscelánea de Cuba destacaban los pormenores del solemnísimo acto y proclamaban tres días de diversiones públicas autorizadas. Como las tropas de la guarnición participarían en la procesión, presidida por las autoridades y corporaciones militares, eclesiásticas y políticas, se prohibieron los paseos a caballo.

De la puerta principal del palacio saldrá con la pompa y aparato que corresponde la estatua, subiendo por el frente de la casa del Alférez Real D. José Antonio Poveda á doblar en la esquina de la Sra. Condesa viuda de Sta. Ineé, y de aquí seguirá por la espalda de la Catedral hasta la esquina que hace la casa mortuoria de Da. María del Carmen Hechavarría, bajando de aquí hasta el frente del cuartel de artillería, que doblara volviendo á entrar en la plaza a ser colocada sobre la columna dispuesta para el efecto. 20

La concurrencia se dio cita a las cinco de la tarde en la Plaza y en las calles de la carrera de la estatua, los vecinos colocaron sus mejores adornos e iluminaron el frente de sus casas.

Habían pasado las dos primeras etapas de la proclamación de la Constitución y maduraba la identidad santiaguera cubana en oposición a la integrista. Todo hace indicar que ni siquiera los monárquicos acogieron con simpatía la estatua que representaba a Fernando VII, ordenada con tanta devoción por el gobernador Illas. Consideraban que aquella no era la mejor manera de honrarlo por la ausencia de fidelidad del modelo en madera dura respecto al original. Al año siguiente, durante los días 24 y 25 de julio, se prefirió exponer los verdaderos retratos de los monarcas Fernando VII y su esposa Josefa Amalia realizados por un hábil pintor de Cámara, trasladados desde Madrid a Barcelona y luego hasta el puerto santiaguero en una polacra española. Se reiteraba la exactitud y la nobleza de dichos óleos y se acordaba exponerlos al pueblo, desde el balcón de la Sala Capitular durante tres días.21

Aunque no nos consta, suponemos que la estatua ecuestre del monarca fue desmontada de la columna y olvidóse. Luego de su fallecimiento, las demostraciones de fidelidad y agasajo recayeron en la regente María Cristina. De inmediato, se pensó erigir una estatua en la Plaza Mayor para la reina y las fiestas de Santa Cristina alcanzaron significado por sí misma, con fuegos artificiales y globos aerostáticos, no por vísperas de las de Santiago.22 Apartada momentáneamente aquella estatua ecuestre de madera en una habitación del Ayuntamiento, concluyó por cumplirse los deseos de las autoridades y del pueblo, que siempre habían aspirado a una representación adecuado para la carrera del patrono, montado en su corcel blanco y con aspecto de un guerrero. Así se transformó la estatua de Fernando VII, en pocos años y con muy poco esfuerzo, en la de Santiago apóstol. Porque en definitiva, ambos en imágenes representaban ante el criollo, la esencial autoridad colonial en el corazón de la ciudad.

Corrían los años cuarenta del siglo XIX, y mientras avanzaban, se hacía más cruda y doctrinaria la política colonial del régimen liberal monárquico metropolitano. También crecía el número de funcionarios y pequeños comerciantes, empleados de toda laya, cuyos intereses integristas coincidían con los de la gran oligarquía comercial y con los de la oficialidad del ejército. Al mismo tiempo, se iba perfilando la conciencia nacional cubana y el gobierno colonial mostraba su inseguridad, al reclamar con energía y rigor las manifestaciones de fidelidad. No es casual, que el paseo tradicional del 24 y 25 de julio, entre el Ayuntamiento y la Catedral, de la estatua de Santiago ecuestre y del Pendón de Castilla alcanzara mayores proporciones, un carácter más oficial y unos requisitos formales más estrictos; precisamente cuando los sentimientos de los santiagueros se alejaban día a día de aquellos comprometimientos y sólo se cubrían las apariencias.

El mejor colegio privado de enseñanza media y primaria fundado en 1841 por profesores criollos, llevaba con orgullo el nombre de Santiago, contribuían a una formación acorde con las necesidades patrióticas cubanas y se recordaba el día del santo patrono; en tanto, el recalcitrante conservador chantre Dr. Francisco Delgado se ocupaba en algo tan nimio como rechazar la presencia en la misa del día de Santiago de un coro integrado por señoritas y caballeros aficionados, por estar fuera de lo estipulado. Es en 1849, que los prebendados se refieren a la confección reciente de un cuadro del apóstol Santiago colocado en su altar de la catedral.23

Cuando en 1851 Antonio María Claret y Clara se hizo cargo de la mitra santiaguera, el recién estrenado arzobispo pudo traer, entre otras donaciones algunas imágenes del patrón de España. Es sabido que su misión dentro del territorio de archidiócesis fue ordenar, adecentar la Iglesia. Venía también con el propósito de respaldar la autoridad metropolitana acorde con el cierre de filas del gobierno de la metrópli y para cumplir las obligaciones del Real Patronato. No había hecho más que llegar y encargó a los empresarios italianos José Antonetti y Angel Galerino --naturales de Domodosa-- la confección de un altar de mármol para la Catedral con la condición de que la estatua de tamaño natural de Santiago peregrino (hoy situada al costado izquierdo de la nave central, próxima al altar mayor) y el propio altar con su bajo relieve ostentando las armas jacobeas, se hiciera según su voluntad y estricto diseño. No olvidó el prelado ordenar un hermoso altar de mármol para el engrandecimiento del culto a la virgen de la Caridad del Cobre en su santuario, reconocimiento indudable de la ascendencia y devoción que gozaba entre los cubanos.24

Desde 1848, algunos miembros de la corporación capitular secular habían manifestado la necesidad de retocar la efigie del apóstol Santiago, las andas y sus adornos ya maltratados en sus 20 años de procesiones. Algunos años después, todavía se hacía la misma petición para financiar su reparación, ahora con urgencia y para que la fiesta se celebrara con el mayor lucimiento. Algo muy diferente propuso el alférez real Andrés Duany Valiente en 1853, pues estimaba que los gastos de reparación no eran pequeños, además de que la estatua no correspondía "a la ilustración de la época" y hasta era motivo de risa, seguía diciendo:

[...] no sólo por la pésima construcción del caballo y lo ridículo del jaez, sino por lo impropio que parece la figura de un guerrero para reverenciarla cristianamente, y que deseando que la imagen de nuestro patrono inspire la devoción que a él deben los fieles, propone que en vez de arreglar la estatua ecuestre se haga pintar un cuadro que represente a Santiago como apóstol [...]25

Significaba Duany Valiente que dicho cuadro debía conservarse en la sala capitular para sacarlo cada 24 de julio y conducirlo en andas a la catedral junto al Pendón Real. Quien así se expresaba era un connotado miembro de la rancia y aristocrática burguesía santiaguera y, aunque no es de sospechar que detrás de esta opinión se encerraba el rechazo a la sujeción colonial, resulta la opinión de un hombre culto enfrentado a una práctica de mal gusto, "que desdice de la cultura del siglo".26

Tal vez por todo lo antes expuesto, en la ceremonia del 24 de julio, el Pendón Real pasó a desempeñar un primer papel, según ya lo demuestra la función de bendecirlo en 1854 que colocó en un segundo plano la imagen ecuestre del patrón Santiago malamente restaurada. Situado entre el Presidente y el Alcalde Mayor del Ayuntamiento, el Alférez Real llevaba el Pendón Real precedido por la imagen del patrón, seguida de un piquete de infantería con su banda de música. En la iglesia metropolitana fueron recibidos con toda solemnidad por el provisor, vicario general y gobernador del arzobispado quien procedió a bendecir la enseña, luego de ser tomada por uno de los capellanes de coro. Posteriormente, era restituida al alférez real mientras se le decía: "Recibe esta bandera santificada con la bendición, y terrible para los enemigos del pueblo cristiano; el Señor te de la gracia, para que con su nombre y por su honra penetres poderosamente tranquila y segura entre toda masa de enemigos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amen."27

Ahora bien, con el deseo de que el ritual tuviera un mayor respeto, las autoridades del Cabildo secular solicitaron al eclesiástico se recibiera el Pendón con honores correspondientes a los de un Virrey, a lo cual se negó la corporación esgrimiendo la legislación de Indias que sólo exigía la presencia de una representación del Cabildo eclesiástico y no la de todos sus miembros, a pesar de los requerimientos persistentes de la otra institución capitular.28

Dada la importancia adquirida por el día del santo patrono, su carrera se extendería por las calles tradicionales del Corpus Christi. A fines de los años 50 del siglo XIX, en la atención de los pobladores, la tradición parece haber sufrido una nueva recaída, pues se argumenta que no tiene el esplendor y la solemnidad que en la década pasada. Era la indiferencia el rechazo para una función obsoleta que terminaba por convertirse en puro formulismo, cuando ya los cubanos habían decidido tomar el camino de la libertad respecto a su metrópoli.

En los años 60 los funcionarios del ayuntamiento todavía pugnaban por mantener despierto el interés popular por la carrera de Santiago, aunque no son ya las mismas palabras las que se emplean cuando se habla de la costumbre de sacar el Pendón, no pueden eludirse expresiones de autoritarismo: "se practica con todas las señales de respeto y acatamiento que merece la Ynsignia del soberano". La escolta presentaba sus armas mientras los tambores batían la marcha real y el alférez real, por llevar el Pendón, iba cubierto, según costumbre inmemorial. Una vez más, los capitulares se quejaban de que los prebendados, aunque era tan españoles como ellos, restaban importancia a la ceremonia y sólo bajaban dos canónigos en comisión del Cabildo eclesiástico a recibir la enseña que simbolizaba la dominación imperial.29 Y es que, a pesar del Regio Patronato, las dignidades eclesiásticas no se sentían tan obligadas como las del gobierno propiamente dicho.

Mientras Santiago apóstol perdía protagonismo en las ceremonias oficiales de la capital colonial del Departamento Oriental, los carnavales, la fiesta popular por el día del patrono, ganaban lucidez durante los días 24, 25 y 26 de julio. Los lectores asiduos a los relatos de viajeros quedan sorprendidos con las descripciones de los mamarrachos. El florecimiento urbano había contribuido a su brillantez. Todos los estamentos y grupos sociales participaban, bien fuera en comparsas o los bailes de salón. La descripción de mano maestra del pintor inglés Walter Goodman por su colorido y sensualidad, nos traslada vívidamente ante aquel espectáculo del pueblo santiaguero:

De repente, escúchase un tamboreo profundo; un ruido de algo como grandes cencerros y sonajes, rápido, en sucesión de sonidos cortos agudos, de algo que se agita y se bate, como el entrechoque de metales y mimbres, y el que se produce al rallar o raspar algo duro contra un rallo metálico, con la variante del rasgueo ocasional de la cuerda de la bandurria, como si pretendiera poner orden entre tanta disonancia y ruido, aunque inútilmente. Algo delata que la danza ha comenzado: el movimiento de las chinelas en peculiar agitación de andar en chancleteo, y las voces que cantan sin cesar.30

Toda una eclosión popular y genuina inundaba las calles con la cultura raigal de la sociedad santiaguera, aunque siempre hubo el propósito, como se recoge en los bandos de gobierno, de neutralizar todas las manifestaciones de los mamarrachos que sobrepasaran lo consentido por la rancia sociedad colonial en cuanto a tumbas y tangos.31

Hippolyte Pirón, creole francés y cubano hace constar que, al cabo de 30 años, la composición social de los carnavales había cambiado, a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX eran las clases medias y el pueblo quienes tomaban la calle para divertirse.32

A pesar de su decadentismo, la procesión que conducía la imagen ecuestre y el Pendón, desde el Ayuntamiento hasta la catedral, continuó saliendo cada año en las décadas subsiguientes, incluso en las etapas de confrontación bélica hispano-cubanas entre 1868-1878 y 1895-1897. La concurrencia podía ser menor, pero la grandiosidad de los actos se acrecentaba. Estos cumplieron su cometido y el Ayuntamiento continuó financiándolas como fórmula esencial demostrativa de fidelidad en años en que la mayoría de los santiagueros albergaban criterios contrarios al régimen colonial.

Ya en plena efervescencia insurreccional de la Guerra de los Diez Años, el padre de la patria cubana Carlos Manuel de Céspedes se refería brevemente al día de Santiago, en una de las cartas a su esposa Ana de Quesada:

Muy temprano oímos los cañonazos con que los tiranos

celebraban la festividad del Santiago en la ciudad de Cuba. La

ira que ardió en nuestros pechos al escuchar esos alardes de

dominación sobre el suelo cubano y los infelices esclavos que

tienen aherrojados en las poblaciones, solo pudo calmarse con

la idea de que aquella misma noche le daríamos la serenata con

nuestros rifles en Baire Abajo que era el punto elejido para la

sorpresa.33

La ceremonia había terminado por provocar una reacción contraria de repulsa en los cubanos.

La estatua ecuestre del santo siguió recorriendo el espacio que media entre las sedes de los dos cuerpos capitulares, con la única alteración de que, en las postrimerías del siglo, se trasladaba a la catedral el propio día 25 de julio a las 8: 00 a.m. hasta finalizar el día, en que retornaba a las oscuras habitaciones del gobierno.34

Debido a que el ayuntamiento autonomista suprimió en 1890 el presupuesto mínimo con que contaba la fiesta del día de Santiago no se realizó el paseo acostumbrado. En un periódico El Triunfo de aquel año, el periodista con el pseudónimo de "El espirituano", se explayaba en justificar la indiferencia del pueblo por la fiesta de Santiago diciendo, que éstas podían ser aceptadas de buen grado por los hijos del país, si no fuera por la condición de inferioridad en que se les mantenía, "y que si celebramos las glorias peninsulares en prueba de amor á la Nación, los nacidos allende tampoco escatiman, su participación en todos los regocijos que tienden á exaltar el tributo que rendimos á nuestras glorias regionales."35; o lo que es lo mismo, los españoles debían participar con entusiasmo en las festividades de carácter cubano, tales como la del 8 de septiembre, día de la virgen de la Caridad del Cobre. La diputación provincial propuso encargarse de los gastos del rito del santo patrono, no parece haberse aceptado por el Ayuntamiento, ya que siguió de anfitrión: después de las 21 salvas de las baterías situadas en Punta Blanca, se inició la última función en 1897.36

El mes de julio de 1898 ya no se celebraría la tradicional carrera al coincidir con los primeros momentos de la ocupación norteamericana en Santiago de Cuba y el embarque de las tropas españolas hacia la península desde su puerto.

Santiago Apóstol: de su criollización e identificación con el santiaguero.

Hombre sensible a su cultura santiaguera, el primer alcalde Emilio Bacardí y Moreau, mecenas y patriota, en el propio año de 1899 y durante la ocupación norteamericana, se interesaría por rescatar la transhumante estatua ecuestre del apóstol Santiago37 que, una vez concluida la dominación de España sobre estas tierras perdía su razón de ser original, para gozar del valor que había ido conquistando la imagen del guerrero montado sobre el caballo blanco por las calles de la ciudad, los días de su onomástico en el transcurso de los siglos. Quiso Bacardí conservarla en el Museo que se había propuesto crear, convertido en santuario de cubanía. Santiago a caballo había terminado por ser un símbolo de identidad del santiaguero, por su hidalguía, por su rebeldía, por su intransigencia.

La República instaurada en 1902 heredó los carnavales de verano, con ínfulas de modernización, para encubrir prejuicios heredados de la colonia esclavista que pretendían blanquearlo. En esta oportunidad, los bandos municipales emitían disposiciones de suspensión de los tambores y tangos africanos, contra lo que ellos llamaban indecencias o disfraces miserables. Hubo algunos que hasta se preguntaron absurdos tales como: "¿Por qué no podemos hacer mascaradas cultas?"38

La imagen del Santiago ecuestre caló muy hondo en el acervo popular y se convirtió en un símbolo de identidad que proliferó en los carnavales y fue asumido en la intimidad de la población. Nunca como ahora Santiago apóstol será tan reconocido como el patrono. Seguramente, a muchos años remonta la costumbre de salir en los carnavales hombres disfrazados como centauros de trapos bailando al ritmo de una orquestica típica por las calles de la ciudad; todavía en los días del onomástico del santo, siempre que Ud. se encuentra con uno y se lo pide, danza con su caballito amarrado a la cintura.

En las capas de los trajes de parranderos, todavía se suele pintar o bordar con lentejuelas y mostacillas a Santiago apóstol; o desfila, junto con las demás máscaras, una parodia de Santiago ecuestre, un conjunto de muñecos compuesto por un equino y en sus ancas un negrito harapiento que fuma tabaco, tal y como puede observársele en el Museo del Carnaval de Santiago de Cuba.

Los carnavales eran termómetro que medía las épocas de desastre o bonanza económica de la capital de la provincia de Oriente, espectaculares fueron en las llamadas "vacas gordas" durante la Primera Guerra Mundial; desiertos e infortunados en circunstancias políticas como la llamada "guerrita de los negros" de 1912.

En general, durante el cumpleaños del santo patrono, y en los días que le precedían y sucedían, la diversión ganaba en colorido y entusiasmo a medida que avanzaba la República. Las comparsas competían en belleza y el teatro de relaciones floreció a la par, como algo muy propio de aquellos días en que el pueblo se volcaba para gozar a sus anchas. Se premiaban comparsas, calles y se realizaban certámenes para escoger a la reina y sus damas.

La iglesia católica trató de preservar el culto a Santiago el Mayor, durante los días 25 de julio de cada año, en atención a su condición de patrono de la archidiócesis y de la ciudad. En el decorado del templo mayor de la catedral, encargado al artista dominicano Luis Desangle, se pintaron varios cuadros para narrar los episodios de la vida del apóstol Santiago. La escena más interesante, es aquella que reproduce la colocación de la tan conocida estatua santiaguera, sobre la columna de la Plaza Mayor de Santiago de Cuba. Entre los devotos, otros santos gozarían y aún gozan de su preferencia, en particular, la patrona cubana, la virgen de la Caridad del Cobre.

Ya entonces, se hablaba en la prensa del día de Santiago, de la fiesta del patrono y proliferaron los bautizos de niños con su nombre. En los edificios de gobierno, de las instituciones culturales y hasta en las del comercio santiaguero, se colocaba el escudo de la ciudad con la imagen del santo y las dos espadas jacobeas, o sencillamente se representaban éstas. Y aunque los duros años de crisis económica hicieron callar las comparsas, el carnaval cobraría nuevas energías en los años treinta y hasta el presente del siglo que se nos va.

Para el ciudadano de entonces y de ahora, Santiago es emblema de lo propio y legítimo. Una firma de cerveza empleaba el diminutivo o chiqueo de su nombre para exclamar con genuina expresión cubana: "¡Pica gallo, esto es Cuba Chaguito!"

Con los años, y durante la segunda mitad del siglo XX, Santiago apóstol es parte del espíritu del santiaguero, elemento que convoca al reconocimiento de la identidad y de la unidad comunitaria, la que todos los cubanos aprecian. En medio de la festividad del santo patrono, la ciudad santiaguera estrecha su afecto y es más solidaria. No escaparía esta mentalidad colectiva, tanto en la colonia como en la república, a todo el que buscó su respaldo por el ideal de libertad.

El actor y dramaturgo Raúl Pomares en 1974 escribiría, "De cómo Santiago apóstol puso los pies en la tierra", aplaudida por miles de espectadores, dentro del género de relaciones, quiso representar al santiaguero en su devenir, y se valió de la imagen ecuestre de Santiago, réplica humana de la que se halla en el museo Emilio Bacardí. De esta forma, hacía un bello y entrañable homenaje a la presencia del santo en la historia de la ciudad, en la cultura popular y cotidiana del santiaguero.

La identificación de Santiago apóstol con cada habitante de Santiago de Cuba viene mucho menos de la devoción estrictamente religiosa, que por la tradición popular; a mi entender, aprehendida en las propias procesiones que cada año se desarrollaban los 25 de julio y que también constituían el marco propicio para la desbordada alegría carnavalesca de toda la población... Y es también el reconocimiento más sincero y natural del santiaguero al substancial y auténtico legado hispano.


NOTAS

1. Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, t. I, pp. 76-82.

2. Emilio Bacardí: Crónicas de Santiago de Cuba, t. I y II.

3. Algunos dicen que Juan Emilio Giró quiso representar la jura de Hernán Cortés en su cargo de alcalde de Santiago de Cuba ante Diego Velázquez. Para la historia de Santiago de Cuba, Vid. Olga Portuondo: Santiago de Cuba, desde su fundación hasta la Guerra de los Diez Años.

4. Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, leg. 104, año de 1648.

5. Vid. Olga Portuondo: La virgen de la Caridad del Cobre: símbolo de cubanía.

6. Julian Joseph Bravo: "Aparición prodigiosa de la Ynclita Ymagen de la Caridad que se venera en Santiago del Prado, y Real de Minas de Cobre", 1766. (Archivo de la Archidiócesis de Santiago de Cuba). El primer ermitaño fue el gallego Matías de Olivera.

7. AGI. Santo Domingo, leg. 152, Santiago de Cuba, 23 de febrero de 1605.

8. Silvestre de Balboa: Espejo de Paciencia, p. 96 y Pedro Agustín Morell de Santa Cruz: Historia de la Isla y Catedral de Cuba.

9. Archivo del Museo Archidiocesano de la Catedral de Santiago de Cuba (AMACSC) Caja 14: Inventarios, 30 de septiembre de 1795, 19 de septiembre de 1808, 9 de mayo de 1815, 20 de mayo de 1824, 17 de noviembre de 1827 y 3 de junio de 1829.

10. Todavía se conserva esta imagen en el Museo Archidiocesano de la Catedral de Santiago de Cuba. Morell de Santa Cruz: Historia de la Isla y Catedral de Cuba, pp. 269-70.

11. AGI. Santo Domingo, leg. 1627, 20 de abril de 1732 y leg. 451, 7 de septiembre de 1735; Leví Marrero: Cuba, economía y sociedad, t. VIII, pp. 30 y 39 y Don Jacobo de la Pezuela: Historia de la Isla de Cuba,t. II, pp. 350-355.

12. Esta relación se confeccionó mediante revisión de las actas del Cabildo eclesiástico de los siglos XVIII y XIX existentes en el AMACSC.

13. Archivo Municipal del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba (AMOCCSC). Actas Capitulares, Libro no. 3, f. 288 v, 24 de julio de 1747, D. Alonso de Arcos y Moreno.

14. AMOCCSC. Actas Capitulares. Libro no. 2, f. 159, 15 de julio de 1738, Libro no. 3, ff. 96 y 97, 25 de junio de 1743 y AMACSC, Actas Capitulares, Libro 3, 17 de julio de 1743.

15. AMOCCSC. Actas Capitulares. Libro no. 10, ff. 27 y 27v, 14 de julio de 1777; ff. 122 y 122v, 20 de julio de 1778; ff. 204v y 205, 5 de julio de 1779.

16. AMACSC. Actas Capitulares 5, 8, 9, 15 de julio de 1774.

17. Morell de Santa Cruz: La visita eclesiástica, p. 156.

18. AMACSC. Caja No. 15. Carta de Juan Bautista Vaillant al Muy Venerable Deán y Cabildo, 7 de octubre de 1795.

19. AMOCCS. Actas Capitulares, No. 24, ff. 213 y 213v, 17 de julio de 1815 y No. 45, ff. 49v-51v, 14 de julio de 1828, ff. 53, 53v y 54, 28 de julio de 1828 y 4 de agosto de 1828. AMACSC. Caja No. 15, Carta de Eusebio Escudero al Muy Venerable Deán y Cabildo, 22 de julio de 1816.

20. AGI. Gacetas 20-2. Miscelánea de Cuba del 22 de julio de 1828, p. 3 y AMOCCS ff. 53-54, 28 de julio de 1828.

21. AMOCCS. Actas Capitulares, No. 46, ff. 40 y ss., 22 de junio de 1829 y No. 53, f. 60, 18 de julio de 1836.

22. AMOCCS. Actas Capitulares, No. 51, f. 50, 7 de julio de 1834.

23. AMACSC. Libro 14, f. 85, 27 de julio de 1844 y 24 de julio de 1846 y Libro 15, f. 36v, 22 de junio de 1849.

24. AMACSC. Libro no. 16: Expediente formado acerca de la construcción de dos altares de mármol uno para esta Santa Yglesia Metropolitana, y otro para el Santuario de N.S. de la Caridad del Cobre para cuyo contrato se ha comisionado al Sr. Canónigo Magistral Dr. Dn. Gabriel Marcelino Quiroga y el Ylmo. Sr. Deán y Cabildo, 9 de abril de 1851.

25. AMOCCS. Actas Capitulares, No. 69, f. 95v y ss., 24 de septiembre de 1853.

26. AMOCCS. Actas Capitulares, No. 70, ff. 25v y 26, 25 de febrero de 1854 y f. 104v, 5 de agosto de 1854.

27. AMOCCS. Actas Capitulares, No. 70, f. 99, 22 de junio de 1854 y f. 100, 24 de julio de 1854.

28. AMACSC. Caja No. 15, 15 de julio de 1858, 17 de julio de 1858, 20 de julio de 1858, Andrés Duany y Valiente; 22 de julio de 1857 y 24 de julio de 1857, Carlos Vargas Machuca.

29. AMACSC. Caja No. 15, 20 de julio de 1862. Alférez Real Andrés Duany Valiente.

30. Walter Goodman: Un artista en Cuba, p. 124.

31. Nancy Pérez Rodríguez: El carnaval santiaguero, t. I, pp. 35-36, 38-40, 45-56. Bandos de Buen Gobierno.

32. Hippolyte Pirón: La isla de Cuba, pp. 151-152.

33. Cartas de Carlos Manuel de Céspedes a su esposa Ana de Quesada, p. 120.

34. AMACSC. Caja No. 15, 27 de julio de 1888. Joaquín Santos Ecay.

35. Nancy Pérez Rodríguez: El carnaval santiaguero, t. I, pp. 116-117.

36. José María Ravelo: Medallas Antiguas, pp. 114-117.

37. AMACSC. Caja No. 15. El alcalde Emilio Bacardí al Sr. D. Mariano de Juan y Gutiérrez, Dean de la Catedral, 21 de diciembre de 1898.

38. Nancy Pérez Rodríguez: El carnaval santiaguero, t. I, p. 209.


BIBLIOGRAFÍA

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Ravelo, José María: Medallas Antiguas (Memorias de Santiago de Cuba). Editorial El Arte, Manzanillo, 1928.


SANTIAGO APÓSTOL EN LAS RELIGIONES TRADICIONALES DEL PUEBLO CUBANO

Dr. José Millet*

Dueño del hierro, cabeza de los guerreros

gran jefe de ladrones.

Ogún lleva una gorra sangrienta

Oriki Ogún

El monta el fuego como un corcel.

¿Relámpago, con qué clase de paño

cubres tu cuerpo?

Oriki Shangó

* Profesor universitario e investigador de la Casa del Caribe, donde dirige el equipo de estudios de las religiones populares de Cuba y del Caribe.


SANTIAGO APÓSTOL EN LA RELIGIONES TRADICIONALES DEL PUEBLO CUBANO

José Millet

Confieso que he quedado sorprendido cuando, hace apenas unos meses, tomábamos algunas vistas para ilustrar gráficamente el presente libro. La causa de mi sorpresa era la cantidad de imágenes de distintos tipos de Santiago Apóstol encontradas en humildes casas de habitantes de esta parte del Oriente cubano, tan poco estudiada por la etnología. En los altares de los espiritistas cordoneros, de los muerteros y, en muchas casas de cubanos simplemente creyentes religiosos, con la mayor frecuencia aparecen cromolitografías del Sagrado Corazón de Jesús, de la Mano poderosa o imágenes de bulto, en yeso, de la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre, de Nuestra Señora de las Mercedes, de Santa Bárbara... De San Lázaro también las hay, y muchas, debido a que es un santo-muertero y por ello se relaciona íntimamente con esta tierra oriental.

Tuve la dicha de entrevistar a Luis Felipe Banderas, "Kunino", hace apenas unos días fallecido. Nacido en el Occidente del país, era una de las personas que llevaba con mayor rigor la Regla de Ocha o santería cubana. A una pregunta mía respondió: "El muerto lo es todo. Sin muerto no hay fundamento congo, ni lucumí ni arará", con lo cual reafirmaba el pensamiento tradicional de los africanos de que Ikú lobi Osha, el santo nace de la muerte.

Kunino, quien fuera santero mayor de Santiago de Cuba, se retrató orgulloso ante el fundamento de Ogún, y encima de él estaba colocada la imagen de San Pedro, santo católico con quien se identifica al dueño de la forja y patrón de los herreros. Conocemos que esa identificación responde a que San Pedro es reconocido como el que da la entrada al reino de los cielos y, en tal condición, lleva en sus manos las llaves que permiten a las almas tal acceso. Pero el sombrero, y en ocasiones la pipa y el recipiente con ron, al lado del icono cristiano ponen en entredicho, aparentemente, las bases de tal asociación. Lo interesante del fenómeno de la presumible tensión es que en la conciencia de nuestro pueblo coexisten ambos elementos sin que se produzca en ella la más mínima alteración ni disturbio.

A esto debemos añadir que, además de con San Pedro, aquí la asociación se establece también con Santiago Apóstol, santo que alcanza una dimensión que no la tiene —que yo sepa— en ningún otro lugar de Cuba. De modo más explícito: Ogún se identifica más claramente con el patrón de España debido a su condición de guerrero, tal como fue recibido desde el arranque mismo de la conquista y se extendiera a lo largo del proceso de la colonización de la Isla. Súmese al hecho de que, en nombre de este Apóstol, fue fundado primero el puerto y luego la villa que lleva su nombre devenida desde aquellos primeros tiempos en capital de la colonia y segunda ciudad en importancia del país en el presente. Como se estudia en un articulo de este libro, no se trató de la mera designación del santo patrón, sino de su influjo en la subjetividad de sus habitantes, hasta el punto en que generó en ellos un orgullo de ser hijos de la ciudad y un profundo sentimiento de arraigo.

El símbolo de Santiago Apóstol tuvo otras repercusiones en la esfera de los valores éticos y de los modos específicos de concebir la vida y de encarar la muerte, no sólo del santiaguero, sino del oriental. Sin temor a equivocarme, percibo una actitud psicológica de enfrentar el peligro, de exponerse físicamente ante situaciones en extremo riesgosas y ese comportamiento, que comúnmente se define como valentía, se relaciona con patrones culturales configurados a partir del influjo o del impacto de la entidad Santiago-Ogún que venimos explorando. Tiene que ver con el desenfado y la ambivalente manera indiferente-alegre en que se envuelve la muerte. Podríamos, a guisa de ejemplo, ilustrar este fenómeno con el ya tradicional toque de conga con que es acompañado el cadáver de cada comparsero del carnaval o el toque de los tambores batá en el cortejo fúnebre de los santeros de esta ciudad, en ambos casos cuando se les rinde postrer homenaje en las calles que conducen al cementerio local.

No me sorprendió un informante de Las Villas cuando me testimonió que a Santiago Apóstol lo identificaban en su localidad con Ochosi, uno de los integrantes de los famosos santos guerreros. ¿Cuál es el significado de éstos? Adelantemos una información sobre ellos, antes de responder.

Los guerreros los debe entregar el babalawo, que conoce sus secretos. Los integran Elegguá, Oshosi, y Oggún, acompañados de un osun de metal. Veamos qué nos dice uno de los estudiosos cubanos más eminentes sobre estos temas:

"Osún es Oddúa y sale por su Eleda, para fijarle su conexión en esta vida con la Divina Providencia. No es un ser o entidad que llaman espíritu de muerto. Se da con los guerreros y los Ibeyis, que son otro secreto grande. Los Guerreros son tres Angeles Protectores, que todos tenemos; ellos sí son espíritus de seres que murieron, pero están vivos en espíritu y obran mejor que nosotros; algunas personas que tienen vista los pueden ver, si ellos se dejan; se llaman: Elegguá, que es el primerito; Oggún y Oshosi". Según esta versión [de un santero] resulta que Elegguá, Oggún y Oshosi son un triángulo de fortaleza para la defensa personal en el plano espiritual y material donde está ubicado el hombre [...] resulta que los nombres de Elegguá, Oggún y Oshosi son genéricos-rituales, pero no entrañan tres respectivos seres, almas o entidades que las tiene todo el mundo [...] cualquiera que sean los tres espíritus-almas protectoras de un individuo humano se los fija como un Elegguá, un Oggún y un Oshosi, según las características que tales entidades expresen a la videncia del sacerdote y en el registro de oráculos de Osha [...]

Para Díaz Fabelo, Elegguá facilita la vía para que nuestro Eleda —ser encarnado, yo interno o Angel de la Guarda— realice su destino; Oggún representa la voluntad o capacidad de luchar para llevar adelante la vida y Ochosi el propiciador de los recursos médicos y mágicos "para luchar y hacer la vida que tenemos que hacer". Lo mismo que sucedió, pues, con la esencia de estos orishas africanos —convertidos en espíritus por obra de la transculturación acaecida en Cuba— sucedió con los santos del panteón católico: se los despojó del halo puro del misticismo, de la moral y se los puso de pie sobre la tierra del sol naciente, como lo hizo el dramaturgo Raúl Pomares en una obra teatral con Santiago Apóstol.

No sólo en este triángulo de misticismo criollo constituyen "los guerreros" observamos la acción creadora de la imaginación del cubano, sino aún más allá en el modo de apropiarse de los símbolos del amo europeo y luego del amo local; y de conjurarlas en una subjetividad integradora donde sobreviven en una "coexistencia pacífica" el caballo de Santiago con el machete de Oggún, en la fragua crujiente y apetitosa de nuevos ingredientes que Don Fernando Ortiz definió como el meltin pot de nuestra cultura nacional. En él todavía bulle el San Fancón chino, montado en su brioso corcel de guerra e identificado con nuestro Shangó, símbolo de la libertad.

No me extraña, pues, que un santero mayor haga convivir a su Ogún-San Pedro con Santiago Apóstol y que la imagen de éste aparezca más en los altares de los muerteros que en la de los católicos ortodoxos: aquí aprendieron a convivir, en enriquecedora y rica experiencia, las entidades espirituales de los primitivos exploradores de las Antillas, las de los europeos que los dominaron, las de los pueblos y grupos étnicos traídos de África con las de las más disímiles culturas del planeta. Como no me extraña que dichos muerteros tengan en sus cuartos ngangas o fundamentos congos, objetos rituales propios de la Regla de Osha u otros del vodú --a los que designan con su nombre sin haber sido iniciados en ninguna de esas religiones ni ser en propiedad oficiantes en rigor de alguna de ellas.

La Regla muertera o muerterismo, como lo definió Joel James2, no se atiene a otro centro que no sea el muerto, principio integrador que nuclea y ordena las creencias, mitos y leyendas, sentimientos, ideas y conceptos provenientes de los más disímiles sistemas de pensamiento. He dicho en otros trabajos ya publicados3 que la tendencia de las religiones cubanas es precisamente aquella conducente a una integración unificadora de todas las expresiones religiosas que convergieron en Cuba: Las del cristianismo, las de las religiones africanas, del espiritismo europeo y de otras más, como la asiática. Es un movimiento que se ha producido subterráneamente y que se manifiesta como lo ha hecho la umbanda en Brasil. Este movimiento Se le considera regente, como tendencia, se propone ordenar las relaciones existentes entre los dioses y los muertos, así como regular el curso de los acontecimientos y destino de los seres humanos, sometidos o no a un determinismo a priori a partir de la acción de las fuerzas trascendentes y/o inmanentes a su condición de mortales.

En este movimiento lo que predomina es el intercambio y la acción recíprocamente enriquecedoras entre elementos dispares y, en ocasiones, en posición de tensión. Sin desdorar los sistemas, o Reglas como popularmente son denominadas estas religiones, se consigue evadir los determinismos a fin de alcanzar mayor libertad en el accionar permanente. De ahí que se configuren constelaciones con entidades entre las cuales no existe una evidente relación asociativa; entre las que sí existen analogías, generalmente aparecen fusiones. En este último caso encontramos a Ogún y a Shangó, uno venido de Ife y el otro de Oyó, pero fundidos en el vodú de Haití en la entidad Ogun Shangó o Shangó Ogún, como guerrero y trabajador de metales. Ogún en considerado en África Occidental como patrón de los cazadores y Shangó, entre los Yorubas, fue el dios del trueno y el relámpago, reputado además como uno de los últimos reyes de Oyo. Como afirma Courlander, "el Shangó africano --como el haitiano-- es identificado con el fuego, un corolario del relámpago y cuando las personas son poseídas por él toma recipientes con fuego en sus manos y se somete a otras pruebas de fuego"4.

En la Regla Conga, la segunda religión africana en importancia en Cuba, a Shangó se le denomina Nsasi, y se le ubica como una entidad que reina como fuerza del fuego de estrella en el cielo y desde allí se precipita al suelo de la tierra. ?Acaso Santiago Apóstol no reina también en el firmamento y cae sobre el mal con la fuerza del trueno? A favor de esta asociación el Dr. Díaz Fabelo nos lleva más lejos cuando nos dice que, en la cosmogonía conga, "primero es Sambia Mpungo que todas las cosas, después Sarabanda y le sigue Nsasi"5. Pero aún más: Shangó en Nsasi Saulán Bombo, es decir, "rey de Africa entre los lucumíes y los bantúes"6. Los valores que se le atribuyen son el sentimiento del amor viril, la libertad y el fuego, de donde, su color simbólico sea el rojo.

Sarabanda constituye una fuerza opuesta, incluso al dominar el punto cardinal oeste y asociarse a la tierra (de donde surge: metal-monte). Su asiento es una piedra de color negro recogida en manigua y en su cazuela predominan piezas metálicas pues a él pertenecen el hierro y el acero de la nganga. Se trata de "una vibración especial, corporal y mental perturbadora; y para tal función es usada mágicamente" —como apunta Díaz Fabelo— quien afirma que es neutralizado por la de Tiembla Tierra y se transcultura con Ogún lucumí, con Gú dahomey y San Pedro católico.7 y símbolo de la lucha, el trabajo y la guerra, cuyos colores son el morado y también el negro y el blanco con cadena. En todo esto último es obvio el influjo de la santería sobre el Palo.

Volvamos a la constelación Ogún-Shangó-Santiago Apóstol a la cual consideramos como un "ser de naturaleza divina con funciones de demiurgo, inventor o introductor del progreso cultural8”, el cual Leuzinger denomina héroe cultural.

Esta misma africanista identifica a la divinidad con las "grandes personalidades del pasado como son los héroes de la mitología y los fundadores de los estados y dinastías a quienes se atribuye una serie de grandes hazañas y hechos sobresalientes a favor de la estirpe"9, entre los que sitúa a Odudua "el legendario rey y fundador de Ife [...] Shangó, uno de los primeros grandes señores (alafin) de Oyo, y nieto de Odudua, fue un cruel tirano que pervive en el recuerdo de las gentes como dios del trueno. Se le representa o como un jinete armado, o con el distintivo del carnero y de la piedra del rayo"10. No se hace difícil, pues, su identificación con el Santiago Matamoros,, popularmente representado por el jinete armado victorioso conquistador de pueblos en nombre del Occidente cristiano.

Sin ánimo de concluir el tópico, prefiero tratarlo pormenorizadamente con el caso del vodú practicado hoy en Cuba, por ser el menos conocido y estudiado. Antes quisiera subrayar nuevamente la coexistencia de tales sistemas de creencias y su flujo y reflujo creador en la conciencia del pueblo cubano. ¿Los resultados? Ya los intente bosquejar más arriba y pronosticaré que la marea del catolicismo que marca altas en Cuba continuará en ascenso; pero continuarán conviviendo con las ideas cristianas estas otras religiones que, a guisa de ejemplo final, manifiestan los humildes creyentes como el santero holguinero Argelio Frutos cuyo testimonio coloco a continuación (Ver Anexo).

Vodú: Ogún-Saint Jaques-Santiago

El vodú ha tenido en las últimas décadas una extensión en la sociedad cubana que los cubanos no conocen en propiedad. Pero su estudio apenas ha comenzado. Fuimos los miembros del equipo de investigadores de las religiones populares de la Casa del caribe —el cual me honro en presidir— quienes descubrimos su alcance y nos dimos a la tarea de registrarlos y darlo a conocer. Aun cuando hemos publicado numerosos estudios, entre los que se destaca el voluminoso El vodú en Cuba, queda mucho camino por recorrer y asuntos de mucha importancia que explicar. En nuestro libro, quedó establecido que la estructura del panteón voduista de Haití y la jerarquización de los loa, vodús o espíritus de que ella es portadora, sufrió importantes modificaciones al entrar en Cuba, cuya geografía física y espiritualidad condicionaron o propiciaron muchos cambios.

Hemos podido determinar, no obstante, un fenómeno en extremo interesante en relación con el vodú de Haití que emigró a otros países. Así, en Cuba se produjo la feliz coexistencia de dos "clases" de vodú que no hallamos en República Dominicana: el clásico vodú que introdujeron los inmigrantes haitianos desde la época colonial y, en especial, en las primeras décadas del siglo que este año finaliza; y el otro vodú caracterizado por transformaciones que, nos permitimos apuntar más arriba. El primero conserva su empaque originario al haber tenido que sufrir un encapsulamiento a causa de la persecución, prejuicios y el cerco discriminatorio impuestos en el pasado por la burguesía cubana, que obligó a los inmigrantes haitianos a ocultar sus creencias e, incluso a refugiarse en los montes en un período en que se les sometió a una repatriación forzada11.

Hemos denominado ogunismo12 al segundo tipo de vodú para subrayar con él la preeminencia de la familia de los loa encabezados por Mait' Ogún13 u Ogún Ferraile. Estamos en presencia de un jefe y ancestro de numerosos loas cuya actividad está estrechamente relacionada con la forja de los metales y con la guerra. En efecto, algunos loas son divinidades muy antiguas, otros que fueron fundadores reales de grupos humanos y otros espíritus ancestrales cuyos orígenes míticos se conocen a medias o sólo fragmentariamente. Ogún fue reputado en África sudoccidental como dueño de la forja devino en América dueño de todos los metales en base a una asociación de semejanzas hechas por los africanos. Debemos recordar que tanto Changó, Ogún como Loko fueron viejos espíritus de Nigeria mucho tiempo antes de que los barcos negreros trajesen al Nuevo Mundo a miles de negros africanos en condición de esclavos14. Como podemos visualizar a continuación, se ha producido una asociación y, diríamos, asociación enriquecedora entre el mítico Ogún y Changó, a mi entender producido por factores históricos-culturales y por una acentuación en la base de una venerable constelación de espíritus de Africa asociados al Dios del trueno. Llama la atención que algunos exégetas bíblicos llamaron a Santiago Apóstol “ hijo del trueno” "por la connotación que su predicción producía", en tanto ésta "hacía temblar de espanto a los malos, sacaba de su tibieza a los perezosos, y despertaba a todos con la profundidad de sus palabras15”. Sabemos, no obstante, que fue la imagen del Santiago como jinete guerrero de la Edad Media hispana la que se impuso en América y ella ha sido, en mayor medida, la que provocó la identificación entre este santo católico y diversas entidades transplantadas aquí desde el continente negro.

Lo cierto es que estamos en presencia de un loa guerrero, patrón de los guerreros y del fuego, cuyo símbolo más distintivo es una barra de hierro incandescente colocada a menudo delante del altar, en posición erecta y descansando en un bracero. Cuando hace su posesión ritual o se apodera de uno de sus hijos, su "caballo" (pití-fei) puede tomar las brasas con las manos, meter sus manos en aceite hirviendo o jugar con trozos metálicos al rojo vivo, pues se dice que es un comedor de candela.

En algunos servicios en su honor, se ponen en evidencia ritos relacionados con el ron del cual es su dispensador: se le derrama en recipientes de hierro y se avivan las llamas de una hoguera con ese alcohol. Cuando ingieren alcohol encendido no se quema, como lo expresa este canto:

Caille Ogun boulé!

Gildive Ogun bel la!

Na Consolé!16

El poder del vodú —y el espíritu del iniciado— están asociados al fuego y, por tanto, a Ogún, su dueño. Para demostrarlo, el voduista debe pasar varias pruebas y, para su ascenso jerárquico, la determinante es la conocida por brulé zin o kanzo. El houngán jefe de ella porta un gorro de color rojo, una botella de ron y tabacos, en honor a este loa. Sus asistentes portan sables militares y los bailarines circulan en fila alrededor del poste central en una marcha militar con que se honra al dios de los ejércitos y la forja. En el dibujo ritual (vevé) se escribe su nombre. Tal es su poder que es inmune al veneno:

Ogoun Balindjo

Oh Ogoun oh!

Ogoun Balindjo

Oh Ogoun Oh!

É est pas manger rangé

pyral tuyé chwal moin17

También los miembros de una societé pueden invocar a Ogún, o a Saint Jaques, para curar a alguien que está enfermo:

St. Jaques marré chwal li,

li pas dit personne oh!

veyé li pou moin!

Li gainyain verre,

li met gainyain maline na dos,

St. Jaques oh!

Ba li lavie pou moin!18

En cualquiera de sus manifestaciones. Ogún es una entidad de fuerza a la que se acude para solucionar quebrantos físicos o problemas de cualquier índole. Ogún Fai, identificado también con Santiago el Mayor, es considerado dios guerrero y es invocado en todo su valor y coraje:

St Jacques Majeur a voyé dit"m gácon déja!

" " " " " " " " "

" " " " " " " " lague!

" " " " " " " " " "

" " " " " " " " " " 19

Como se aprecia, en el concepto haitiano de loa se evidencia la infiltración de los patrones religiosos africanos por parte de la Iglesia Católica y la mezcla con creencias populares en general venidas de Europa. Los santos cristianos han sido incorporados al sistema haitiano y sincretizados en muchos casos con los vodú, en base a identificaciones provocadas por rasgos caracterológicos semejantes o por funciones cercanas. Así, San Patricio, pintado con serpientes, se identifica con Damballa, simbolizado con ese ofidio, así como sucedió entre Jacobo el Mayor y Ogún.

Los haitianos afirman que hay "siete de cada cosa: siete Marassas, siete ogún, siete Ezilie. Hay siete hermanos y hermanos de cada familia de loa". Pero afirman también: "hay un solo Ogun, pero él tiene muchos rostros y nombres". Se puede escuchar el nombre de Ogún Changó y el Changó ogún para referirse al mismo loa. Ogún Badagry y Ogún Jékké se refiere uno a un poblado nigeriano y este último a otro de Dahomey. Entre esas caras y nombres están los provenientes del influjo euroccidental y el aportado por el propio proceso de forja de una nación y de una cultura de las más sólidas y originales del hemisferio. Responde a una estricta causalidad histórica que, en la célebre ceremonia de vodú, acaecida en Agosto de 1791 y con la que se inició la revolución que daría al traste con el dominio francés en Sait Dominique, los esclavos coloquen a la cabeza de las huestes celestiales a esa entidad guerrera:

Fai Ogún, Fai Ogún, Fai Ogún, Oh!

Damballah m"ap tiré canon

Fai Ogun, Fai Ogún, fai Ogún Oh!

Damballa m"ap tiré canon

Como ha recreado el cubano Alejo Carpentier en su novela El reino de este mundo:

“Ogún de los hierros, Ogún el guerrero, Ogún de las fraguas, Ogún Mariscal, Ogún de las lanzas, Ogún Changó, Ogún Kankaikan, Ogún Batalá, Ogún Panamá, Ogún Bakilé, eran invocados ahora por la sacerdotisa radá, en medio del griterío descomunal”.

Ogún Kadagri

General Sanglant

Zaizi zi orage

Quescell' orage

Ou fait Kataumz'eclei20

No se hace difícil concebir que, en base a estas asociaciones, a Ogún se le haya identificado con Saint Jacques Majeur y en Dominicana, a Ogún Balenyó con "San" Santiago. La investigadora norteamericana Martha Ellen Davis, basándose en los más reputados especialistas y en sus propios estudios, lo coloca como uno de los jefes de las seis divisiones que integran el panteón del vodú que señorea en ese hermano país caribeño y, justamente, sitúa su celebración ritual el 25 de julio de cada año, día de la celebración del Apóstol Santiago.

Desde la década de los ochenta, nuestros informantes de las comunidades haitianas ubicadas en la Sierra Maestra nos afirmaron que Saint Jacques Majeur no era otro que Ogún guerrero y nos mostraron la popular litografía del Santiago Matamoros —muy extendida en América— que aparece en muchos templos voduistas de Haití, Dominicana y de Cuba. Esto nos lo confirmó Elena Vidal, mambó que tiene su hunfort en la ciudad de Contramaestre y hemos podido confirmarlo en la cofradía presidida por la divineuse Silvia Hilmo Samedí, "Titina, reina del grupo Pití Dancé de la ciudad de Las Tunas, ubicada también en el oriente cubano.

Esta última sacerdotisa, en el pasado mes de diciembre, entre las celebraciones rituales que realizan cada año para la Navidad, dedicó una a honrar a Saint Jacques Majeur, identificado expresamente con Santiago Apóstol, cuyo conocido icono ya mencionado preside el altar. Ella lucía el clásico vestuario de Ogún sombrero de yarey en la cabeza, el machete en su funda de cuero atado a la cintura, pantalones remangados a la altura de la rodilla y pañuelos rituales cruzados en el pecho y también un collar de cuentas de semillas de árboles silvestres con un silbato, también, cruzado a la bandolera.

Tratándose de un vodú situado en un contexto urbano, el rito muestra a las claras un énfasis en los procedimientos distintivos del vodú de tipo radá: encendido de velas, aspersiones de agua y oraciones católicas, en su fase introductoria. Intervinieron la batería de los tambores radá y los toques y bailes que acompañaron los sacrificios primero de aves, con bastante discreción, y luego de un chivo, guillotinado sin la espectacularidad acostumbrada en otras cofradías. Con sangre del animal se hicieron cruces en la frente de los iniciados y se le tapó con mucha celeridad. Debajo del tonel, se sucedieron los cantos y los bailes ajenos a la violencia y a la patética actuación que caracterizan a los loa petró, crueles, vengativos y movidos de una ansiedad de derramamientos de sangre que los hace tan temibles.

A continuación describimos en sus rasgos característicos los miembros de la familia de Ogún encontrados por nosotros en Cuba.

Ogún del monte: viste camisa roja con motivos en negro y pantalón azul marino. Porta un machete y debajo del brazo una botella de aguardiente. En su manger loa se le sacrifican un chivo y un gallo colorados.

Ogún Guerrero: Dios de la guerra y de la forja. Porta una gorra de color rojo en la cabeza y un sable en la mano. Se afirma que es la verdadera pareja de Erzili, por lo que se identifica con Saint Jacques Majeur.

Ogún Batalá: Otros afirman que es la pareja de Erzilí. Viste de blanco y no bebe alcohol. Se le representa con una espada en la mano y una "gorra de plato".22

Ogún del río: Vive en aguas dulces. Al presentarse, pide un vaso de agua que debe derramársele ese líquido a su paso.

Ogún Chal: Cleptómano.

Gran Buá: Dueño del monte. Hosco y huraño. Poder resolutivo excepcional. Vinculado a la terapia hechicérica Come verraco al pie de su árbol.

Criminel: Al montar o posesionarse de alguien se remanga el pantalón. Gusta la violencia. Bebedor incansable; fuma mucho. Ama las armas blancas y usa un machete. Se revuelca en la hoguera o mete en ella a otra persona. Vive en los árboles. Color simbólico: el rojo.

Togó: lo apodan "el carnicero" por su gusto por los sacrificios cruentos. Porta armas blancas. Precisión y destreza en las matanzas rituales. Cuando monta, despliega una fuerza descomunal. Hunde su arma en el vientre. Colores rojo y negro.

Senché: ¿Saint Michel? ¿Ogún Saint Jean? Viste pantalón azul' de brillo y camisa roja. Lleva charretera y una tela terciada al dorso como si fuese un General. En su manger se incluyen cerdo, chivo y pollo, que sacrifica en compañía de Zombi. Altar: mesita en tierra, al pie del poste central.

Yudón: santo de labor, guía a los demás loa. Al "llegar", consulta a los presentes y se le hacen obsequios. Vive en el agua donde deposita sus prendas. Vestido completo de blanco concluido un collar. Manger: tortilla hecha con 21 huevos, arroz blanco, licor dulce, vino tinto o seco pero dulce y dos palomas bancas. A su paso, se riega perfume. También es general, pero ríe al presentarse. Colores: azul y rojo.


NOTAS

1- T. Díaz Fabelo: Olórun, p. 69-70.

2- También el cubano Rogelio Meneses se ha referido a este fenómeno en su artículo "La regla de palo monte o conga". Del Caribe (24; 1994) p. 108.

3- Vid Bibliografía al final del presente libro.

4- H. Courlander: The drum and the hoe..., p. 322.

5- Diccionario de la lengua conga..., p 116.

6- T. D. Fabelo: Diccionario... p.132.

7- Idem, p. 133.

8- Leuzinger, Africa negra, p. 245.

9- Id. p. 24.

10- Id. p.135 A la doble segur del trueno en Africa se le atribuían poderes mágicos pues creían que caían del cielo durante las tormentas. Con los bastones de Shangó podían hacer milagros y conjurar males. Se les rociaba con sangre de carnero sacrificado. A Obatalá, creador de la tierra y dios de la pureza también se le representa como jinete armado de lanza. Lydia Cabrera menciona al Orisha Abokú que casi nunca menciona y lo identifica con Santiago Apóstol. (El monte, p.58).

11- A ellas nos referimos en el capítulo inicial de El Vodú... y en nuestro artículo "Rancheadores del siglo XX?" aparecido en la revista Del Caribe.

12- Término acuñado por el ensayista Joel James quien se basa en el "predominio de los luases vinculados al monte" dentro del panteón voduista cubano. Vid El vodú en Cuba.

13- En Africa Occidental, Ogún es considerado el patrón de los cazadores y fue conocido ampliamente por muchos pueblos de Dahomey y Nigeria; entre los dahomeyanos, se consideraba hijo de los divinos Mawu y Lisa y entre los Yoruba de Nigeria se le consideró hermano de Changó y Dadá, dos espíritus que sobrevivieron en el panteón haitiano. Apud, Harold Courvelander, The drum and the hoe., p. 321.

14- Kebioso, Sobo y Changó desempeñan funciones semejantes entre los pueblos arada y yoruba. En Cuba existe la creencia de que las "piedras de rayo" --con las que se identifica a los loa y a los orishas-- son lanzadas desde el cielo al suelo de la tierra por estas tres entidades.

15- Apud Santiago e América, p. 202.

16- La casa de Ogún está ardiendo!/La destilería de Ogún es bella!/ Nosotros nos consolamos a nosotros mismos.

17- Ogún Balindjo/ oh Ogún oh!/ Ogún Balindjo/ Oh Ogún Oh!/

18- St. Jacobo amarra su caballo/ el no le habla a nadie, oh/ cuídalo a él por mí/ El tiene calenturas/ Podría, tener mala su espalda/ St. Jacobo, oh/ Protégelo para mí!..

También se identifica a Santiago Apóstol con Ogún Fer. La familia de Ogún pertenece a los ritos dahomé y en Haití se le ubica dentro de los nagó.

19- San Jacobo el mayor envía a decirme que ya es un hombre

20- El reino de este mundo. Ogún Ferrai es el amo de los hierros y un sable es su símbolo distintivo; es militar por excelencia y, como tal, se le aprecia como patrón de los ejércitos igual que lo es Santiago en España. Cuando "monta" en una persona, se le rinden honores como un oficial de carrera. Se le comporta marcialmente y se le agitan banderas a su paso en señal de pleitesía. Ogún Badagrí es un loa con extrema violencia, aunque avispado y pícaro. Se le considera dueño de las tempestades, lo cual acentúa su afinidad con esta constelación de espíritus que se asocia al trueno y a la tempestad (lo inesperado e incontrolable).

En Haití, a Balindjo se le tiene por amo del rayo y de la tormenta, mientras que en República Dominicana se le representa como un militar distinguido por su coraje. El historiador Esteban Deive dice que allí se le asocia con Ogún Badagrí y Ogún Fegui, que pueden destruir matrimonios, causar otros desastres y hasta matar. Tiene enorme afición por el alcohol y el tabaco, siendo el rojo su color emblemático. Existen otros miembros de esta división: Ogún Batalá, de la familia nagó; Ogún Bayé, que en Santo Domingo es conocido por Ogún Bayí; Ogún Panamá, loa de gran fuerza que algunos identifican con Papá Legbá. A Ogún Saint Jean lo identifican con San Juan Bautista y se le atribuye mucho poder.

21- M. E. Davis: La otra ciencia. p. 96 y 343. En la novela Gobernadores del rocío, de Jaques Roumain, fundador y organizador del Buró de Etnología de Haití, se transparenta el sincretismo entre dos religiones: "arde débilmente ante la imagen de un santo la mecha hundida en el aceite de palma-christi de la lámpara perpetua [...] Es la imagen de Saint-Jaques y al mismo tiempo es Ogún, el dios dahomeyano. Tiene aire feroz con su barba erizada, su sable blandiéndose y la llama lame el colorinche rojo de su traje rojo: diría que es sangre fresca". J.R., G. del R., p. 188/189.

22- Courlander reporta un Ogún blanco en Haití (1985; 322) y Deive (1975: 174/175) a Grande Batalá, Batalá y Obatalá en R. Dominicana.


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PARTE II.- SANTIAGO EN LA HISTORIA, LA MEMORIA Y LA CREACIÓN ARTÍSTICA

Carta de Diego Velázquez al Rey de España

Esta carta fue escrita al Rey por el gobernador de la Isla, el Adelantado Diego Velázquez, el primero de agosto de 1515. Con su análisis riguroso, el historiador santiaguero Leocésar Miranda ha corregido un error, largo tiempo arrastrado, sobre la fecha de fundación del pueblo de Santiago, no fue en 1514, sino a fines de aquel mes de junio de 1515 que comenzó tan significativo hecho de fundación. Por lo demás, no fue el asentamiento, sino el puerto de primero en ser bautizado con el nombre del patrón de España "por devoción a V.A.", como expresa el documento. Por su posición geográfica estratégica -frente al Caribe y en medio del mar que conduce a Tierra Firme-, el asentamiento servirá para establecer en él la Casa de Contratación, por lo que se convertirá en breve en el "pueblo principal" y en 1522 recibió el título de ciudad.

[...] se juntaron todos en el puerto de Santiago para dar órden en las cosas que se habían de hacer [...] y todos juntos vieron aquel puerto de Santiago, y les pareció muy bien, y hallaron muy apropósito del puerto un sitio para pueblo, que les pareció muy bueno para asiento de la villa de que Diego Velázquez ovo fecho relacion á V.A. que queria hacer, y demas desto, es muy apropósito de la navegación destos reinos, y de Castilla del Oro, y de la Española y Jamaica y acordaron todos de un acuerdo que allí se hiciese la Casa de la Contratacion, con este acuerdo se partieron a la villa de Sant Salvador, donde al dicho Diego Velázquez abia parecido que se hiciese la Contratacion, para hacer allí la fundición.

Llegados allí, comenzóse la fundición á 18 de Abril, y acabóse á 21 de Mayo, y detuviéronse allí hasta 28 de junio, y volviéronse al dicho puerto de Santiago [...] no ha podido Diego Velázquez acabar de dar sus cuentas, y que acabado de dar órden en la Casa de la Contratación, dará las cuentas se enviarán á V.A.

Que por devoción de V.A. pusieron nombre á aquel puerto de Santiago, y porque en ella se ha de hacer la Casa de Contratación, creen que será el pueblo principal, y por esto ay necesidad que alli se haga una fortaleza [...] que seria V.A. servido que en aquel pueblo de Santiago aya todas xarcias de navíos, de clavazon é lonas para velas [...] y estoperoles y cebo y estopa y pez y alquitrán [...] Que en la isla ay siete iglesias, y ay necesidad de hornamentos, é suplican á V.A. se provea por la órden que se tiene en la Española en el librar las cosas.[2]

Hernán Cortés a la conquista de un imperio

Hernán Cortés no es recordado por haber sido el primer alcalde de Santiago. Se convirtió en un símbolo por un acto de barbarie: la conquista del Imperio azteca. Fue Santiago de Cuba el sitio donde se fraguó el plan, se hicieron los preparativos de la organización de la armada y el punto de donde partió el sábado 18 de noviembre de 1518 "con cinco naves y más de trescientos cincuenta hombres", los que se incrementarían, a su paso por otros puntos de la Cuba, a "11 navíos y 600 hombres", según Leo Miranda.

Este último historiador ha desbaratado la leyenda de la traición de Cortés al Adelantado Velázquez, la que se había fraguado a base del testimonio que en 1542 le proporciona Cortés al Emperador al padre Bartolomé de las Casas. No obstante, lo ofrecemos en este libro y también ponemos a disposición del lector el de un soldado de la expedición, Bernal Díaz del Castillo, cuya visión es la opuesta del clérigo, engañado ex profesamente por el intrépido Cortés. He aquí ambos testimonios de un hecho histórico:

[...]después de acostado Diego Velázquez y todos del palacio idos [...] va Cortés a despertar con suma diligencia a los más sus amigos, diciéndoles que luego convenía embarcarse [...] fue avisado Diego Velázquez como Cortés era ido, y estaba ya embarcado en los navíos, levántase Diego Velázquez y cabalga, y toda la ciudad espantada, con él, van a la playa de la mar amaneciendo el día; desque Cortés los vido hace aparejar un batel con artillería y escopetas o arcabuses, ballestas y las armas que le convenían, y la gente de quien más confiaba, y con su vara de Alcalde, llégase a tiro de ballesta de tierra, parando allí, dícele Diego Velázquez: "¿cómo compadre, así os vais? ¿es buena manera esta de despediros de mí?" respondió Cortés: "Señor, perdona vuestra merced estas cosas y las semejantes, antes han de ser hechas que pensadas, vea vuestra merced qué me manda", no tuvo Diego Velázquez qué responder, viendo su infidelidad y desvergüenza. Manda tornar la barca y vuélvese a los navíos y, á mucha priesa, manda alzar las velas á 18 de noviembre, año de 1518 con muy pocos bastimentos porque aún no estaban cargados.[3]

Díaz del Castillo refiere que, a la salida de Santiago de Cuba, Cortés:

[...] tenía mandado pregonar y apercibido a los maestres y pilotos y a todos los soldados que entre aquel día y la noche se fuesen a embarcar, que no quedase ninguno en tierra, y desde que los vió todos embarcados, se fue a despedir del Diego de Velázquez, acompañado de aquellos sus grandes amigos y de otros muchos hidalgos, y todos los más nobles vecinos de la villa. Y después de muchos ofrecimientos y abrazos de Cortés al gobernador y del gobernador a él, se despidió, y otro día muy de mañana, después de oír misa, nos fuimos a los navíos, y el mismo Diego Velázquez fue allí con nosotros; y se tornaron a abrazar, y con muchos cumplimientos de uno al otro; y nos hicimos a la vela, y con próspero tiempo llegamos al puerto de la Trinidad.[4]


Visión de un creole del Santiago de Cuba colonial (Hippolyte Pirón)

Hippolyte Pirón fue hijo de un matrimonio de mulatos de Port-au-Prince emigrados que se radicaron a principios del siglo XIX en Santiago de Cuba. En esta última ciudad nació en 1824 y su padrino de bautizo fue un pariente de Paul Lafargue, otro creole santiaguero yerno de Karl Marx. Siendo joven fue enviado a estudiar a París, donde se convierte en un intelectual de salón de los que abundaban en la Ciudad Luz. En 1859 emprende un viaje a su ciudad natal para reclamar parte de una herencia familiar y es impactado por la belleza de la Isla tropical. De regreso a Francia publicará dos trabajos en periódicos parisinos que luego constituirán capítulos de su libro I´Ile de Cuba, que vio la luz en 1876. Diez años más tarde, este libro de viaje sufrirá una reimpresión motivada por la discusión en torno a si el puerto santiaguero sería una ruta importante para el canal transoceánico de Panamá. Coinciden con el año del desembarco norteamericano en Santiago de Cuba, en 1898, se incluye una síntesis del libro en la colección Biblioteca ilustrada de viajes alrededor del mundo por tierra y por mar. El libro de Piron del que seleccionamos fragmentos, describe vívidamente costumbres, creencias y sentimientos de los habitantes de Cuba: de los españoles, de los cubanos, los inmigrantes franco haitianos que él denomina creoles y de las masas de esclavos. En el siguiente pasaje nos muestra cómo estaba distribuida la Catedral y cuál era el comportamiento de las damas que asistían a las ceremonias realizadas en ella.

A las diez menos cuarto, entré en la Catedral con don Antonio, una de las personas a quien yo había sido recomendado, un gran señor muy distinguido de quien callaremos el apellido por razones de conveniencia. La iglesia metropolitana abría sus puertas de dos hojas a los fieles. Un raudal de luz inundó el inmenso edificio, haciendo resplandecer el mármol blanco y negro que la embaldosaba y la pintura blanca que cubría sus paredes como un vestido de inocencia.

Entramos por una de las puertas laterales; avanzamos de inmediato hacia la nave. Esta tiene una extensión considerable que no puedo precisar exactamente, pues sólo juzgué de una ojeada. Numerosos pilares, quizás demasiado masivos, soportan una bóveda colosal. Las naves laterales están ornadas con capillas que guardan todas grandes riquezas. Por esa época, anchas líneas negras seguían el dovelaje de los arcos y se introducían en las acanaladuras de los pilares. Ellas entristecían el carácter religioso de la nave y le prestaban un aspecto sombrío, severo, casi fúnebre. Juiciosamente ya han sido retiradas.

A la derecha del altar mayor de un expléndido lujo, se aprecia una gran capilla blanca consagrada a la Virgen. A su izquierda está la puerta de la sacristía; arriba, el órgano.

En la nave, a lo largo de los pilares, hay bancos de caoba con respaldos que forman dos largas filas que ofrezcan su hospitalidad a los que entran por la puerta principal. Están reservados para los hombres que vienen a sentarse en ellos gratuitamente. Cuando ya están del todo ocupados, los que llegan luego, se ubican detrás y asisten a la ceremonia de pie.

En cuanto a las mujeres, éstas hacían que sus negritos les llevaran tapices y sillitas muy elegantes. Se arrodillaban sobre el tapiz o se sentaban en las sillas.

Para muchas de aquellas mujeres que se atavían con tanto cuidado, esa es la ocasión para mostrarse y brillar. Coquetas, no tenían muy a menudo la oportunidad de hacer admirar su belleza. Desde hacía algún tiempo la ciudad estaba triste: las veladas y los bailes se habían hecho raros, y a estos, la mitad de ellas no podían asistir por su posición, por su color. La mujer no tenía ni el recurso de tocar a las puertas de reuniones menos aristocráticas porque en la época eran tan escasas que no valía la pena soñarlo. Me aseguran que la ciudad, ahora dormida, ha despertado y que transita por momentos de alegría. Espero que esto perdure por mucho tiempo.

Se asiste, pues, a la iglesia para ser vista, admirada, por eso no es sorprendente que se exhiba allí sus más bellos adornos.[5]

Fiesta a la Virgen de la Caridad en Santiago del Prado

En el siguiente pasaje, Pirón describe el comportamiento colectivo de los habitantes del poblado de Santiago del Prado, territorio donde se ubican las famosas minas de cobre, a escasos quilómetros de la ciudad, y el santuario de Nuestra Señora la Virgen de la Caridad de El Cobre, patrona del pueblo cubano. En él se muestra la intensidad de la vida de uno de los poblados con una personalidad más definida del país y que actualmente parece revivir sólo en ocasión de la celebración de la conmemoración de la Virgen, cada 8 de septiembre. Pero desde la colonia no fue así, como lo muestran estas páginas de fiestas del poblado:

Llegó al fin el primer día de las fiestas. Debía comenzar con una procesión de la Virgen, gran solemnidad que sólo tiene lugar cada cuatro años. Desde la mañana, un gran estrépito de campanas advierte que va a tener lugar alguna cosa extraordinaria. La multitud acude a la capilla y a sus alrededores. Después de una larga espera, se percibe al fin el comienzo del cortejo; como de costumbre, señores con chaquetas negras y pantalones blancos portan con gran gravedad cirios encendidos. La Virgen aparece resplandeciente, transportada en un trono de plata, adornado con piedras preciosas. Toda esta multitud inmensa se postra. Me encuentro casi en la cima de la montaña; tengo en esos instantes un admirable punto de vista: esos atavíos diversos en los que predomina el blanco parece un tapiz de nieve salpicado de flores; todas esas cabezas inclinadas presentan un conjunto de una piedad solemne y conmovedora. Hasta los más indiferentes se sienten emocionados. La música militar hace escuchar tonadas tristes que contribuyen un tanto a esa emoción general. Se desciende de la montaña con la Virgen, se le pasea por el pueblo, en medio de una multitud arrodillada devotamente; se la lleva de nuevo a su santuario.

Las fiestas se extendieron por quince días; fue un largo exceso de alegría y frivolidad. Las jornadas daban comienzo con paseos a caballo, continuaban con grandes comilonas y numerosas libaciones, con el juego, y terminaban con los bailes, de nuevo con el juego, con diversiones de todo género. Por la noche el pueblo adquiría un aspecto mágico. En las calles principales, se alineaban las mesas alumbradas con velas, en las cuales los españoles freían en grandes pailas los buñuelos[6], las empanadillas,[7] los escabeches,[8] etc., y los creoles las acras y los crossignoles, que vendían con éxito.

No sólo el juego ocupaba gran número de las casas, sino que se llevaba a cabo abierta e impunemente en plena calle; por todas partes se veían mesas con ruletas, y la fiebre del juego era tal, que contagiaba a los más indiferentes. Hasta aquellos que no juegan jamás, arriesgaban una moneda de oro al rojo o al negro. Las fisonomías de los jugadores se hacían extremadamente siniestras bajo las diversas luces que proyectaban las velas y las llamas de los hornillos. Los pilluelos, saltando detrás de las fogatas, mezclaban sus risas con las exclamaciones y maldiciones de los jugadores de mala vena. Era un cuadro digno del pincel de Rembrandt.

Los bailes hacían llegar a lo lejos las notas más alegres de sus tonadas como llamados de invitación. Había bailes por todas partes, bailes de los blancos, bailes de los mulatos, bailes de los negros.

El gobernador de Cuba vino, al quinto día, para honrar las fiestas con su presencia. Su colega de El Cobre iba delante con gran pompa para rendirle los honores. Recibió también a los representantes de los blancos, de los mulatos y de los negros; acogió con aire de fastidio sus felicitaciones. A partir de ese día, parecía como si un nuevo impulso se hubiese comunicado a las pasiones ardientes. Las gentes se divertían con intensidad; no dedicaban ninguna parte de su tiempo para dormir; hubiesen sido tantos minutos robados al placer.

Yo recorrí todos los bailes con curiosidad y avidez.

En las casas de los blancos, todo transcurría como en la Filarmónica aunque, sin embargo, con mayor animación. El gobernador de Cuba hizo una breve aparición en el lugar. En las de los mulatos, se entregaban francamente al placer del baile. En las de los negros, con mucho mayor frenesí. Esta últimas se celebraban al aire libre, en los patios. Por doquier se encontraban mujeres jóvenes de una belleza digna de admiración. Las mulatas sobre todo se hacían notar por su tipo algo singular y por una gracia llena de coquetería que sólo ellas poseen. El atavío de las negras se compone de un vestido de tela ligera -traje para las grandes ocasiones-, de un chal que llevan en los hombros con cierto aire y que les cubre los senos, y de un pañuelo de Madrás en la cabeza. Algunas llevaban zapatos sin medias, pero muchas de ellas iban descalzas.

La orquesta de los blancos no era perfecta, pero completa; la de los mulatos se componía de un violín y de una flauta; la de los negros se reducía a los tambores que tocaban con furor y acompañaban con canciones creoles o españolas.

Poco a poco la animación general me fue ganando, me sorprendí tarareando sin darme cuenta. Gritos, canciones, ruidos, la música acompañada del chasquido de las castañuelas, el murmullo monótono de los tambores, gritos de alegría y de dolor; todo ese tumulto, toda esa agitación, todos esos ruidos diversos y confusos, me aturdían, me seducían con un encanto extraño, que tenía su sabor local. Sentí subirme a la cabeza una embriaguez deliciosa como la que produce un vino generoso.

Subí a la montaña casi bamboleándome.

Permanecí allí un rato en contemplación. Las luces de las mesas, las fogatas, los hornillos, iluminaban a mis pies, de una manera fantástica; esa multitud vestida en distintas formas, gozosas y en continuo movimiento. Era de un efecto acogedor, las vareuses (vestidura holgada de tela gruesa) de las negras contrastaban con los vestidos blancos de las damas; los miles de ruidos lejanos me llegaban como un murmullo inmenso, llevados por la brisa ligera con el humo de las fritadas.

Permanecí inmóvil, fascinado, parte de la noche; después volví a bajar, para buscar reposo.

Pero el pueblo, en medio de su delirio, no se daba un momento de descanso.[9]


Ante la tumba del médico de Napoleón Bonaparte

En los momentos en que íbamos a retirarnos [del cementerio: J.M.], llevándonos una impresión penosa, nuestros ojos se detuvieron en una tumba que asumía las proporciones de un mausoleo. Su conformación arquitectónica recordaba las ideas de la civilización, de la elegancia, del arte. Parecía dominar y sonreír con melancolía en medio del campo de desolación y ruinas. Nos acercamos y leímos, en un epitafio bastante largo, el nombre del doctor Antomarchi.

El médico de Napoleón en Santa Ana, después de haber recorrido mundo, había venido a Cuba, donde se hacía pasar por un oculista de primer orden. Las personas que tenían la vista afectada por el resplandor del sol tropical, acudieron a verlo, con la esperanza de poder ver de nuevo la luz. Él realizó con bastante éxito diversas operaciones de catarata; pero pronto los desafortunados pacientes [...] veían menos que antes y manifestaron un disgusto legítimo. El número de estos últimos aumentó con rapidez y dio lugar a la indecisión de la opinión pública. Sin embargo, el hábil doctor continuó operando durante cierto tiempo todavía. Había alquilado un amplio apartamento en la calle del Gallo y había establecido una especie de hospital para sus enfermos, los cuales estaban obligados a permanecer en la oscuridad durante cerca de un mes. Al final de sus éxitos, contrajo de improviso la fiebre amarilla. La ambición lo había llevado a fatigarse en exceso en un clima al que no estaba acostumbrado; la muerte se lo llevó al cabo de pocos días. Tuvo unos funerales magníficos; estos hechos ocurrieron alrededor de 1838. Ahora reposa bajo una tumba soberbia quien tuvo el honor de atender a Napoleón en su última enfermedad, de asistirlo, en sus últimos instantes, de recibir su último suspiro, y cuyo honor fue toda su gloria.

Lo que había hecho venir al doctor a Cuba, no sólo fue el azar de sus viajes ni el propósito de ganar dinero; fue también el deseo de ver de nuevo a un hermano que había perdido desde hacía mucho tiempo. El hermano, durante largos años, mantuvo una escuela y formó alumnos que dieron a conocer en forma honorable el apellido Antomarchi en Cuba.[10]


Santiago de Cuba colonial visto por un folklorista (Ramón Martínez y Martínez)

Ramón Martínez y Martínez (1872-1929) fue un intelectual santiaguero en extremo inquieto y activo investigador de la cultura tradicional de su territorio natal. A su acuciosa labor de indagación y colección debemos haber recuperado importantes costumbres y datos que de otra forma se hubiesen perdido para la memoria colectiva, pues en muchos casos pertenecen a la literatura o a la tradición oral. Los resultados de su labor los dio a conocer en forma de fascículos en una publicación Oriente folklórico, de la cual escogimos algunos artículos relacionados con la vida cultural de esta ciudad portadora de una personalidad y una historia absolutamente definidas y singulares: Santiago de Cuba. Con ello hacemos justicia doble al reconocer el valor de uno de sus hijos más distinguidos.

La Catedral de Santiago de Cuba

Esta es la cuarta.

La primera que mereció los honores de Catedral en 1522 fué la de Santa Catalina construida en 1514 con honores de parroquia; en 29 de nov. 1803, el Papa Pío VII la elevó a Metropolitana y se ejecutó por Real Orden del 16 de julio 1804.

El primer edificio destinado a Catedral se empezó a construir en 1528 por el Obispo Fray Miguel Ramírez de Salamanca; se terminó en 1555; costó $ 50.000; fue quemada en 1603 por corsarios franceses.

La segunda Catedral se empezó a construir en 1666 según unos, y en 1670 según otros, y se bendijo en el 24 febrero 1674. Fue destruida por un terremoto.

La tercera Catedral se empezó a construir en 1686; se abrió al culto en 1690. Fué destruída por el terremoto de 1766. Se hallaba situada de E. a O.

La cuarta, esta a la que se refiere la adjunta fotografía, se empezó a fabricar el 15 de agosto; colocó la primera piedra el Iltmo. Sr. D. Joaquín de Osés y Alzúa.

El prelado, de acuerdo con el Gobernador de la Plaza, D. Pedro Suárez de Urbina, nombró al Presbítero D. Alejandro de la Paz y Ascanio para director de las obras; a D. Juan Francisco Orozco, para contador, ambos sin sueldo; a Pedro José Fernández (sin el D.), para maestro de carpintería; Antonio Parlado para el de albañilería; a José Díaz, Félix Ramos y Antonio Cardona para sobrestantes y a D. Manuel Pruna para mayordomo.

Las maderas empleadas en la fábrica, parte de ella las habían acopiado los antiguos contratistas y parte, el Presbítero Ascanio; las de éste costaron $ 24.875 y un medio real: todas eran de guamá, yabá, acuje, cedro, caoba y otras maderas recias del país. Estas maderas se cortaron en el río del Masío, Río Seco, Sevilla, Hongolosongo, Purial y Giro; unas se condujeron por mar, para lo cual se compró una goleta llamada Nuestra Señora de la Caridad, y otras por tierra, para lo cual fué necesario abrir caminos y comprar yuntas de bueyes en el Horno jurisdicción de Bayamo. Las obras duraron ocho años, y en ellas invirtió el Iltmo. Sr. Arzobispo Osés, más de $ 50.000 de su renta.

Esta nueva (la cuarta y última) se bendijo el 24 de abril del año 1818 por el Deán D. José Elías Vázquez, y al día siguiente desde el Carmen se trasladó solemnemente la Divina Majestad con asistencia del Sr. Arzobispo que predicó en la misa del Sacramento.

La Catedral se halla situada de Norte a Sur, las otras tres anteriores lo estuvieron de Este a Oeste y de O. a E.

La consagración de esta Catedral llamada ahora Basílica Menor (1879-1882), la motivó el hecho de que el edificio de la actual Catedral era distinto del de los tres anteriores destinados al mismo fin y de no constar que el actual Templo Catedralicio hubiera sido consagrado.

Hé aquí como se verificaron las ceremonias: A las 7 de la noche del día anterior al 27 de 1882 se reunió en la capilla del seminario el clero de la ciudad, y el Arzobispo de la Santa Basílica, Exmo. Iltmo. Dr. Sr. Martín de Herrera depositó en una caja de plata las reliquias de los santos mártires: Anastasio, Feliciano, Fructuoso y Felicidad, y una carta escrita en lengua latina sobre pergamino la cual cerró y selló. Después rezaron maitines y laudes.

A las 6 de la mañana del 27 comenzaron en la Basílica las largas y minuciosas ceremonias de la Consagración. Se trasladaron luego al Seminario, procesionalmente, el Prelado, Cabildo, Clero, Autoridades y pueblo, y de allí condujeron en el mismo orden, a la Basílica, las reliquias indicadas antes, y continuaron en este templo las ceremonias: debajo de un gran toldo que se colocó en el atrio ante la puerta mayor, se sentó el Arzobispo y pronunció un discurso explicativo del acto que se realizaba y de significación mística. Después entraron todos en el templo, que permaneció cerrado, mientras se efectuaban en el atrio la ceremonia de la Consagración de los muros exteriores, y se procedió a la Consagración interior de la Basílica y del altar mayor dentro del cual se encerraban las reliquias: se colocaron en los muros interiores 12 cruces rojas talladas en mármol roja en la forma siguiente: 4 de ellas al Este, 4 al Poniente, 2 al Norte y 2 al Sur.

Al final, el Prelado cantó la solemne misa pontifical, y el acto terminó a 1 hora y cinco minutos de la tarde. Según las medidas practicadas en este día, la Catedral ocupa una superficie de 4240 metros con 60 cms., de los cuales 2125.52 mts. son de las fábricas y 2115.14 mts. del atrio.

La fachada principal es de más de 27.14 m. de frente y 33.40 m. de fondo, incluyendo el espacio de las localidades dependientes. Por derecha e izquierda remata el frontispicio con dos torres laterales de cuatro cuerpos cuadriláteros de unos 27 mts. del zócalo a la cúpula.

En la torre occidental, o derecha del frontispicio, se encuentra el reloj, el cual fué colocado siendo Gobernador de la Provincia el Exmo. Sr. D. Sabas Marín, a expensas del M. I. Ayuntamiento. La colocó y vendió D. Daniel Gramatges en junio de 1874, por la cantidad de $ 1157.00 pagados del modo siguiente:

Círculo Español $ 204.10

Club de San Carlos $ 510.10

Sociedad Filarmónica Cubana $ 102.10

Tácito y José Bueno y Blanco $ 341.10

$ 1157.40

Hoy es propiedad del Ayuntamiento.

En 1922 el Arzobispo Monseñor Guerra agregó un cuerpo más a cada torre, rematándola con una cruz episcopal en cada una, e hizo una reforma general en toda la fachada del edificio, lo cual quitó su estilo propio que constituía su principal valor arquitectónico y su encanto histórico.

Lo más notable que encierra nuestra Catedral es:

Su magnífico coro con sillería de madera de estilo churrigueresco, obra acabada de talla.

Una imagen de Nuestra Señora de la Candelaria, extraída de las ruinas de la antigua capilla del Sagrario después del terremoto de 1678.

Tiene también dos buenos cuadros de la Virgen y San José con Jesús dormido, regalos del Gobernador Sucre, 1726.

La reliquia del Santo Ecce-Homo, traída a Cuba por el Obispo Fray Antonio de Salcedo.

Una buena copia de un cuadro de San José, y otro mal retocado de San Juan Ante Portan Latinam.

En sus criptas se guardan los restos de Diego Velázquez, del Obispo Calvo y del poeta Manuel Justo Rubalcava y de Monseñor Barnada.

El altar mayor es todo de mármol; y el magnífico órgano que posee fué adquirido en Zaragoza (1874) y costó $ 8000.[11]

Del carnaval santiaguero

CABILDO

Era una comparsa de las que salía para los Mamarrachos de Santa Cristina, Santiago y Santa Ana.

Los Cabildos formaban la alegría, la locura del pueblo todo y especialmente de los muchachos.

Historia.- Los cabildos eran comparsas que salían para los Mamarrachos. El Cabildo era una imitación, especie de “crítica” de los cabildos municipales y demás cabildos. La comparsa o cabildo representaba primero “los civiles” con su machete “abriendo campo” y diciendo “despendejen”, aunque todo el camino o vía estuviese despejado; ( eran el hazmerreír de los muchachos); los Celadores iban en medio del Cabildo, dando ordenes.

En 1877 desapareció el cabildo de los blancos, y en cambio, apareció una comparsa que se titulaba el entierro del Rey del cabildo de los blancos, al cual enterraron en el Cementerio de Santa Ana.

Los morenos ( Léase los negros cubanos) del cabildo, iban vestido de negro, pero en silencio.

Iban muy serios cantando salmos y responsos, pero sin llevar tamboras, ni chachás, ni tan-tán.

En la Caney en el año 1878, para celebrar la Paz del Zanjón, salió a recorrer las calles del pueblo, un gran cabildo, ideado por el señor Francisco Carrasco, y dirigido por el “maestro de la escuela” Don “Pancho” Martínez...

Se reunieron en la calle de “La Marina”, desde la calle del Gobernador hasta cerca del río, “bajo toldos”; se bautizó la bandera y salió el Cabildo por la calle del Gobernador, la calle de “la Botijuela”, siguió por la de la Guadalupe, hasta la casa del Alcalde Corregidor, adonde fue muy bien recibido por el Comandante Don Federico Llorente.

El Cabildo estaba compuesto por todos los jóvenes del pueblo, a todo lujo: trajes nuevos, todo nuevo, hasta las tamboras, chachás, tan-tán, güiros, etc.:

Aé, general general brigadier,

Tú a la corte tendrás que marchar;

La bandera que llevas al frente,

Tus vasallos te la cuidarán.

Al entrar en las casas de las autoridades: Alcalde Corregidor, “Jefe de la zona”, Comandante de la Guardia Civil, etc., cantaban:

Iremos a la Corte

Con Príncipe y Princesa,

A coronar al Rey..........

¡ Viva, viva la Corporación

Del Cabildo del Caney!

Cuando salían cantaban:

De frente va la bandera

Que la cuidan “guardacorp”.

¡ Oh, oh!

“Adelante” los del Cabildo

¡ Aé, aé, aó!

Origen histórico o tradicional.- Los negros africanos importados a Santiago de Cuba, eran de diversas naciones : Congos, Carabalí, Cangá, Lucumí .......

Cuando ellos se encontraron aquí expatriados y con un yugo que ellos no sentían tan grave en su país, trataron de agruparse los carabelas ( los de la misma nación o pueblo) y formaron sus sociedades o asociaciones que se llamaron Cabildo, Congo, Carabalí, Lucumí, etc.

Al exteriorizarse sus sociedades en la época de los mamarrachos, principalmente el cabildo congo, servían de burla al pueblo; pero al ver la seriedad con que ellos tomaban sus paseos se podía penetrar en su fuero interno para leer lo que pensaban y sentir lo que ellos sufrían.

Obs.- Aun quedan restos de estos cabildos, entre ellos el “Bibí”, que para acogerse a la Ley de Asociación, se ha inscrito con el nombre de “Club de San Salvador” de Hosta. Y el tradicional “Cabildo del Rey Congo”; el Cabildo que tenia prerrogativas especiales del Gobierno Español, se llama hoy “Club Juan de Góngora”. Los otros, todos, se fusionaron con los negros de Guinea y negros libres y fundaron la “tumba francesa” llamada “Tumba Masoné”. Esta agrupación celebra sus fiestas bajo el patrocinio de la Virgen de la Caridad.

COCOYÉ

Esta palabra no está en el Diccionario de la Academia de la Lengua Española, no está en el de Larousse. El Sr. Constantino Suárez “el Españolito”, en su Diccionario de voces cubanas dice “Cocoyé”. Cierto baile indecente de origen haitiano.

¡ Oh! Qué malo es escribir acerca de los tipos y costumbres de un país, desde lejos, o por referencias.

Así le pasó al que dijo que con una “matica de afió con todas sus raíces (aunque fueran “todísimas”- como dijo Chizo) se podía llenar un serón ( ni un seroncito). Así le pasó al Españolito: escritor castizo, pero no escritor folklórico cubano.

Vamos a tratar del primer cocoyé, llamado cucuyé ( haitiano); del Cocoyé de Casamitjana y del Cocoyé de Lauro Fuente.

Historia.- Primeramente se oyó en Santiago una música titulada Cucuyé haitiano, la cual se encuentra en el “Museo Bacardí”.

Luego existió el Cocoyé compuesto por un catalán de apellido Casamitjana, Músico Mayor del Regimiento de Cataluña: fue en un principio un canto montompólico de las dos comparsas de María La Luz González y de María La O., reunidas.

Las notas de este canto, llamado “Cocoyé”, nombre de su sociedad, fueron recogidas al pentagrama por el Sr. Casamitjana, como decimos antes, en el alto del Café “La Venus”, frente a la plaza de Armas ( hoy Parque Céspedes) a las dos de la madrugada de un día de Agosto de 1836. ( Puede que sea el día de San Joaquín, que era el único de mamarrachos en este mes).

Once años más tarde, (1847) se tocó por primera vez la composición folklórica musical de Lauro Fuentes Matons, titulada Potpourrí Cubano, Colección de aires cubanos con el tema “María la O.”, en la Sociedad Filarmónica Cubana ( 3 de septiembre, 1847).

A este Potpourrí, arreglado para banda militar por Don Manuel Úbeda, Músico Mayor del Regimiento de la Unión, con la adición de otros estribillos, le dieron de nuevo el nombre de Cocoyé o Ajiaco Cubano, que tocó por primera vez la música del Regimiento de Isabel II, dirigida por Don Julián Reinó ( Julio de 1849). A la conclusión se le aclamó con vivas y aplausos, que no había alcanzado ninguna otra composición.

Más tarde la “Música de Marina” (1871-72-73) renovó sus audiciones; y hasta el día, es la música cubana que más arrebata al santiaguero.

Nota.- Lauro Fuentes en su folleto titulado “Las artes en Cuba” dice: “Don Manuel de Úbeda. (todos aquí dicen Ubeda), puso en banda militar nuestra miscelánea de aires cubanos, conocida con el nombre de Cocoyé”.

Así pues: Hay el Cocoyé de Casamitjana, canto alegre y nostálgico africano. El Cocoyé Cubano de Lauro “Potpourrí de aires santiagueros – El Cocoyé de Úbeda que es el Cocoyé de Lauro para bandas militares.

Obs. – El cocoyé de Lauro aparecerá en un libreto adjunto al “Album Musical de Oriente”, con su letra y música.

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Reunión de mamarrachos con su tambor mayor, tumbas, bongó, chachá, tantán, maraca, etc.: que aparecían en la época de los “mamarrachos”, es decir, desde el 24 de Junio, día de San Juan hasta el 26 de Julio día de Santa Ana, con pequeños intervalos de tiempos.

Las principales de que recuerdo eran: “Los Camagüeyanos”, “Los Guajiros”, “Los Curros de la Habana”, “Los Ingleses”, “Los Bandoleros”, “Los de la Capa”, “El Lenguaje de la Flor”, “Los Hijos de Nené”, “Los Cabezones”, “Los Negritos Bozales”, “Las Auras”, “Los Cabildos”, “la de los Mamelucos”, “Las Viudas”, “La Música de los Perros”.....[12]


Emilio Bacardí Moreau: breve esbozo biográfico

Hijo de un matrimonio catalán-francés, Emilio Bacardí Moreau (1844-1922) es una de las personalidades insignias de la cultura de su natal Santiago de Cuba. Su padre fue dueño de plantaciones de café en las montañas de la sierra que rodean la ciudad y adquiriría celebridad por el ron cuya etiqueta lleva su apellido. Don Emilio, su sucesor, tiene facetas no relacionadas con su condición de industrial o gerente ronero; fue un destacado patriota que luchó con las armas en la mano durante las guerras de independencia contra el dominio colonial de España en la Isla. Escribió las Crónicas de Santiago de Cuba, en 11 tomos, que lo convirtieron en uno de los pesquisadores más acuciosos de la vida de la localidad, y varios relatos y novelas, entre las que se destaca Via Crucis, la única que se desarrolla en una plantación cafetalera del siglo pasado. Al instaurarse la República, el pueblo lo eligió como su primer Alcalde. Por voluntad propia, hizo que su capital fuese invertido en dos instituciones públicas: la biblioteca provincial que ostenta el nombre de su esposa, Elvira Cape, y el Museo Emilio Bacardí, el primero de tipo universal en Cuba, donde desde hace un siglo los cubanos podemos adentrarnos en el conocimiento de la cultura e historia nacional gracias a la magnífica colección de objetos y obras de arte pertenecientes a este ilustre patricio. En este Museo tomamos vistas de algunos de aquellos relacionados con Santiago Apóstol y las procesiones en que, durante la colonia, se llevaba en andas su estatua ecuestre en diversas celebraciones litúrgicas.(J.M.)

EMILIO BACARDÍ MOREAU

Emilio Bacardí Moreau nació en Santiago de Cuba, el 5 de agosto de 1844, "fruto espiritual, jugoso, de dos sangres: la sangre catalana y la francesa".

A los 8 años de edad se trasladó a Barcelona con sus padres; allí hizo sus primeros estudios, y recibió lecciones de dibujo y modelado.

A los 14 años se hallaba de regreso en esta su ciudad natal, y aquí, al par que estudiaba con el mentor Don Francisco Martínez Betancourt, ayudaba a sus padres -con buen éxito- a rehacer su hacienda quebrantada, dando clases nocturnas.

A la edad de 20 a 22 años era alumno del Colegio San José, que dirigía Don Francisco Martínez Betancourt, maestro de cubanismo, como anota Don Emilio en sus "Crónicas de Santiago de Cuba".

En las elecciones para Comisionado de Leyes Especiales que debía reunirse en Madrid, salió electo, Don José Antonio Saco, siendo proclamado inmediatamente por mayoría absoluta -Crónicas, pág. 144, Tomo 3- y sigue escribiendo: incidente: El gobierno se proponía saliese elegido el Sr. Don José Antonio Saco.

Encontrábanse en la Plaza de Armas desde las 11 de la mañana, en espera de dicha elección, unas pocas personas de alguna representación, pero sí, un grupo de muchachones, discípulos la mayor parte, del Colegio de San José, que dirigía Don Francisco Martínez Betancourt (acendradamente cubano); se contaba entre los estudiantes: Juan Rosell, Calixto Loperena, Sabas Meneses, Emilio y Facundo Bacardí, Pedro Viana.

En la página 348 dice Emilio Bacardí: "El Director del Colegio de San José, Bachiller, Don Francisco Martínez Betancourt, amante de la enseñanza de los niños, verdadero mentor de la juventud, reúne en su casa todos los domingos a las doce del día, a sus discípulos más adelantados y a otros jóvenes de la ciudad, para trabajos literarios: se leían, comentaban y juzgaban los trabajos. Entre los que se reunían estaban: Calixto Loperena, Juan Agustín Mariño, José María Chauvín, José Antonio Godoy, Emilio Bacardí Moreau, etc.

Nota: Después de leer los párrafos anteriores, ¿hay duda alguna de que Don Emilio Bacardí fuera discípulo de Don Pancho? Pues entonces, ¿a qué calllar este dato histórico, como han hecho tres de sus biógrafos?

Todas las buenas cualidades de cubano, de prosista clásico, amigo de la historia y de las tradiciones cubanas las heredó de Don Pancho (como muchas veces me lo decía en vida).

Ayudó a los mambises con su dinero y con sus actividades confidenciales y perspicaces.

Industrial y comerciante honrado, pronto hizo fortuna, la cual puso a disposición de la Patria y de los desvalidos.

Fortuna, hogar, libertad y hasta la vida misma, expuso dos veces en aras de la independencia cubana.

La Paz del Zanjón le sorprendió joven aún (de 34 años de edad) y con más brío siguió luchando como miembro de la Junta Revolucionaria para llevar a cabo la Guerra Chiquita. Acusado al General Polavieja, éste lo deportó, junto con el Dr. Mancebo, Perico Salcedo, Silverio del Prado y otros varios, a Chafarinas; era el año 1880.

A su vuelta del destierro, volvió a conspirar Don Emilio, en combinación con Antonio y José Maceo, que esperaban en Costa Rica el momento oportuno para dar principio a la guerra emancipadora.

Don Emilio hizo célebre el Club Revolucionario "Moncada", de esta ciudad del que era uno de sus directores, hasta el momento en que una de sus cartas cayó en manos de las autoridades, y preso nuevamente se le volvió a deportar a Chafarinas; era en el año 1896.

En 1898, libre Santiago de Cuba del gobierno español, encontramos a nuestro Don Emilio, en su querida ciudad, por la cual tanto sufrió.

Nombrado Mr. Wood, Gobernador Civil del Gobierno Interventor, él a su vez nombró para sustituirlo en sus ausencias, al General Demetrio Castillo; y para Mayor de la ciudad de la Junta de Vecinos, a Don Emilio Bacardí, con el cual congenió, y a quien consultaba y complacía en todas sus peticiones de mejoras en la administración de muchas obras realizadas: Don Emilio nombró Secretario del Ayuntamiento a Federico Pérez Carbó y Secretario de la Alcaldía a Eduardo Yero Buduén.

Don Emilio creó las escuelas de párvulos, que llenó las necesidades del momento, y pagaba a los maestros, todos, el mismo día 30, el suelo devengado. Creó la Biblioteca y el Museo... etc.

Y por motivos de dignidad, renunció el cargo, y se retiró a sus negocios industriales y mercantiles que iban en progreso.

Su personalidad se destaca por una cualidad rara entre los hombres de negocios: su grandeza moral.

Don Emilio era grande para enjugar las lágrimas de sus obreros, en sus tribulaciones; era grande para aconsejar; grande con la benévola tolerancia en sus desaciertos. Su inagotable caridad, le hacía una imagen divina y majestuosa, imponente de verdadero amor a sus semejantes. Su personalidad era verdadero tipo ideal del noble capitalista.

Su alma, rebelde a toda imposición dogmática, lo impulsó a renunciar el cargo de Mayor de la ciudad; y el pueblo para demostrarle cariño y admiración, lo llevó -el 1º de Junio de 1901- a la Alcaldía Municipal, en elecciones que fueron el triunfo más arrollador del sufragio universal; y en este puesto por segunda vez, prodigó sus energías, sus iniciativas y su entusiasmo cívico en beneficio de los intereses del pueblo, y creó escuelas y en particular la Academia de Bellas Artes.

En 1905 fue electo Senador de la República. Y al surgir la pavorosa crisis del 17 de Agosto de 1906, figuró entre los del pueblo que quisieron evitar el eclipse de la soberanía nacional.

Retirado a la vida privada, consagró la mayor parte de su tiempo a la noble tarea literaria que desde joven le atraía: sus Crónicas de Santiago de Cuba, que forman diez tomos; Vía Crucis, Doña Guiomar, Hacia tierras viejas, Florencio Vilanova y Pío Rosado, La Condesa de Merlín, forman su labor bibliográfica.

En premio a su labor cultural, la Academia Nacional de Artes y Letras y la Academia de la Historia, le llamaron cada una, a su respectivo seno como miembro correspondiente.

El Ayuntamiento lo nombró hijo predilecto de Santiago de Cuba.

Murió el 28 de agosto de 1922, en Cuabitas, y fue inhumado en el Cementerio de Santa Ifigenia de Santiago de Cuba.

LOS MAMARRACHOS

La época de "Los Mamarrachos" o carnaval de verano santiaguero, empezaba el día de San Juan (24 de junio); seguía el día de San Pedro (29 de junio); los sábados por la noche y los domingos siguientes se parrandeaba hasta el día de Santa Cristina (que por ser el día de gala con uniforme y besamanos, por ser santo de la Reina Regente María Cristina que empezaba los verdaderos mamarrachos, seguían Santiago y Santa Ana, que era el "arranque". Ese día, al dar las doce de la noche, se reunían todas las comparsas y formaban una sola, con su estribillo cantábile que todos los años se variaba. Algunos años celebraban el "San Joaquín" con una procesión que salía de Santa Ana, por todo "El Paraíso" hasta Catedral y volvía por el Campo de Marte y por la noche había bailes, parrandas, etc.

El primer mamarracho de que yo me doy cuenta era un hombre disfrazado de negro que cantaba. "Que ya Campillo ta robando y tanto chureto tan trabajando ¡Allá va Campillo! ¡Allá va Campillo! Hoy me doy cuenta que tal vez sea, además de una burla al español, un aviso a los churetos, es decir a los insurrectos, cuando el coronel Campillo pensó recuperar a Bayamo en 1868. Luego recuerdo "los diablos echando candela" y "la muerte en cuero", con su guadaña y una campanilla, "los monos haciendo ru...u...u.. con su corruto, y dando cuero con el rabo a los niños para asustarlos. Los negritos bozales que arrancaban y robaban lo que podían y salían corriendo. Los cabezones imitando con sus mascarones y sus andares a los negros de nación, con sus canciones irónicas tocando su marimba para coger mediecitos.

Cuando ya tenía más edad, conocí el cabildo congo, adonde llevaban los esclavos a los amitos para que vieran al Rey Congo, sentado en su trono, en la calle de Santo Tomás, con su cetro en la mano.

Por esa época salía el "Cabildo de los negros" y más tarde, el "Cabildo de los blancos".

También alcancé a ver a unos mamarrachos sueltos que recitaban versos colorados, discurseando sátiras con el Gobierno y críticas contra los aristócratas de nuevo cuño; entre ellos sobresalía como el más gracioso y el más punzante, Rafael de Moya, empleado en la "Empresa de Gas", al que la gente gritaba:

¡Fo! ¡fo! que peste a gas

Rafael de Moya lo compondrá.

Este mamarracho era típico: salía vestido de mujer, con un rosario enorme de camándulas, una peineta de grandes dimensiones que sujetaba una mantilla, y un libro de oraciones; enteramente ebrio y haciendo que rezaba, decía muchas indirectas a las familias cubanas, principalmente a las beatas, y los acompañantes coreaban: "Tiene razón Matindá" "Tiene razón Matindá".

Se conocían las comparsas de "Los Guajiros", "Los Camagüeyanos", "El Lenguaje de la flor", "Los Ingleses", "Los Hijos de Nené".

"Los Guajiros" representaban al guajiro con sombrero de yarey y machete a la cintura. En el año 1869 cantaba el estribillo siguiente:

Camagüeyano ven ahora;

Camagüeyano ven ahora;

Para alcanzar los rayos

De Guanabacoa.

Al par que "Los Guajiros" aparecieron "Los Camagüeyanos" con idéntico traje: zapatos de vaqueta, traje de dril aplomado, sombrero de yarey y machete a la cintura, y cantaban:

Guajiro, si tiene fama,

Sube la loma

Acuérdate de tu hermano

Y ten memoria.

Estas comparsas coincidieron con la acción de la "Loma de la Galleta". Por este tiempo apareció un mamarracho de apellido Pulles que llevaba un palo y un gato; en el tope del palo llevaba una galleta. El tal Pullés decía: "sube lan gato, coge lan galleta", y al mismo tiempo pellizcaba al gato y éste decía: miau, ¿miedo? coge lan galleta.

El Gobierno comprendiendo la ironía, lo mandó prender y lo metió en la Prevención hasta que pasó "San Joaquín".

La comparsa "Los Ingleses" apareció por los años 1875; llevaban un pantalón azul, polainas, camiseta roja, chaleco negro, y una botella de old rom en la mano. Llevaba un estribillo que concluía:

Como lo saco yo

Sacando el pié

En 1876 apareció la comparsa: "Los Curros de la Habana" con el siguiente estribillo:

Cuidao inglé

Con los Curros de la Habana

Cuidao inglé

Si saco mi sevillana.

En el año 1877 volvieron a salir "Los Camagüeyanos" y "Los Guajiros" y simulando un duelo se encontraron en el Campo de Marte, y "Los Guajiros" aparecieron triunfantes: parece ser que "Los Camagüeyanos" eran los Convenidos del Zanjón; y "Los Guajiros" los que protestaron del Pacto. Por eso en 1878 aparecieron "Los Guajiros" y no aparecieron "Los Camagüeyanos".

En 1879 aparecieron "Los Hijos de Nené", con una farola con luz verde, estandarte con luces verdes y el traje con adornos verdes. (Tal vez sería anunciando la Guerra Chiquita en el mes de Agosto de ese año.)

"Los Capitulados" (no vencedores ni vencidos) formaron una gran comparsa llamada "Los de la Capa": comparsa de sabor político formado con elemento cubano (igual a la que apareció en 1877-78 con mambises) que se metían en la población disfrazados de yerbateros o de vendedores de carbón y se volvían a la manigua cuando pasaba Santa Ana.

Esta comparsa estaba formada por hombres blancos, robustos y buenos tipos; traje militar con grandes espuelas, cuyo sonido marcaba el compás con su chat chat rítmico de los pies, al mismo tiempo que cantaban el siguiente estribillo:

A los de la Capa,

Franquéenle el camino,

Franquéenle el camino,

Porque el bandido

Anda arrogante,

Capitán;

Una, dos, tres,

¡Campo caballeros!

(El bandido simulaba al Gobierno Español; y "Los de la Capa" eran los cubanos patriotas).

Esta comparsa tuvo una vez la ocurrencia de dar una broma al Gobernador, la cual broma hubiera costado caro: La comparsa venía rebozandovida, marcando el compás al par del sonido cha cha cha de sus espuelas de hojalata; subieron por San Félix hasta el Palacio, y frente a él, cantaron lo siguiente:

Échale una manga,

Échale una manga,

Hermano;

I después, y después

I después un trabucazo

Pruum

I quedamos prevenidos

Con el machete en la mano.

No habían acabado aún, cuando los rodeó el piquete de caballería que estaba en las cuadras del Palacio (Calle de San Pedro) y se los llevaron a la Prevención (antiguo Cuartel de Dolores).

Todos los años aparecían "las auras" de sabor político asustaban a los niños y alegraban a los viejos que sabían que eran individuos portadores de noticias del campo insurrecto.

Esta comparsa desapareció con el descalabro de la Guerra Chiquita y con los crímenes de Polavieja.

La comparsa que cerraba el Carnaval de Verano; era la de "Las Viudas": era de mujeres solamente; salían al obscurecer, vestidas de blanco, antifaz blanco y manta blanca, con el siguiente estribillo:

Se me ha muerto mi marido

Y estoy jovencita;

Se me ha muerto mi marido

Y estoy jovencita;

¡Ay! ¡ay! Se van la viudas

Se van la viudas

A parrandear.

Esta comparsa duró dos o tres años hasta que fue perdiendo la sal, y últimamente salían solo dos o tres viudas, hasta que desapareció por completo.

Con la "Intervención" se fué perdiendo la costumbre del mamarracheo; y hoy sólo quedan "la Conga" (importada) y la Cornetica China.

¿Y las brujas?

Visión de un pintor inglés (Walter Goodman)

Walter Goodman (Londres 1839- ) fue hijo de una pintora inglesa y se distinguió por ser pintor de género y retratista. Expuso sus cuadros en la Royal Academy de su ciudad natal de 1872 a 1888.

En el año de 1864 inició su visita a Cuba por la ciudad de Santiago de Cuba, donde4 fijó residencia y bajo el impacto de las costumbres criollas confiesa descubrir el sentido real de la hospitalidad. La realidad cubana la ve a través del prisma artístico, lo que no impide que perciba claramente los violentos contrastes sociales y que, sobremontando la luz hiriente del trópico, para él "Cuba, por ser país esclavo y estar mal gobernado, resulta una de las manchas más oscuras del mundo". En su libro de viajero "La perla de las Antillas", publicado por él em 1877, nos deja un cuadro muy vívido de aquella sociedad y de sus instituciones principales abocada a una situación dramática: el inicio de la guerra por la independencia. Entre otros cuadros no menos importantes, nos ha proporcionado uno del carnaval santiaguero, indispensable para acercarse y comprender el alma del cubano, en gran medida transida de goce participativo y de emoción colectiva. Sin tomar en cuenta este comportamiento festivo del cubano, difícilmente se esté en condiciones de alcanzar una noción de su espiritualidad.

El Apóstol de Alcoba [Walter Goodman[

La montonía de las paredes enjabelgadas se quebranta con litografías de santos y vírgenes; y junto a una pared, una mesita cubierta con un tapete de encajes hace las veces de altar. Sobre ella, generalmente se colocan candeleros dorados, vasos con flores artificiales y una estatuilla de madera, ricamente pintada y embellecida. Esta imagen representa al santo patrono, Santiago, a cuyos pies arde día y noche una lamparilla de aceite. El objetivo de tal luminaria fue para mí desconocido por muchos días y ahora, cuando nadie me ve, lo uso para encender el cigarrillo. Alivia mi conciencia de cualquier sentimiento de culpa por esta acción sacrílega el hecho de que mi amigo Nicasio, católico liberal, practica en su alcoba esta misma ceremonia. El mismo misterio tenían dos fuentecillas secas, que en todo parecen dos cajas de relojes pequeños, de porcelana, hasta que me informaron que dentro de sus sagradas concavidades sólo debe reposar agua bendita, aunque yo me sirvo de una de ellas para poner mi reloj de bolsillo.[13]

Nota de Millet:

Con el siguiente pasaje, Goodman nos depara uno de los personajes típicos de la picaresca cubana: el ciego Carrapatán Bunga, digno del mejor retrato del artista inglés. A su vez, nos conduce de la mano hacia una de las instituciones -el juego- sin cuyo análisis nos mantendríamos en la superficie del alma cubana, en el cual las relaciones lúdricas han constituido un mecanismo de defensa indispensable para insertarse en las deterioradas y cambiantes circunstancias materiales y económicas o para readaptarse a las difíciles coyunturas que han rodeado o

impactado la existencia del nativo desde la colonia y hasta un cercano presente.[José Millet[

La ópera de los mendigos [ Walter Goodman[

A esar de la escasez de la clientela y de la incomprensión hacia nuestro trabajo, mi compañero y yo seguimos ocupando nuestros ocios en acumular materiales que puedan atraer compradores en países más amantes del arte. No sólo los vendedores ambulantes nos sugieren apuntes de cuadros y hasta cuadros. También los mendigos ocupan un lugar digno de atención en nuestros cuadernos de apuntes. La figura romántica de España, "El Mendigo montado a caballo", en algunos de sus aspectos, encuentra un prototipo en su colonia.

Por ejemplo Carrapatán Bunga, es un negro ciego, que por el arroyo de una callejuela estrecha y blanca, ardiente bajo el sol, camina aparentemente sin rumbo y sin esperanza, vestido de holanda cruda, tocado con un sombrero de guano fino, de amplia ala. Va descalzo, con pies de dedos que se separan entre sí; el dedo gordo lo tiene consumido por la nigua, parásito que se mete en la carne de los pies y que si no se extirpa a tiempo, hace allí su existencia y se reproduce. Sobre los hombros lleva una gran alforja de lona donde guarda limosnas de comestibles y se apoya para andar en una vara larga y rústica. Para los cubanos, la caridad es un principio fundamental de su religión y auxiliar al indingente, sea éste merecedor o no de la limosna es un deber que sigue en importancia al confesar los pecados ante el padre sacerdote. Carrapatán Bunga, conocedor de la debilidad nativa de la gente hacia condiciones como la suya, lleva su tristeza de puerta en puerta, seguro de que su pie enfermo reclamará la misericordia del prójimo por dondequiera que vaya. Pero no se detiene en insolencias e impertinencias, marcha con arrogancia, jactándose como con orgullo de su habilidad para atraer la compasión de la gente, y hay que oírlo reclamar la limosna con su rostro tostado vuelto al sol abrasador, llevando entre sus labios belfudos un largo tabaco puro. E incesantemente salmodia: ¡Ave María Purísima!... Ha llegado el pobrecito ciego... el hermano en desgracia... Dadle un medio... ¿No oye nadie al pobrecito? Pronto... Pronto... No hagan esperar al pobrecito hermano... el pobre Carrapatán Bunga. Esta ciego como un pedrusco ¡pobre hermano! y sus pies están llenos de llagas... Misericordia, señores... ¡Carajo!... ¿no contesta nadie? ¿Cuál es la casa de mi señora Mercedes? ¿No hay nadie que me lleve hasta allí? ¡Mi señora Mercedes!

Bunga conoce por su nombre a la mayor parte de sus benefactores. Doña Mercedes se aparece por la reja y le da una moneda de plata y un panecillo.

"Gracias mi señora, Dios se lo pague, su merced. ¿Quién le da una candelita al cieguito?

Alguien le da la candelita y Carrapatán Bunga fumando y tarareando una tonada sigue su camino y se dirige a otra calle donde repite sus arengas.

¿Quién creería que este vagabundo tiene un conuco en la campiña, posee esclavos y atesora cientos y cientos de pesos? Cuando Bunga no está haciendo el recorrido de la mendicidad, se retira a su hacienda y vive sabrosamente.

Como otros tantos limosneros, a veces vende billetes de lotería llevando siempre, según dice, el número que saldrá premiado.

La Lotería de la Habana es una institución colonial que fascina por igual a pobres y a ricos. Cada billete entero vale diecisiete pesos, y como puede partirse en diecisiete pedazos está al alcance de todos los bolsillos. Los premios varían desde cien a cien mil pesos. Hay tres sorteos mensuales, con seiscientos premios para treinta y cinco mil números. Se ofrecen premios de cien mil y cincuenta mil pesos, con aproximaciones de doscientos. El Estado percibe el veinticinco por ciento de lo que rinda la venta de billetes; y para que se tenga una idea del enorme capital que rinde la lotería se dice que el tesoro de la Isla ganó en un año, con la venta de 546 mil billetes, no menos de ocho millones 736 pesos.

El amigo Carrapatán Bunga suele quedarse con los pedazos que ha logrado vender y una vez ganó un premio de setecientos pesos, con lo cual y los ahorros del producto de sus limosnas, se compró un conuco y puso a trabajar a jornal a otros, pero como la vocación de mendigo persistía en él no cesó de arrastrar su tristeza y su dolor de puerta en puerta, como si éstas todavía formaran parte de su vida.

Los mendigos, aquí por lo menos, saben elegir muy bien el día de sus andanzas; prefieren el sábado para sus negocios, debido a que los fieles comulgan los domingos y teniendo que confesar se les ofrece la oportunidad de practicar primero un acto de caridad. Aparte de los sábados, es raro el día en que se vea limosneros en la calle.[14]

Nota de Millet:

Lo que Goodman denomina "Nuestra Ópera de los Mendigos" continúa aquí con la presentación de otros personajes de la "cultura de la miseria", algunos dignos de una pluma inteligente, como la antillana Madame Chaleco, el ex-esclavo Roblejo o el romántico Pancho Villergas cuyos trazos humanos sabrá agradecer el lector.

Una señora broncínea que lleva un sombrero de guano y un vestido de algodón desteñido que mal se ajusta y cuelga de sus formas marchitas, recibe el nombre de Madame Chaleco, debido a que según la tradición popular esa vieja solía llevar un chaleco de hombre. Por tal causa, la pobre mulata se vuelve poco menos que loca, a causa de que los chiquillos callejeros la abruman gritándole el apodo por hacerle burla. La Madama Chaleco lleva pocos años en Cuba; debió haber nacido en una posesión inglesa o francesa de las Antillas porque habla ambas lenguas con soltura.

Otro artículo de importación en estas tierras es Madama Pescuezo, quien se ganó el apodo debido a su largo y sinuoso cuello que constituye la mejor posesión de su persona.

Isabel Huesito es famosa por lo pellejuda y por estar casi en el esqueleto; Madama Majá se distingue por sus habilidades mágicas con ese ofidio. A Gallito Pigmeo le distinguen la cortedad de su estatura y el andar como los pollos; Barriguilla, por lo que su apodo dice; y el Ñato, porque le falta nariz. Cafardote, o el cucarachón; El Cotunto, Carabela Zuzundá, Ratón Cojonudo, Taita Tomás y Ña Soledad, reciben estos nombres por alguna peculiaridad de su persona o condición. A veces, oraciones enteras sirven como apelativo a tales tipos populares. Por ejemplo, le dicen Amárrame-ese-perro a un mendigo, que se ha ganado título tan imponente por su temor a los canes. A otro le llaman "Jala-pa-lante-cara-e-caballo", porque su miedo a los equinos le hace exclamar ¡arre-arre! cada vez que se encuentra con uno.

Nuestra Ópera de los Mendigos, finaliza con un brillante coro de pedigüeños, los cuales en grupos grandes van a las doce en punto a ver a sus protectores. A tal hora, uno de los esclavos de Don Benigno entra con una cesta larga en que traen panecillos de a dos centavos y la pone en el piso de mármol, frente a la puerta de entrada, ya abierta de par en par. En seguida una multitud de mendigos de todas clases y tonalidades que durante media hora ha estado sentada en el piso, a la sombra de las casas de enfrente, se acerca, y con la misma hace el servicio de dejar vacía la canasta de panes. Siguen todos caminando calle arriba llevándose migajas de otras casas ricas cuyos dueños, de vez en cuando varían el regalo dándoles ajiaco.

Los cubanos se sienten poco inclinados a ejercer la caridad a través de las instituciones públicas. La única que aquí existe es la Casa de Beneficencia, la cual hállase a cargo de las Hermanas de la Caridad. Las damas ricas contribuyen con largueza al sostén del establecimiento, para lo cual se celebran rifas destinadas a la recaudación de fondos. Nada triunfa en Cuba a la perfección si no hay algo de diversión combinado con la suerte o el azar como acicate de la empresa, y por eso, las rifas en ayuda a los fondos de socorro para el hambriento siempre tienen buena acogida.

Doña Mercedes, la más activa de las damas caritativas, me dice que ella y otras señoras ricas tienen en proyecto un gran bazar o venta de objetos donados gratuitamente para un fin de auxilio al necesitado, esperando que todo el que pueda contribuya con algo. Los artículos que con tal propósito se reciban se exhiben en uno de los grandes salones de la Casa de Gobierno, situada frente a la Plaza de Armas; los sorteos se celebrarán tres noches consecutivas. Semanas enteras doña Mercedes y sus caritativas hermanas han estado recogiendo y anotando los donativos, o retorciendo las papeletas a modo de cigarrillos.

La Plaza de Armas se anima la noche de la rifa. Doce mesas, con ricos manteles y candeleros de plata, se distribuyen a todo lo largo del paseo. Junto a cada mesa toman asiento las más lindas muchachas de la población, elegantemente vestidas con trajes de noche, sin tocas y con sólo un chal o mantilla protegiendo ligeramente sus hombros preciosos. Doña Mercedes luce encantadora, con un traje color rosa granada, y la hermosa y tupida cabellera negra, arreglada del modo que únicamente sabe hacerlo una señora en Cuba. Cada señora adopta actitudes insinuantes al proponer las papeletas torcidas, la mayor parte de las cuales, por supuesto están en blanco, o contienen una redondilla de consuelo para que se contente el comprador desafortunado. Estalla una ovación al salir algún premio especialmente si es el premio mayor, el cual consiste en un bolsín bonitamente trabajado, que contiene seis onzas de oro, o sea, cerca de cien pesos.

Los mendigos se congregan a corta distancia de la plaza y alguno que otro compra un medio o una peseta de papeletas, pero a la gente de color a los cuales se les permite reunirse en público con los blancos se les hacen llegar las papeletas por medio de personas encargadas de ello. Alguna de las personas de color que por allí se sitúan son coartados, o negros libres que han adquirido la libertad con los ahorros de muchos años de servidumbre, o por medio del testamento del amo agradecido a sus servicios y fidelidad. Aquéllos que han adquirido oficio, o que se han dedicado a la música, para la cual tienen los negros inclinación natural, prosperan con su industria y habilidad, pero los que no gozan de buena salud, o los que carecen de empleo (que son la mayoría), se ven reducidos a un estado de penuria tal, que acaban por vivir pidiendo por caridad, y unos medran y otros no, según los casos.

Un negro de presencia inteligente, me pide por favor una peseta a fin de comprar algunas papeletas de la rifa. Se llama Roblejo, y es un mendigo muy conocido, quien debe su libertad a un libro de versos que él mismo escribiera. Con la ayuda de un litterateur, dio forma legible a sus lucubraciones poéticas y de tal modo la novedad sorprendió a la fantasía general que se hicieron suficientes suscripciones para la impresión del libro y con ello se obtuvo el caudal necesario para comprar la libertad del autor esclavo. (Probablemente se refiere al poeta esclavo Manuel Roblejo que imprimió en 1867 un libro en prosa y verso titulado Ecos del alma. Roblejo murió peleando en el campo insurrecto)

Por allí también aparece el Rey del Orbe, Don Pancho Villergas, blanco legítimo a quien el mucho sol y el viento caliente han bronceado hasta darle el color de mulato. Le saludo diciéndole: "Hola, Don Pacho... How goes it with thee?; a lo cual el sujeto responde diciendo: "Oh, ye...s; vary vel, no good... good mornin". Lleva una pintoresca barba de fraile capuchino y posee un aspecto seráfico y benigno con ademanes muy acentuados y fuertes. Cada vez que he tratado de sacarle un retrato al ilustre caballero, éste rehusa, pues se niega a posar lo mismo para un pintor que para un fotógrafo. Viste una casaca remendada a propósito con muchas telas de colores, y asegura que cada color representa uno de sus grandes dominios. Tiene aspecto marcial, pues abotona la casaca hasta el cuello, con lo cual se arropa la ropa interior. Lleva un alto sombrero de copa, de castor, que al parecer tuvo tiempos de mayor gloria, pero que el Rey del Orbe mantiene lustroso, a fuerza de cepillo. Don Pancho está ligeramente loco y tiene la monomanía de presumir que es un gran benefactor de su patria y no un pedigüeño callejero. Persuadido de esa condición ficticia, no hay nadie que le convenza para que acepte una dádiva en forma de moneda. Los que conocen su problema se valen de la estratagema de darle comida y quieren aliviarlo en su pobreza se valen de la estratagema de darle comida y harapos a título de préstamo y se consideran bastante compensados con haber hecho una obra de caridad nada menos que al Rey del Orbe. Lo único que acepta como donativo es papel ordinario de escribir, pues cree que el uso que él hará será de gran beneficio al género humano por entero y a Cuba en particular. Llena los pliegos con correspondencia altisonante dirigida a su Excelencia el Señor Gobernador, al Alcalde Mayor y a los regidores municipales. Podemos tener la seguridad de que cada vez que surge alguna cuestión social o política que valga la pena, el Rey del Orbe despacha un documento importante ofreciendo su opinión y consejo. Si no encuentra un cura, un funcionario de la ciudad, o un guardia de orden público para ser portador de tan importantes papeles, los lleva él mismo, en persona, al destinatario. Su Majestad llena de dieciocho a veinte hojas de una escritura ceñida y siempre comienza el memorial con las palabras de ritual: Yo el Rey.

La locura e indingencia de Pancho tiene un origen bastante romántico. Este sujeto ahora desgarbado y harapiento vivió tiempos de grandeza como hacendado y mercader de la más elevada posición. Tuvo la desdicha de enamorarse apasionadamente de una coqueta criolla, quien demostró tener muy mal corazón poniéndolo en ridículo del modo más cruel. El desencanto le trastornó el cerebro. La gente entretanto pensaba que la locura en que iba cayendo era sólo excentricidad y los comerciantes que le trataban desde hacía tiempo siguieron en sus negocios normales con él. Pero un día, un bribón sin escrúpulos ni sentimientos, se aprovechó de su desdicha y le estafó casi toda su fortuna, dejándole en la insolvencia y la ruina total.

Para una definición de la ciudad (Waldo Leyva)

Waldo Leyva Portal. Poeta cubano (Camagüey, 1943) que vivió muchos años en Santiago de Cuba donde tuvo sus hijos y trabajó incansablemente por la Cultura de Oriente. Actualmente está al frente de la oficina de trabajo comunitario del Ministerio de Cultura de la Isla.

Si encuentras alguna piedra

que no haya sido lanzada contra el enemigo

si descubres una calle por donde no haya pasado

nunca un héroe;

Si desde el Tivolí no se ve el mar;

Si hay alguna ventana

que no se haya abierto nunca a las guitarras

si no encuentras ninguna puerta abierta

puedes decir entonces que Santiago no existe.[15]

En el reino de Santiago (Alejo Carpentier)

Alejo Carpentier (La Habana, 1904 - París, 1980) es el narrador cubano mayor y más universal. La parte fundamental de sus cuentos, relatos y novelas transcurre en Cuba o en la región caribeña, donde supo penetrar en la sustancia y el tejido de una espiritualidad que le permitió elaborar su teoría de lo real-maravilloso. Para él América toda es una realidad "viva, empírica y extraliteraria" que está "muy lejos de haber agotado su caudal de mitologías", según declara, en 1944, en el prólogo de su novela El reino de este mundo, escrita luego de una breve estancia en Haití, seis años antes. Es precisamente ese universo de magia y misterio, donde se funden historia y actualidad, el que sirve de marco a esta obra, de la cual escogemos un pasaje en que dos de sus personajes -el amo francés Lenormand de Mezy y el hilo conductor del relato Ti Noel- recalan en Santiago de Cuba procedentes de Haití, donde los esclavos se han alzado en contra del dominio colonial francés. El genial novelista nos ofrece un cuadro sumamente dinámico y elocuente de la vida del Santiago colonial, especialmente del barrio el Tivolí, en el lado alto frente a la bahía, precisamente donde se instalarían muchos de los inmigrantes franco-haitianos en la pasada centuria.

En el reino de Santiago

La noche de su llegada a Santiago, Monsieur Lenormand de Mezy se fue directamente al Tívoli, el teatro de guano construido recientemente por los primeros refugiados franceses, pues las bodegas cubanas, con sus mosqueros y sus burros arrendados en la entrada, le repugnaban. Después de tantas angustias, de tantos miedos, de tan grandes cambios, halló en aquél café concierto una atmósfera reconfortante. Las mejores mesas estaban ocupadas por viejos amigos suyos, propietarios que, como él, habían huido ante los machetes afilados con melaza. Pero lo raro era que, despojados de sus fortunas, arruinados, con media familia extraviada y las hijas convalecientes de violaciones de negros -que no era poco decir-, los antiguos colonos, lejos de lamentarse, estaban como rejuvenecidos. Mientras otros, más previsores en lo de sacar dinero de Santo Domingo, pasaban a Nueva Orleans o fomentaban nuevos cafetales en Cuba, los que nada habían podido salvar se regodeaban en su desorden, en su vivir al día, en su ausencia de obligaciones, tratando, por el momento, de hallar el placer en todo. El viudo redescubría las ventajas del celibato; la esposa respetable se daba al adulterio con entusiasmo de inventor; los militares se gozaban con la ausencia de dianas; las señoritas protestantes conocían el halago del escenario, luciéndose con arrebol y lunares en la cara. Todas las jerarquías burguesas de la colonia habían caído. Lo que más importaba ahora era tocar la trompeta, bordar un trío de minué con el oboe, y hasta golpear el triángulo a compás, para hacer sonar la orquesta del Tívoli. Los notarios de otros tiempos copiaban papeles de música; los recaudadores de impuestos pintaban decoraciones de veinte columnas salomónicas en lienzo de once palmos. En las horas de ensayos, cuando todo Santiago dormía la siesta tras sus rejas de madera y puertas claveteadas, junto a las polvorientas tarascas del último Corpus, no era raro oír a una matrona, ayer famosa por su devoción, cantando con desmayados ademanes:

Sous ses lois l´amour veut qu´on jouisse

D´un bonheur qui jamais ne finisse!...

Ahora se anunciaba un gran baile de pastores -de estilo ya muy envejecido en París- para cuyo vestuario habían colaborado en común todos los baúles salvados del saqueo de los negros. Los camerinos de hoja de palma real propiciaban deliciosos encuentros, mientras algún marido barítono, muy posesionado de su papel, era inmovilizado en la escena por el aria de bravura del Desertor de Monsigny. Por vez primera se escuchaban en Santiago de Cuba músicas de pasapiés y de contradanzas. Las últimas pelucas de siglo, llevadas por las hijas de los colonos, giraban al son de minués vivos que ya anunciaban el vals. Un viento de licencia, de fantasía, de desorden, soplaba en la ciudad. Los jóvenes criollos comenzaban a copiar las modas de los emigrados, dejando para los Cabildantes del Ayuntamiento el uso de las siempre retrasadas vestimentas españolas. Ciertas damas cubanas tomaban clase de urbanidad francesa, a hurtadillas de sus confesores, y se adiestraban en el arte de presentar el pie para lucir primoroso el calzado. Por las noches, cuando asistía al final del espectáculo con muchas copas detrás de la pechera, Monsieur Lenormand de Mezy se levantaba con los demás para cantar, según la costumbre establecida por los mismos refugiados, el Himno de San Luis y la Marsellesa.

Ocioso, sin poder poner el espíritu en ninguna idea de negocios, Monsieur Lenormand de Mezy empezó a compartir su tiempo entre los naipes y la oración. Se deshacía de sus esclavos, uno tras del otro, para jugarse el dinero en cualquier garito, pagar sus cuentas pendientes en el Tívoli, o llevarse negras de las que hacían el negocio del puerto con nardos hincados en las pasas. Pero, a la vez, viendo que el espejo lo envejecía de semana en semana, empezaba a temer la inminente llamada de Dios. Masón en otros tiempos, desconfiaba ahora de los triángulos noveleros. Por ello, acompañado de Ti Noel, solía pasarse largas horas, gimiendo y sonándose jaculatorias, en la catedral de Santiago. El negro, entretanto, dormía bajo el retrato del obispo o asistía al ensayo de algún villancico, dirigido por un anciano gritón, seco y renegrido, al que llamaban Don Esteban Salas. Era realmente imposible comprender por qué ese maestro de capilla, al que todos parecían respetar sin embargo, se empeñaba en hacer entrar a sus coristas en el canto general de manera escalonada, cantando los unos lo que otros habían cantado antes, armándose un guirigay de voces capaces de indignar a cualquiera. Pero aquello era, sin duda, de agrado del pertiguero, personaje al que Ti Noel atribuía una gran autoridad en la eclesiástica, puesto que andaba armado y con pantalones como los hombres. A pesar de esas sinfonías discordantes que Don Esteban Salas enriquecía con bajones, trompas y atiplados de seises, el negro hallaba en las iglesias españolas un calor de vodú que nunca había hallado en los templos sansulpicianos del Cabo. Los oros del barroco, las cabelleras humanas de los Cristos, el misterio de los confesionarios recargados de molduras, el can de los dominicos, los dragones aplastados por santos de pies, el cerdo de San Antón, el color quebrado de San Benito, las Vírgenes negras, los San Jorge con coturnos y juboncillos de actores de tragedia francesa, los instrumentos pastoriles tañidos en noches de pascuas, tenían una fuerza envolvente, un poder de seducción, por presencias, símbolos, atributos y signos, parecidos al que se desprendía de los altares de los houmforts consagradas a Damballah, el Dios Serpiente. Además, Santiago es Ogún Fai, el mariscal de las tormentas, a cuyo conjuro se habían alzado los hombres de Bouckman. Por ello Ti Noel, a modo de oración, le recitaba a menudo un viejo canto oído a Mackandal:

Santiago, soy hijo de la guerra:

Santiago,

¿no ves que soy hijo de la guerra?[16]

Nota de Millet:

"El camino de Santiago", originalmente fue incluido en el libro de Alejo Carpentier Guerra del tiempo. Tres relatos y una novela, publicado en México en 1958. Los personajes del relato peregrinan de Amberes a Bayona, de Bayona a Burgos, de Burgos a Sevilla y de Sevilla a San Cristóbal de la Habana para luego regresar a España. Su peregrinaje lo harán siempre siguiendo el campo estrellado, el mismo lo conduce a unas Indias donde, para su disgusto, "todo es chisme, insidias, comadreos [...], odios mortales, envidias sin cuento", atmósfera que terminará por convertirlo en un perseguido de la ley. En la huida se adentra en un palenque donde se entrega a la vida de cimarrón compartida con personajes como el calvinista, el marrano y dos negras esclavas. Hemos escogido este fragmento como homenaje a uno de los más grandes escritores de Cuba quien supo penetrar en la magia de ese "camino de Santiago" y traspasa culturas hasta unir a los hombres más allá de sus diferencias.

Santiago en el camino del palenque [Alejo Carpentier[

[...] Que allá, en el Viejo Mundo, se pelee por teologías, iluminaciones y encarnaciones, le parece muy bien. Que mande el Duque de Alba a quemar al barbado, allá donde el hereje pretende alzar provincias contra el Rey Felipe, Campeón del Catolicismo, Demonio del Mediodía, es acto de buena política. Pero aquí se está entre cimarrones. Es cimarrón él mismo, por la culpa que acarrea. Cimarrón como el calvinista que ha compartido la cimarronada con un cristiano nuevo -tan nuevo que se olvidó del bautismo, luego de haber tenido que escapar de La Habana, al denunciar que el Obispo vendía por buenas, a la Parroquial Mayor, unas custodias enchapadas, de lo peor, pidiendo su pago en oro del que se muerde. Así, con el calvinista y el marrano, ha encontrado Juan amparo contra la justicia del Gobernador, y calor de hombres. Y calor de mujeres. Porque, en la cimarronada que acaudillara Golomón, al escapar de una plantación de cañas de azúcar, los perros agarraron a muchos esclavos que fueron rematados luego por los ranchadores. Entre tanto, las mujeres, que iban delante, alcanzaron el monte. Así, tiene ahora el tambor Juan de Amberes dos negras para servirle y darle deleite, cuando el cuerpo se lo pide. A la grandísima, de senos anchos, con la pasa surcada por ocho rayas, ha llamado Doña Mandinga. A la menuda, cuyas nalgas se sobrealzan como sillar de coro, y apenas si tiene un pelo ralo donde las cristianas lucen tupido vellón, ha llamado Doña Yolofa. Como Doña Mandinga y Doña Yolofa hablan idiomas distintos, no discuten a la hora de ensartar los peces por las agallas en el asador de una rama. Y así se va viviendo, en trabajos de encecinar la carne de jabalí o del venado, guardando bajo techo las mazorcas de los indios en un tiempo detenido, de mañana igual a ayer, donde los árboles guardan las hojas todo el año, y las horas se miden por el movimiento de las sombras. Al caer de las tardes, una gran tristeza se apodera de los que viven en el palenque. Cada cual parece recordar algo, añorar, echar de menos. Sólo las negras cantan, en el humo de leña que demora sobre la mar tranquila, como una neblina que oliera a cortijo. Juan de Amberes se quita el sombrero, y, de cara a las olas, dice el Padrenuestro y también el Credo, con voz que le retumba del pecho, cuando afirma que cree en el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable. El calvinista, más lejos, musita algún versículo de la Biblia de Ginebra; el marrano, de espaldas a las carnes desnudas de Doña Yolofa y Doña Mandinga, dice un salmo de David, con inflexiones que parecen de llanto contenido: "Clemente y misericordioso Jehová, lento para la ira y grande para el perdón..." Álzase la luna y los perros del palenque, sentados en la arena, aullán en coro. El mar rueda sus gravas en los socavones de la costa. Y como el judío, después de los rezos, denuncia una trampa del calvinista en el juego de los naipes, se lían los tres a puñetazos, pegando, cayendo, abrazados en lucha, pidiendo cuchillos y sables que no les traen, para reconciliarse luego, entre risas, sacudiendo la arena que les ha llenado las orejas. Como no tienen dinero, juegan conchas.[17]

Santiago en la Ciénaga (Luis Felipe Rodríguez)

Luis Felipe Rodríguez (La Habana, 1888 - 1947) se propuso reflejar en su obra narrativa la frustración imperante en Cuba a partir de la intervención norteamericana de 1898 que puso término al proceso de liberación nacional iniciado treinta años antes por los cubanos. Veía a la República instaurada en 1902, bajo la tutela foránea, como una tembladera donde sucumbían los más elevados proyectos. Ciénaga es una novela que, desde su título, simboliza esa penosa realidad prolongada hasta 1958; su personaje protagónico, Santiago Hermida, es un joven habanero que cree en el poder de los ideales para transformar la sociedad cubana en que vive y, con la intención de escribir una novela marcha a Oriente. En sus propias palabras: "Mi novela será la visión humana e integral de nuestros hombres y nuestro medio. Pienso descender a lo más profundo de la ciénaga que contamina entre nosotros lo más puro y los más grande. Expresaré en ella el sueño desvanecido del último patriota [independentista] y la última esperanza de los que tienen fe todavía en la estrella que iluminó el espíritu de la heroica legión de nuestros abuelos. Diré el lamento secreto y contenido de la tierra, nuestra única fuente común". Como se aprecia en el fragmento escogido de esta novela, el personaje no escribe su obra y, por el contrario, es víctima de la "conjura" de la propia realidad que se proponía retratar. Me parece que el nombre Santiago puesto a este personaje no es capricho del autor, pues desciende de una familia de patriotas y revolucionarios que, en condición de guerreros, se alzaron contra el poder español en el pasado. Él asume la guerra de otro modo: con el retrato artístico de una realidad alienada que se propone cancelar. Por eso me pareció oportuno incluirlo en Rostro de Santiago en Cuba.

[...] Entonces fue cuando el malévolo Mongo Paneque aprovechó la oportunidad de hacer lo que desde algún tiempo había madurado en su cerebro estrecho y sombrío: de un empujón brutal arrojó a su odiado rival al enorme charco de agua y cieno estancados. Aturdido por los golpes, Hermida sintió a través de su cuerpo la sensación húmeda y viscosa de la ciénaga, y con la garganta contraída por el horror, aún pudo gritar:

-¡Cobardes!...

Entonces todos tuvieron la conciencia y el horror de la innoble acción realizada, y en lugar de salvar a la víctima, echaron a correr, medrosos, a través de la campiña desolada, acusando cada cual a los demás y con el anhelo secreto de borrar lo sucedido en sus mentes. Sólo Mongo Paneque no tenía miedo, por haber hecho colectivo su crimen. Entretanto la víctima, en medio de su aturdimiento y de su abandono, forcejeó por salir de aquel antro fatídico; pero algo así como sutiles ligaduras le ataban con obstinada tenacidad, y a medida que trataba de salir se hundía lentamente, muy lentamente, como si un espíritu infernal le atrajese imperioso hacia el fondo de la charca.

-¡Socorro! ¡Socorro! -gritó Santiago con un trémolo de angustia en la garganta contraída. El eco de su voz se perdió en la absoluta soledad de la tierra y de los cielos; muy cerca de él el vasto cañaveral, testigo de las entrevistas furtivas y dosel rumoroso y movible del lecho inmenso de la tierra, donde los amantes sintieron el supremo estremecimiento del amor, ondulaba como un mar en calma, sin que la más simple de sus hojas se contrajese de horror por lo que estaba sucediendo. Aun forcejeó por salir una vez más, Santiago Hermida, en un ademán desesperado, hacia las estrellas lejanas, resplandecientes y dulces, que arrojaban su luz inalterable sobre la turbia ciénaga; pero ninguna mano amiga respondió al afán doloroso del inevitable abandonado. La soledad era imponente y de su seno surgía el horror, que hacía la noche más horriblemente impasible, más plena de misterio y más propicia al drama que tenía lugar en el seno turbio e impuro de la charca.

Por la mente de Santiago Hermida pasó como una síntesis fugaz de su vida toda, toda su vida llena de esperanza, y como un niño abandonado, pronunció el supremo grito que todos tienen cuando están al borde de lo irremediable:

-¡Madre, madre!...

Después, después fue sintiendo cómo las últimas fuerzas le abandonaban, cómo una mano férrea detenía su último grito en la garganta, cómo una humedad viscosa le penetraba en la boca, mientras parecía tirar implacablemente algo monstruoso de sus pies hacia un abismo de sombra... Era la ciénaga que le atraía, era la ciénaga que él se propuso describir en su novela, la que le mataba, taimada y cobardemente, la ciénaga, que se lo tragaba con la perfidia disimulada y atroz de esos medios sociales donde muere toda pura y alta esperanza humana.

Santiago Hermida, abandonado de todos, en medio de la gran impasibilidad natural, descendió hacia el fondo de la charca, con la tristeza irremediable de todo lo que sucumbe inesperadamente y se apaga. Ahora, la luna, como en la primera noche de su cita de amor, enorme y fantasmal, se ocultaba tras un montón de nubes en fuga, y la ciénaga, turbia y oscura como el espíritu de aquel paraje del crimen, alentaba enigmática y nocturna, cual si fuese la imagen oculta del mal en el abismo insondable de la conciencia humana.[18]

De cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra

En 1974 el Conjunto Dramático de Oriente, que había dado inicio en 1961, sufriría una consolidación absoluta de un método de creación colectiva recién adoptado. Se estrenaba De cómo Santiago Apóstol puso los pies en la tierra, sobre el texto de Raúl Pomares y la dirección de Ramiro Herrero. Se adoptaba, definitivamente el "teatro de relaciones", recuperado del carnaval santiaguero, como línea de trabajo que permitiría romper con el modo clásico de escenificación y dar entrada a corrientes vanguardistas del teatro contemporáneo, como la procedente de Brecht. El montaje resultó de alta calidad sobre la base de una excelente escenografía, música sonera y carnavalesca y un rico y ágil movimiento escénico. Se removió la comunicación actor/espectador, para dar lugar al cambio de los propios actores y a la participación activa de los que recibían el mensaje. Nacía un tipo de trabajo de necesidades expresivas del pueblo que implicaba como escenario los barrios en que había surgido la relación o, al menos, el contacto directo con escenarios abiertos, como las calles y plazas.

La pieza tomaba como pretexto la narración frente al Apóstol Santiago, de un hecho ocurrido en el siglo XVI, apenas fundada la villa. Asistimos a la humanización del santo patrón en un movimiento escénico que nos hace viajar en el tiempo a una velocidad supersónica, sin apenas percatarnos de ello, hasta desembocar en los días previos al desencadenamiento de las guerras por nuestra independencia nacional, en 1868.

Todo ocurre en la escena de un modo tal que resulta natural sorprender al Apóstol tomando en su mano su arma característica y sumándose a la "carga al machete" con que los cubanos, en el pasado, destrozaban las huestes del Ejército español en la Isla. Poco después el Conjunto Dramático adoptaría el nombre de Cabildo Teatral Santiago que conserva hasta el presente en expresa gratitud a la ciudad que lo hizo nacer y a la cultura de su pueblo que lo alimentará siempre. La obra es también parte de la historia de la estatua del Apóstol Santiago vinculada a las inquietudes y desvelos del pueblo santiaguero que la ha visto como uno de sus símbolos libertarios.

DE CÓMO SANTIAGO APÓSTOL PUSO LOS PIES EN LA TIERRA

(RAÚL POMARES)

Hombre de caballito: Santiago y Castilla

Santiago y Galicia

Santiago y León

Aquí estoy yo Santiago Apóstol

natural de Compostela

y de buena condición

que pide en vez de velas

le enciendan un litro de ron.

Ño Pompa. (Bailando) Los hombres tienen dos y las mujeres tres...

Santiago. ¿Adónde vamos a parar, Santa Bárbara bendita? Esta gente son unos salvajes ¿Tú oíste lo que dijo el tipo ese?

Ño Pompa. ¿Y qué?

Santiago. ¿Cómo que y qué? Ño Pompa, yo soy el Apóstol Santiago.

Ño Pompa. Usted es un infeliz pedazo de madera que unos cuantos delincuentes han cogido para el trajín.

Santiago. ¿Qué tú dices?

Ño Pompa. Lo que oyó.

Santiago. ¿Cómo? Mis pendones flamearon en Málaga y Andalucía haciendo huir a los moros. El destello de mi espada guió al gran capitán en la conquista de México y obnubiló a los aztecas en sus templos paganos. Mis ejércitos hacen retemblar montañas y ríos, burgos y castillos, y el león de España refulge a mis pies.

Ño Pompa. ¡Oleeeee!

Santiago. Yo soy la esencia de lo hispánico, la fuerza de la fe.

Ño Pompa. (Gesto de burla) ¿Y qué?

Santiago. Esto está de madre. Aquí no se respeta a nadie.

Ño Pompa. ¿Antes se respetaba más?

Santiago. Si antes se respetaba más?

Ño Pompa. ¿Quién respetaba más a quién?

Santiago. Tú me respetabas más a mí, por ejemplo.

Ño Pompa. ¿Y ahora?

Santiago. Ahora es un relajo.

Ño Pompa. ¿Y antes no había relajo?

Santiago. Antes como ahora el relajo era entre el elemento bajo.

Ño Pompa. ¿Entre el elemento bajo? Si la historia está llena de relajo entre el elemento alto.

Santiago. ¿Qué sabes tú de historia?

Ño Pompa. Te apuesto a que yo sé más historia que tú.

Santiago. (Irónico, profesoral) ¿Qué tú sabes más historia que quién? Ño Pompa, si yo estoy aquí casi desde que se fundó la ciudad.

Ño Pompa. Pero encaramado allá arriba, mirando siempre para las nubes. ¿Te enteraste de lo que pasó alrededor de tí?

Santiago. No me vengas con cuentos tratando de confundirme. Ya quisieras tú haber visto la mitad de los cosas que he visto yo.

Ño Pompa. A ver, ¿cómo era la ciudad antes?

Santiago. ¿La ciudad? Era más chiquita.

Ño Pompa. ¿Qué más?

Santiago. ¿Cómo que qué más?

Ño Pompa. Sí, sí, ¿qué más?

Santiago. Había menos gente.

Ño Pompa. ¿Y no pasaba nunca nada?

Santiago. Pendencias sin importancia.

Ño Pompa. Que le costaron la vida a mucha gente... ¿Tú quieres saber cómo era de verdad la cosa al principio? ¿tú quieres ver lo que pasaba? (Toca un pito y entran corriendo los actores) ¡Relacioneros, viene la representación! Te voy a contar una historia, pero vista desde aquí abajo. ¿Título de la relación?

Relacionera. "Donde hay mulata brava, no importa carapacho duro."

Ño Pompa. ¿Época?

Relacionera. 1546.

Ño Pompa. ¿Lugar de la acción?

Relacionero. Aquí en Santiago de Cuba, en esta Plaza de Armas.

Ño Pompa. Al principio, la ciudad no fue ciudad. Santiago de Cuba no era una ciudad. Diez o doce bohíos y una o dos cosas de mampostería. Calor. Fango. Mosquitos y unos hombres extraños que vinieron por el mar, con armas de fuego y caballos y que obligaron a los demás a trabajar para ellos. (Sonidos de gritos y lamentos. Los relacioneros representan diferentes escenas de la época de la conquista y colonización españolas.) Y levantaron la primera catedral de palma y guano. Es pobre la primera catedral y ni siquiera tiene imágenes. Pero en fin, es la catedral. ¿Ves esa casa que está allí? Esa es la casa del Gobernador, Licenciado Juan de Ávila. Todo está oscuro. Nada se mueve. Ni las hojas. Y de pronto...

...............................................................................

Obispo. No más revolucionarios, Santiago, por favor.

Colonialistas. ¡Santo, santo, santo!

Obispo. No más independentismo, Santiago, por favor.

Colonialistas. ¡Santo, santo, santo!

El cortejo de los colonialistas sale en letanía. Ño Pompa sale con su saco al hombro.

Ño Pompa. Oh tiempos difíciles en que la vida no valía un real, y que con palos y fuetes se imponía la mentira como si fuere verdad. Tiempos en que el señor colonialista machacaba nuestra cultura en el pilón capitalista. Tiempos, en fin, de cuando Santiago Apóstol bajaba de su altar a espantar las desgracias, cumpliendo un previsor acuerdo extraordinario del Cabildo reunido siempre en vela, ojo avizor. (Deposita en el suelo el saco y extrae de él un machete. Se dirige a Santiago que se encuentra atado a una de las escaleras) Santiago ¿qué año es este?

Santiago. El de 1868, Año del Señor.

[...]

Ño Pompa. Amén. (Alza el machete y lo deja caer con fuerzas sobre los escalerados. Estos liberados de las ataduras, corren a liberar a sus hermanos. Suena la corneta china con la tonada del Himno Invasor. Ño Pompa sigue sacando machetes del saco.) ¡A la carga!

Los esclavos gritan y dan vivas. Toman los machetes y danzan al compás de una conga santiaguera. Ño Pompa se sube al pedestal y desnuda la estatua, dejando al descubierto su armazón de madera. Por el otro entran a la plaza los colonialistas, que despavoridos huyen seguidos por los insurrectos. Santiago queda solo enfrentado a su propia imagen. Sube al pedestal y toma la espada.

Santiago. Ahí te dejo, infeliz. Si algún día te bajas de ese pedestal y pones los pies en la tierra, vas a ver por primera vez en tu vida cómo son las cosas verdaderamente. Y si te queda un poco de vergüenza y sangre en las venas, no tendrás más remedio que seguir a esa gente dondequiera que vaya. ¡Adiós Apóstol! Santiago de va. ¡Ño Pompa! ¡Ño Pompa![19]



[1] Lorca por Lorca. Edit. Arte y Literatura, La Habana, 1974, p. 291-292.

[2] Luis Torres de Mendoza: Colección de documentos inéditos. Archivo de Indias, Imprenta de J. M. Pérez, Madrid, 1869, p. 448-445. Apud Leocésar Miranda Saborit: Santiago de Cuba (1515-1550). p. 16.

[3] Bartolomé de las Casas: Historia de las Indias. Imprenta de Miguel Ginestá, Madrid, 1876, T. IV, p. 253.

[4]Bernal Díaz del Castillo: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (Nueva edición corregida y aumentada). Introducción y notas por Joaquín Ramírez Cabaña, Editorial Pedro Robredo, Madrid, 1944, T. I., p. 109.

[5] H. Pirón. Apud. cit. p. 23-24.

[6] Dulces hechos con una especie de guisantes.

[7] Pastelillos de carne con ajo.

[8] Pescados muy especiados, fritos en aceite.

[9]H. Pirón. Apud. cit. p. 107-110.

[10] H. Pirón: Op. cit., p. 132-133.

[11] M. M. y Martínez: Op. cit. Quinto fascículo, 1936, p. 10-12.

[12] Ramón Martínez y Martínez: Oriente Folklórico. Santiago de Cuba, Imprenta Ros, 1931, p. 32 passim.

[13] W. Goodman. La perla de las Antillas. La Habana, 1965, p. 22-23.

[14] W. Goodman: Op. cit. p. 53-55.

[15] Revista Santiago, Universidad de Oriente, Nº 17, p. 35.

[16] Alejo Carpentier: Novelas y relatos. La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1974, p. 110-115.

[17] Alejo Carpentier: Novelas y relatos. La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1974, p. 338-340.

[18] Luis F. Rodríguez: Ciénaga. La Habana, 1975, p. 170-171.

[19] Ramiro Herrero. Teatro de relaciones. Selección de Ramiro Herrera. Prólogo de Manuel Galich. La Habana, Editorial Letras Cubanas, p. 62-63.